Ayer conocimos que la tasa de paro en España cayó en el tercer trimestre al 18,9 % de la población activa, la cifra más baja desde el primer trimestre de 2009, pero aun así desesperadamente elevada. Por grupos, los jóvenes menores de 25 años siguen siendo los que mayor tasa de desempleo sufren, con un 42,0 %. Por niveles educativos, los trabajadores sin estudios, un 38,2 %, y por género las mujeres con un 20,7 %. Por regiones, Andalucía sigue liderando la clasificación, aún con un 28,5 %.
A diferencia de la vigorosidad con la que la tasa de paro se eleva cuando acontece una recesión, la vuelta a la “normalidad” suele ser ciertamente más pausada
A pesar del buen dato que nos ofreció ayer la Encuesta de Población Activa, he usado de forma consciente el adverbio “desesperadamente” en el párrafo anterior. Desde que se alcanzara el máximo en la tasa de paro allá por el primer trimestre de 2013 (26,94 %), esta no ha dejado de caer, aunque sin embargo a un ritmo que nos gustaría hubiera sido mayor. A diferencia de la vigorosidad con la que la tasa de paro se eleva cuando acontece una recesión, la vuelta a la “normalidad”, es decir, la vuelta a tasas de desempleo bajas, suele ser ciertamente más pausada. Y esta característica no es excepcional del actual ciclo, sino además de todos los anteriores.
La figura 1 pone imagen a esta particularidad. En el panel de a izquierda se observa la tasa de paro en España desde 1976 y en el panel de la derecha una visualización más en detalle desde 2007, donde se expone de nuevo la tasa de paro (segundo trimestre de 2007 igual a 100), además de los incrementos trimestre a trimestre y la media de dichos incrementos para tres diferentes períodos. Estos períodos son, respectivamente, desde el inicio de la crisis, fijado en el mínimo de desempleo alcanzado en 2007 hasta los meses previos al ajuste fiscal (momento en el que la tasa de paro muestra una inflexión de nuevo al alza); una segunda etapa que abarca el período de consolidación fiscal y una tercera y última etapa desde primeros de 2013, momento del máximo en la tasa de paro.
En primer lugar, resulta evidente que cuando crece el desempleo lo hace con mayor intensidad que cuando cae. La evolución desde 2007 no es una excepción, aunque sí singular al mostrar dos recesiones previas a la recuperación. Durante la primera de ellas, la tasa de paro aumentaba a un ritmo de un punto porcentual por trimestre. El más alto desde que se tienen registros. En la segunda etapa, el ritmo bajó a 0,6 puntos por trimestre. Por último, desde el inicio de la recuperación, el ritmo de caída de la tasa de paro es de 0,6 puntos por trimestre, ciertamente intenso, aunque casi la mitad que el observado allá por 2008 y 2009.
Existe pues una asimetría en la destrucción y creación de empleo. O si lo prefieren a la inversa, en la creación y destrucción de desempleo. Insisto, aunque el desempleo se reduce a un ritmo curioso, su velocidad ni se acerca a la que se experimentó cuando este aumentó durante los años 2008 y 2009. Por lo tanto, la pregunta pertinente es ¿por qué asciende tan rápidamente cuando un shock golpea a la economía española y por qué, una vez pasado dicho shock, su recuperación muestra una mayor lentitud?
Recientemente varios trabajos han identificado al desplome de la oferta de crédito una vez estallara la burbuja inmobiliaria como principal causa del aumento del desempleo en esta pasada crisis. Aunque esta identificación parecerá trivial para muchos, su relación con la intensidad y la heterogeneidad a través de los diferentes países no es tan sencillo ni de esclarecer ni de evaluar. Así, no solo en España, sino en gran parte de los países occidentales, las diferencias en sus respectivos ajustes financieros ante un mismo shock global pueden explicar la heterogénea reacción del empleo para el conjunto de los países. Por ejemplo, y para España, el trabajo elaborado por Samuel Bentolila, Marcel Jansen, Gabriel Jiménez y Sonia Ruano pone cifras de destrucción de empleo directamente causado por el ajuste financiero. Y no son pequeñas.
La mayor intensidad en el uso del empleo temporal (el doble en España) ayudaría a explicar el diferente comportamiento de nuestro mercado de trabajo frente a un shock común como fue el financiero.
La mayor intensidad en el uso del empleo temporal ayudaría a explicar el diferente comportamiento de nuestro mercado de trabajo frente a un shock común como fue el financiero
Sin embargo, la economía española no solo se caracteriza por la rapidez con la que se destruye empleo, sino además por las elevadas cotas que suele alcanzar la tasa de paro hasta que finalmente llega el máximo. Niveles que podríamos calificar como aberrantes. Aunque muchos señalan, no sin razón, a las instituciones laborales españolas como las principales causantes de esta característica estructural de nuestra economía, como por ejemplo los costes del despido o la negociación colectiva, les puedo asegurar que la realidad es más compleja, y sin duda entretenida, de lo que desde un inicio pareciera.
Los economistas Mario Izquierdo y Juan Francisco Jimeno, así como Samuel Bentolila, Pier Cahuc y Juan José Dolado han identificado al que consideran como principal culpable tanto de la velocidad de destrucción del empleo como del nivel alcanzado en el desempleo: la dualidad del mercado de trabajo español. Así, por ejemplo, Bentolila y sus coautores, comparando los mercados e instituciones laborales de España y Francia -dos países ciertamente similares en esta particular dimensión-, encuentran que, a pesar de su similitud, ambos respondieron de forma muy diferente al mismo shock financiero. La explicación a esta diferente reacción a un mismo shock vendría determinada por una mayor laxitud en el uso de los contratos temporales (causas más generales y menor supervisión) en nuestro país, a pesar de que legalmente la “rigidez” de ambos mercados laborales no se diferencian en exceso, tal y como muestran los indicadores de la OCDE para 2008. La mayor intensidad en el uso del empleo temporal (el doble en España) ayudaría a explicar el diferente comportamiento de nuestro mercado de trabajo frente a un shock común como fue el financiero.
La figura siguiente muestra la evolución del empleo en España en los siguientes trimestres al inicio de la crisis. También muestra el efecto de la misma sobre ambos tipos de empleos, fijos y temporales. Como se puede comprobar, el ajuste se inicia claramente a través de la amortización de empleo temporal. Solo en la segunda fase de la crisis, cuando llueve sobre mojado, el ajuste llega finalmente al empleo indefinido. Sin embargo, y de nuevo, una vez iniciada la recuperación, el empleo temporal se muestra más dinámico que el indefinido, en especial desde mediados de 2014.
Así pues, el shock de crédito unido a ciertas particularidades institucionales del mercado de trabajo español, en especial su singular y elevada dualidad, podrían explicar el intenso impulso en el desempleo en los primeros trimestres de la Gran Recesión. Sin embargo, su más pausado caminar de retorno a tasas previas a la crisis, no solo después de esta recesión sino en todas las observadas desde los años setenta, incitan a la curiosidad y la investigación para arrojar luz sobre sus razones.
La baja inflación, la debilidad de la demanda y por supuesto, las propias instituciones laborales españolas serían buenas explicaciones para esta histéresis de desempleo
En este sentido, el estudio de la histéresis del desempleo tiene una larga tradición en la macroeconomía desde los trabajos pioneros de Olivier Blanchard y Laurence Summers en 1986. En principio, trabajos como el de Laurence Ball de 2009 nos indican que una de las principales razones es la propia histéresis de la demanda. La lentitud en la recuperación de la confianza de los consumidores y de la propia inversión podrían explicar a su vez la lenta caída de las tasas de desempleo. Por otro lado, los períodos de desinflación experimentados antes de la Gran Recesión, pero incluso más a partir de la misma, ayudarían a explicar este evento. Por último, y como muestran Tito Boeri y Juan Francisco Jimeno, las propias relaciones laborales españolas y sus instituciones, como el diseño de la negociación colectiva, la judicialización de las relaciones laborales o la dificultad del ajuste salarial, al menos hasta 2012, explicarían en gran parte la lentitud de la “vuelta a la normalidad” en un mercado tan crítico y fundamental como es el del mercado de trabajo.
En resumen, hemos experimentado el que es quizás el mayor aumento del desempleo de la historia reciente española. Este ajuste, inducido por la crisis financiera y decorado fatalmente por nuestras instituciones laborales, en especial el empleo temporal, fue vertiginosamente rápido. Sin embargo, y a pesar de la relativa rapidez en la creación de empleo, no lo es tanto si se compara con los momentos de destrucción. La baja inflación, la debilidad de la demanda y por supuesto, las propias instituciones laborales españolas serían buenas explicaciones para esta histéresis de desempleo. Deben pues tomar nota aquellos que son ante los ojos de millones de trabajadores españoles los máximos responsables de su futuro, para no dilatar aún más la necesidad de llevar a cabo las reformas necesarias que impidan una reedición de lo ocurrido. No es tiempo de restar reformas, de deshacer. Es tiempo de avanzar. Es tiempo de ser valientes.
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