Pablo Casado arregló en las elecciones del pasado 10 de noviembre el principal problema que le había tenido ocupado durante los últimos seis meses, que no era otro que despejar la duda de quién lidera la oposición: él. Ya sin dudas ni externas... ni internas, que las hubo. Máxime cuando tu principal competidor, Albert Rivera, el hombre que vino para acabar con los 'rojos' y los 'azules', está de vuelta a la vida privada tras un batacazo histórico.
Pero, a cambio, al presidente del PP le han salido otros dos problemas, y no menores: el primero es qué va a hacer con la investidura de Pedro Sánchez -porque no está clara la abstención de ERC; mucho menos desde que anunció la consulta a sus bases-, y el segundo cómo apoyará al candidato socialista sin que Vox, tercera fuerza, se lo 'coma'.
Porque el 'aliento' de Santiago Abascal lo va a sentir Casado en su nuca todos los miércoles de sesión de control parlamentario, cuando el primero intente borrar al segundo en el duelo semanal con el presidente del Gobierno. Vamos a asistir a sesiones broncas en las que la Presidencia de la Cámara tendrá que fajarse a fondo para mantener el orden entre las filas de la ultraderecha y las de los independentistas más radicales de JxCat, las CUP, Bildu y otros.
¿Cómo salirse de ese clima, tan favorecedor para Vox, si el PP tiene que terminar apoyando a Sánchez? Y en caso de que ERC se abstenga y vayamos a una legislatura en la cual el tema catalán ocupe el 80% de la agenda política... ¿Cómo va a contrarrestar Casado a ese Abascal 'tronante' desde su escaño con las cámaras de todas las televisiones enfocándole?
Aquel líder político a quien perciban los electores como causante de una, hoy por hoy, hipotética tercera convocatoria a las urnas, lo pagaría en las urnas tan caro o más que Albert Rivera
De ahí el despiste y la duda en la que han vivido los populares en estas dos semanas que han pasado desde la noche electoral. Todo el mundo habla, echa su cuarto a espadas, aunque, llegada la hora de la verdad, Casado estará solo en la toma de LA decisión. Y remarco LA porque si algo quedó claro es que una equivocación como la de Rivera tras el 28 de abril, no sumando sus entonces 57 diputados a los 123 del PSOE para formar una mayoría absoluta irrebatible de 180 escaños, le ha costado su carrera política.
Me atrevo a aventurar que aquel a quien perciban los electores causante de una, hoy por hoy, hipotética tercera convocatoria a las urnas, lo pagaría en las urnas tan caro o más que el ex líder naranja. No está el horno para bollos, y pese a que es entendible que Casado se resista como gato panza arriba, incluso que amague con exigir al PSOE otro candidato que no sea Sánchez, dejar que la legislatura comience podría tener prima para el líder de los populares.
Y es que tan importante en el sitio que ocupa Casado es mostrarse oposición implacable como dejar ver que eres alternativa, que eres digno de ocupar el despacho y el colchón en las estancias de La Moncloa; lo cual pasa, intuyo, por haberse tragado antes varios 'sapos' parlamentarios.
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