Opinión

Encuentros en la primera fase

La mayoría de bares prefieren seguir cerrados porque se conoce que a sus propietarios no les compensa abrir con tantas restricciones. Otro tanto pasa en los comercios. Los entierros son algo mejores

Si los lunes ya eran puñeteros tradicionalmente, los de la 'desescalada' son el colmo del fastidio. Porque empiezas la semana y, más allá de volver al curro -quien pueda ir, claro-, tienes que enfrentarte a entender en qué fase está tu provincia. Y, por consiguiente, debes enterarte de qué carajo puedes hacer y qué no puedes hacer. Porque, como se ha demostrado en las caóticas decisiones del Gobierno vasco, las fases también tienen sus matices en función del lugar en que vivas. 

Quienes este lunes nos adentramos en la primera fase podíamos gozar, a priori, de algunas ventajas sobre los que se quedaron rezagados en la fase 0. Podríamos disfrutar de un café en la terraza de un bar, podríamos ir a comprar a tiendas de ropa -eso sí que es un placer- o la peluquería sin pedir cita previa o podríamos incluso movernos más allá de un kilómetro de nuestro hogar y durante más tiempo. No son las condiciones de vida soñadas, pero, en comparación con la fase anterior, parecían el paraíso.

Han pasado ya 58 días de confinamiento y todavía hay veces, como este lunes de nueva fase, en que te tienes que pellizcar para creerte lo que está pasando. Es esa pegadiza sensación de irrealidad que tardará muchos meses en desaparecer. Parece, aunque ya es casi un tópico de nuestro tiempo, que estamos insertos en una película. Tiene que ser en una de marcianos porque, como tenemos dicho, lo de estas fases es propio de extraterrestres.

Aquí y ahora tenemos otras fases, quizás marcianas, sí, y también impuestas, incluso diría que grotescas, pero son las nuestras. ¿Se imaginan alguna vez ustedes cómo recordaremos todo estos dentro de unos años?

Aterrizamos por fuerza en la maravillosa Encuentros en la tercera fase (1977, Steven Spielberg), donde hasta el título es un enigma, porque nunca se explica por qué se llama así. En realidad el nombre de este clásico del cine proviene de las investigaciones sobre OVNIS que hizo Allen Hynek. A su juicio, la primera fase consistía en divisar un platillo volante, la segunda era hallar una evidencia física y la tercera era la del contacto con el extraterrestre.

Podríamos discutir largo y tendido sobre en cuál de esas fases estamos metafóricamente inmersos, pero no conviene exagerar los paralelismos. La realidad es que aquí y ahora tenemos otras fases, quizás marcianas, sí, y también impuestas, incluso diría que grotescas, pero son las nuestras. ¿Se imaginan alguna vez ustedes cómo recordaremos todo estos dentro de unos años? Resulta un tanto pavoroso pensarlo, pero vayamos ya con los encuentros de esta primera fase. 

Tal vez no sea rentable económica y mentalmente colocar la mitad de las mesas para tener que limpiarlas entre cliente y cliente, así como tampoco parece beneficioso tener que limpiar y desinfectar los baños seis veces al día

Si uno de los objetivos de esta fase es reactivar la economía, es bastante dudoso que vaya a conseguirse. La mayoría de bares prefirieron seguir cerrados porque se conoce que a sus propietarios no les compensa abrir con tantas restricciones. Tal vez no sea rentable económica y mentalmente colocar la mitad de las mesas para tener que limpiarlas entre cliente y cliente, así como tampoco parece beneficioso tener que limpiar y desinfectar los baños seis veces al día

Otro tanto pasó con los comercios. Pocas tiendas abiertas en el centro de la ciudad. Y las que sí se animaron no estaban precisamente llenas. De ese panorama solo puede deducirse que todavía cunde el miedo a la infección. No está la gente para compras. Lo comprobé en mi viaje al dentista, que, por cierto, es un sitio donde la 'desescalada' cobra tintes surrealistas y nuevamente te obliga a pensar en películas de extraterrestres. En suma, esperaba encontrar un mundo nuevo, pero sólo encontré persianas bajadas y demasiado silencio. 

También en la fase 1 cambian las condiciones de los entierros y velatorios. Por desgracia, nos tocó comprobarlo este lunes. Teníamos que despedirnos de la abuela de mi pareja. Cuando pasas por el entierro de alguien cercano comprendes realmente cuánto han sufrido todas esas personas que no han podido velar y enterrar a sus seres queridos. Ni siquiera pude asistir dadas las circunstancias, pero puedo asegurar que la despedida no fue tan mala como hubiera sido en la fase anterior. Pese a las mascarillas, las distancias y la ausencia de abrazos, sus hijos y nietos pudieron compartir la emoción del adiós. Ojalá hubiera sido una película. 

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