Estamos en un cambio de ciclo. El gobierno de Rajoy y la cuestión de Cataluña acabaron fraccionando la derecha, y eso ha propiciado la hegemonía débil del socialismo. Además, el fracaso de Podemos, herido de muerte en Galapagar, frustrado el caudillismo de Iglesias por los líderes locales, ha favorecido que gane un podemizado PSOE en manos de Pedro Sánchez.
Esa crisis de los partidos, en un sistema que no acaba de ajustarse, está dando lugar a la época más inestable de nuestra democracia. A unas organizaciones volátiles, cambiantes, líquidas, que teatralizan y casi solo se preocupan por ocupar su sitio en el espectro político, únicamente le puede acompañar la volatilidad del voto. La competencia en el discurso responde a una estrategia clara: coincidir con lo que el electorado quiere oír. No es anormal, pero favorece el cambio del votante, o su indiferencia.
Las encuestas nos están dando un panorama que, a pesar de estar dominado por los socialistas, no permite asegurar nada. Son 8.131 municipios en juego, 12 autonomías, y unas elecciones europeas. En la Comunidad de Madrid -símbolo de los nuevos tiempos-, la unión de PSOE con Unidas Podemos y Más Madrid, frente a la del PP con Ciudadanos y Vox, es casi igual. Esto descontando, claro, que los de Aguado y Garrido no decidan “por responsabilidad” hacer un pacto de investidura con Gabilondo como ya hicieron con Susana Díaz o con Cifuentes en 2015.
Vox pueden bajar hasta el 9 o 6% por el ‘efecto rebote’ en sus votantes, que, pasado el momento de la protesta, ven cómo el gobierno de la izquierda es algo real
El bloque de la izquierda madrileña, según el CIS, y algo parecido han contado Sigma Dos, IMOP y 40dB, sumaría el 51,9% de los votos y obtendría entre 66 y 75 en el punto más alto; esto es, la mayoría absoluta. Sin embargo, esa encuesta se hizo antes del 28-A, y desde entonces han cambiado algunas cosas: los madrileños pudieron ver en el debate de Telemadrid a un Ángel Gabilondo titubeante y flojo, impropio de un catedrático, y a una Isabel Serra que no ha trabajado en su vida intentando dar lecciones de cómo organizar la sociedad.
Errejón, en cambio, va ganando donde otros pierden: un 10% de exvotantes del PSOE y un 30% de expodemitas. La clave de su formación, Más Madrid, es que quiere presentarse siguiendo la fórmula del populismo puro; es decir, transversal, como Carmena, capaz de obtener votos no solo de grupos afines, sino de otros sectores e incluso de la abstención. Esto le diferencia de Unidas Podemos, que hace años, con siglas como “Ahora Madrid”, desempeñaba ese papel, y que hoy es solo una formación de extrema izquierda.
Esas cifras, sin embargo, decía más arriba, cambian en otras encuestas, donde el bloque de la derecha, como señala Electomanía en un estudio del 22 de mayo, sumaría el 49,9% frente al 47,9% de la izquierda como efecto de que otros grupos, más allá de Podemos -extremistas y animalistas-, obtendrían menos del 5%. El resultado sería mayoría absoluta de PP, Cs y Vox con 68 escaños, uno más de lo necesario. La misma conclusión dan empresas como Metroscopia y NC Report el 20 de mayo, aunque estas por un crecimiento del partido de Abascal que el resto no recoge, sino todo lo contrario.
Las encuestas se equivocaron con Vox en Andalucía, salvo GAD3 que aseguró que sacaría el 6% aunque luego fue el 11%. Sin embargo, ninguna falló cuando dijeron que Abascal no alcanzaría el 13% el 28-A, por mucho que sus dirigentes hablaran de superar los 70 escaños.
Quizá sean estas encuestas al Parlamento europeo las que nos estén dando la foto más real de lo qué está pasando en España: que somos dos
Ahora, para las autonómicas, pueden bajar hasta el 9 o 6% por “el efecto rebote” en sus votantes; es decir, por ver que el gobierno de la izquierda es algo real, como el de Sánchez, que el momento de protesta ya pasó, y que se juegan la administración más cercana: la local. Es el problema de vender grandes expectativas que luego no se cumplen, ya que la sensación de derrota, aún entrando en las instituciones, es demoledora.
Otro tanto ocurre en el resto de la España sin nacionalismos. Extremadura, Castilla-La Mancha, La Rioja y Aragón están divididas en dos partes casi iguales, cada bloque liderado por el PSOE y PP respectivamente. En la región de Murcia y en Castilla-León parece que volverá el Partido Popular.
En la España con regionalismos, como Cantabria, gana por primera vez Miguel Ángel Revilla, aquel enlace sindical del franquismo y hoy extraño asiduo de La Sexta. En la ciudad de Valencia el resultado es muy ajustado gracias a la disputa de Compromís y el PSOE por la hegemonía izquierdista. En Barcelona, como en las Islas Baleares, las elecciones son un caos, de cuyo río revuelto sale victorioso ERC frente a unos constitucionalistas que no avanzan.
Y en las elecciones europeas que, como siempre, no interesan a nadie, se produce esa división de las dos Españas, tan propia de un periodo inseguro. El PSOE y Unidas Podemos tendrían un porcentaje similar al que sumarían PP, Cs y Vox, con cierta ventaja para éstos. Quizá sean estas encuestas al Parlamento europeo, del que solo se sabe vulgarmente que lo determina casi todo, las que nos den la foto de qué está pasando en España: que somos dos.
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