Opinión

Encuestas, mentiras y deseos

Yo no diré que las encuestas mienten, sí que fallan. No que sean un actor más en el tablero de la política, sí que influyen

Ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras, ¡tra-la-rá!, cantábamos de niños cuando nos sacaban de paseo. Pasado el tiempo, y ya adultos, nos avergonzaría cantar por la calle semejante canción, pero cambiar, lo que se dice cambiar, poco. Nos las cuentan y nos las contamos. ¿Hay diferencia? Cree uno que no.

En lo tocante a la política y sus propios actores algo hay de ingenuidad en todos nosotros que nos remite inexorablemente a la infancia. No creemos en los Reyes Magos, pero sí en aquellos que, con menos historia y capacidad comprobada, nos prometen lo que sabemos que no podrán ni sabrán cumplir. El cuento de los Magos siempre terminaba en juguetes, el de estos magos del relato y la aritmética en frustración. Sutil diferencia, ¿no les parece?

De nuevo el mal menor

Por qué les damos nuestra confianza es para mí un enigma. Yo mismo soy cuando tomo consciencia de que lo estoy haciendo en cada ciclo electoral. Cierto, uno conoce bien la teoría del mal menor y esa otra de la pinza nariz cuando nos acercamos a la urna, pero ni una cosa ni la otra explican tanta contradicción. Y sobre todo que el mal menor y la pinza sigan explicando la voluntad -el entusiasmo, a veces-, que los españoles ponemos en aquello que sabemos de antemano que está hecho con el cartón piedra de una falla valenciana.

Las ideologías devienen en un papel cuché que envuelve la sustancia por la que todos luchan, el poder

Que nos cuenten mentiras cuando se acercan las fechas de las elecciones es lo propio, no lo normal, que ya dijo Tierno Galván la única verdad que yo le recuerdo a él y tantos otros que llegaron después, que los programas electorales se hacen a sabiendas de que no serán cumplidos. Con una verdad tan axiomática, cada cual es muy libre y responsable de lo que haga con su voto, si es que decide ir a votar. Pero el cansancio se nota. El aburrimiento ha terminado por lastimar cualquier esperanza por corta que sea. Y las ideologías devienen en un papel cuché que envuelve la sustancia por la que todos luchan, el poder. Un diputado socialista de fuste, o sea, viejo, me tiene dicho que haga la prueba de preguntar por la ideología cuando se están cociendo las listas electorales.

La eterna promesa de la regeneración

Regeneración, pero cuantas barbaridades se han dicho en tu nombre. De regeneración de la vida política habló, y muy bien por cierto Suárez cuando aseguro que había que hacer normal en la política lo que era normal en la calle. Mentira.  De ella habló González, justo después de que dijera aquello de que daba igual un gato blanco que uno negro con tal de que cace ratones. Otra mentira.  Lo hizo Calvo-Sotelo, que con un susurro nos metió en la OTAN. Trola de las grandes. Y Aznar, que anda por ahí todavía buscando las armas de destrucción masiva que tenía Irak. Más mentiras. Y Zapatero, aquel que en su adiós nos dejó dicho que lo mejor para España y para el PSOE estaba por venir. Verdad de toda solemnidad. Y Rajoy, ese señor previsible y convencional al que le montaron un referéndum en Cataluña mientras su vicepresidenta insistía en que no habría urnas. Peor aún esa mezcla inaudita de torpeza y mentira.

A todos los creímos, porque ninguno salvo Calvo-Sotelo llegó a La Moncloa como caído del cielo. De regeneración y abolición de privilegios habló Sánchez, que ha terminado privilegiando a antisistema, filoterroristas y tipos que quieren lo peor para España.

Las mentiras asumidas

Nos quejamos de las mentiras y de los mentirosos, pero parece que no podemos vivir sin ellas y sin ellos. Las hemos normalizado hasta el punto de que hemos terminado por considerar las encuestas. Ayer lunes no hubo periódico principal que no llevara una. Ninguna coincidía con la otra. Todas, a falta de la de Tezanos, tiraban para lados distintos. Incluso hubo una muy voluntariosa que ya da resultados del efecto Sumar, y por las consecuencias de si se presenta sola o con Podemos. Hay que ser muy incauto para pensar que lo de Sumar ya es algo conocido¡, asumido y metabolizado por la opinión pública como para que se pueda preguntar en una encuesta.

Yo no diré que las encuestas mienten, sí que fallan. No que sean un actor más en el tablero de la política, sí que influyen. No que tengan intencionalidad de cambiar estados de ánimo en los lectores, sí que hay quien cambia su voto después de verlas. No son cándidas. No son inofensivas. Y menos inocuas. La del CIS es la más sospechosa, aunque sólo sea porque la pagamos todos y beneficia siempre al que nombró Tezanos. ¡Cuántas caras tiene la corrupción, cuantas!

El deseo

Pero alguna consideración podemos extraer tras la publicación de las últimas. Forzando algo las cosas hay coincidencia en que Podemos está muerto y con dificultades para llegar al 5%. Que Sumar le va a quitar votos al PSOE, y que Sánchez y Yolanda serán rivales electorales. Yolanda crecerá con los votos socialistas y de Podemos. A los primeros los dejará tocados, a los segundos en ocho escaños. Bien Pablo, bien lo tuyo designando a esta señora tan fina sucesora. ¡Qué fineza, qué inteligencia, qué intuición la del político galapagueño!

Feijóo ganará, pero, sin considerar a Vox, su aventura tendrá el título de la novela de Raymond Chandler, El sueño eterno. Iglesias, Irene Montero, Belarra y Pablo Echenique apestan a naftalina. Y por eso, lector, no nos privemos del placer de considerar que esta sea la única verdad que traen los diferentes barómetros. Que nos mientan, vale, pero que en esto al menos no se equivoquen.

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