La última encuesta del CIS ha sido objeto de numerosos comentarios porque ha marcado una diferencia sustancial con la anterior y no digamos respecto a los resultados de las elecciones generales de 2016. Según este sondeo del organismo estatal encargado de pulsar la opinión de los españoles sobre todo lo divino y lo humano, la intención de voto tras la moción de censura que expulsó a Mariano Rajoy de La Moncloa ha experimentado una notable sacudida alterando tanto el orden de preferencias como las tendencias de los cuatro principales partidos. Así, un PSOE desfalleciente que ocupaba la tercera posición pasa a la cabeza con una diferencia de nueve puntos sobre PP y Ciudadanos, que se encuentran empatados en la segunda, y Podemos sigue renqueante en la cuarta, catorce por debajo del primero. La espectacular subida de los socialistas puede tener varias explicaciones. Una obvia es el “efecto Gobierno”, que haría que las evidentes limitaciones de Pedro Sánchez quedasen compensadas por el aura que proporciona la púrpura. La permanente exposición pública anunciando decisiones de gran trascendencia -otra cosa es que sean realizables-, reuniéndose con importantes mandatarios extranjeros, despachando con el Rey y cesando y nombrando a los responsables de funciones de indudable proyección, tiene la capacidad de elevar la estatura política del más superficial, ignorante e incompetente de los personajes proporcionándole una imagen de estadista, por lo menos inicialmente hasta que las consecuencias de las medidas que adopte sean palpables y se disipe el humo del incienso.
Otro motivo de tan llamativo ascenso está siendo atribuido al hecho de que el presidente del CIS fuese hasta ayer el Secretario de Estudios del PSOE y que hubiese “orientado” la confección de la encuesta en sentido favorable a su jefe. Si bien es cierto que la llamada “cocina” de los números brutos admite maniobras embellecedoras en beneficio del que paga o del que manda, el margen del que dispone el eventual manipulador no es demasiado elástico y al fin y al cabo José Félix Tezanos es un experto respetado que tampoco se va a jugar su prestigio profesional de manera tan burda.
La tercera posibilidad es que la remontada del PSOE responda a la alegría de los votantes por haberse librado por fin de un Presidente de Gobierno que había llegado con su abulia, su inacción y sus tediosos discursos a resultarles insoportable. El agradecimiento por haber devuelto al Registro de la Propiedad a un funcionario que lo dejó apenas ganada la oposición para entregarse a una carrera política tan larga como inane se reflejaría así en un apoyo renovado a la formación que lo ha enterrado en el olvido.
Sea cual sea la razón del halagüeño escenario que el CIS dibuja actualmente para el gozoso viajero en Falcon, su felicidad puede ser bastante efímera. Muchas de las iniciativas proclamadas quedarán en nada porque con ochenta y cinco escaños y unos aliados del jaez del chavismo creador de miseria y del golpismo racista no se puede llegar muy lejos. En cuanto a las acciones concretas que sí puede llevar adelante el Gobierno, tales como una agresiva subida de impuestos, una contrarreforma laboral regresiva, la indexación de las pensiones con el IPC, la universalidad de la asistencia sanitaria y una irresponsable permisividad para la entrada masiva de inmigrantes irregulares, tendrán pronto efectos profundamente negativos sobre el crecimiento, el empleo, el déficit y la viabilidad de nuestro sistema de protección social que el electorado castigará cuando se le convoque a las urnas. De hecho, el propósito de Sánchez de agotar la legislatura se volverá contra él porque cuanto mayor sea el tiempo de su mandato más claramente se percibirá el daño causado por sus errores.
Hará bien el Presidente por carambola en disfrutar intensamente cada hora, cada semana y cada mes que consiga mantenerse en la cabecera del Consejo de Ministros porque el varapalo que recibirá en cuanto sus ahora entusiastas adeptos se den cuenta de que están gobernados por una versión empeorada de Zapatero será monumental. La pena es el tiempo y el dinero que nos habrá hecho perder y que su sucesor deberá recuperar exigiendo una vez más un esfuerzo extraordinario a la sociedad española, esa sufrida máquina de generar riqueza para que los socialistas que Hayek localizó en todos los partidos la dilapiden sin tiento ni mesura.
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