Escribí un libro titulado “PSC: Historia de una traición” donde me explayaba en esta afirmación. Pero a lo que vamos, habrán oído hablar estos días del caso de una enfermera que en un vídeo difundido por las redes sociales decía que no pensaba estudiar catalán para sacarse la plaza fija. Que la enfermera llevase tiempo trabajando en Cataluña sin problemas – aquí todo el mundo entiende el español porque esto no es Reikiavik – no ha sido óbice para su despido. Pero antes se produjo un interrogatorio digno de los gestapistas más conspicuos, un tercer grado infame, cobarde, miserable. El encargado fue un funcionario de la generalidad, ex delegado de la UGT que en 2015 se presentó a las elecciones sindicales del Hospital de Bellvitge como número dos de la lista ugetera. Ahora, lógicamente, el sindicato del señor de pañuelo de colorinchis dice que no tiene nada que ver con el individuo en cuestión. Enric Juvé Tormo, se llama.
La enfermera, Begoña Suárez, se había quejado del “puto nivel C de catalán” preceptivo para ocupar cualquier cargo en la administración catalana. Siempre me ha parecido una chorrada. Como mucho debería contar como un mérito, pero no como obligación existiendo un idioma común para todo el territorio nacional. Además, cuando vas al hospital lo que quiere es que te curen y no que te reciten La Fageda d’en Jordà o Els Sots Ferèstecs. Pero lo primero es la vernácula. De ahí que cuando la muchacha, en su santa inocencia, osó profanar el tabú lingüístico el cielo se le cayera encima como temía el jefe de Astérix, Abraracúrcix.
Total, cogió el inquisidor a las chicas que habían participado en el vídeo y las interrogó – en catalán, faltaría más – hasta que no pudieron más
Total, cogió el inquisidor a las chicas que habían participado en el vídeo y las interrogó – en catalán, faltaría más – hasta que no pudieron más. De las tres acompañantes, al ser interpeladas de manera intimidatoria sobre si estaban de acuerdo con lo que había dicho su compañera dos dijeron que no y la tercera dudaba hasta que, gracias al hábil interrogatorio, también derrotó. El Sherlock ugetista, que se creció ante su habilidad en descubrir ilícitos, les preguntó si tenían otras cuentas en redes sociales, si pensaban que se iba a organizar un lío tan gordo – obviando que fue la UGT catalana la que colgó el vídeo por tierra, mar y aire -, que si debían llevar mascarilla, que si no se puede grabar en el centro hospitalario – estaban solas en una habitación destinada al personal -, total, se puso las botas y salió con la satisfacción del deber cumplido.
Begoña ya no curra en Bellvitge y suponemos que sus compañeras mantendrán en el futuro la boquita cerrada salvo para cantar el Virolai. Esto es la Cataluña pacificada de Sánchez y de Aragonés. Y esta es la UGT, la misma que apoyó el derecho a la autodeterminación, la que calla como muerta ante la escolarización en español de los niños, la que jamás ha elevado la voz contra el proceso, las CUP, la que ve bien un referéndum, la que dice que ambas partes tienen razón, la que se llevó en su día las juventudes de Esquerra, los Avalot, para organizaran la sección juvenil del sindicato, la UGT vivero de los Collboni, la UGT que no sale a la calle en España para protestar pero envía a Monsieur Colorinchis a hacerlo en París contra Macron. Una UGT que no defiende a los trabajadores sino a los supremacistas lazis. Esa UGT.
Lo que hace que cada año te caigan millones y millones por parte de la generalidad y del gobierno de España, ¿eh? Arriba parias de la tierra. Perdón, Amunt els damnats de la terra, amunt els qui pateixen fam, la força pel dret es vençuda s’acosta el bell temps de la pau.
Mandan huevos.
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