Estamos en Cataluña muy contentos de que nos abran por fin las discotecas. Los del sector del ocio evidentemente mucho más y no les falta razón tras un año y medio de cierre. Tienen derecho a ganarse la vida y a que se garantice también, a través del pasaporte covid, que los que entran a cualquier recinto a divertirse estén vacunados. Dicen que van a evitarse los botellones o que van a tener menor impacto, no sé yo hasta qué punto. Pero entre botellones en Barcelona, discotecas que se abren y la cantinela de la independencia siempre encima de la mesa tenemos a nuestros enfermos olvidados.
En esta sociedad, me refiero ahora a la catalana, parece que los enfermos no cuentan a juzgar por todas las restricciones que aún persisten en torno a las visitas que se pueden realizar a los que desgraciadamente están ingresados. Recuerden que en estos hoteles que son los hospitales nadie quiere estar, que no vamos por gusto como a las discotecas. Por este motivo, mientras Pere Aragonés y el comité encargado de que las medidas antipandemia funcionen olvidándose de revisar las restricciones hospitalarias para acercarse al paciente ingresado, están también dejando atrás a una parte muy sensible de esta sociedad.
Enfermos y mayores, un cóctel dramático de la tristeza absoluta, de personas mayores que han vivido demasiado aisladas durante el confinamiento eterno y que ahora, por circunstancias de la vida, tienen que permanecer en el hospital, donde tan sólo pueden recibir una visita al día y restringida a un horario concreto. No quiero entrar a hablar de los paliativos, de los enfermos terminales. Háganselo mirar. Porque mientras están poniendo el foco en el Alguer de Cerdeña con Carles Puigdemont, muy legítima su causa para la parte de la sociedad que corresponde, abandonan a esa parte de la sociedad afectada directamente por la enfermedad.
Hay de exigirle a los políticos que nos gobiernan que empaticen un poco más con aquellos que, postrados en una cama de hospital no pueden salir a manifestarse para que se escuche su voz
En los hospitales catalanes se está siguiendo un protocolo free covid que resultaba muy adecuado en plena pandemia pero que ahora, de la misma manera que se acaban las restricciones en el exterior, con más motivo se deberían revisarse las del interior. ¿Son acaso más importantes los botellones, las discotecas y la aventura independentista que nuestros enfermos? Hay de exigirle a los políticos que nos gobiernan que empaticen un poco más con los más débiles, con aquellos que postrados en una cama de hospital que no pueden salir a manifestarse, a protestar para que se escuche su voz.
El acompañamiento a un enfermo es indispensable para su pronta mejora y conviene cuanto antes revisar estos protocolos hospitalarios restrictivos. Los jóvenes tienen derecho a divertirse y los que viven del sector del ocio a recuperarse económicamente, pero quizás antes revisemos lo importante, la salud de los nuestros. Los políticos no deberían olvidar que los enfermos también votan. Sería muy deseable para todos, así como necesario, que Pedro Sánchez fuera preparando un bono para ir al psicólogo, ya que últimamente está anunciando muchos bonos. Ese bono le sería de enorme ayuda a buena parte de esta sociedad para salir del pozo mental en el que se encuentra. Cáritas alerta que tenemos a seis millones de españoles en una pobreza severa, un dato a revertir con urgencia. Cuídense.
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