En los sistemas democráticos, las universidades públicas deberían explicar en qué se gastan el dinero. Es obligación de los políticos, como representantes de los que pagan impuestos, forzar la rendición de cuentas. La industria política casi siempre basa su actividad de mayor éxito en el engaño masivo de votantes. La Academia necesita como el oxígeno que los que viven de la industria política mantengan sus zarpas bien lejos.
Lanzan ahora la ideílla de “la formación a lo largo de la vida” para tener un público cautivo y dependiente al que proporcionar dosis moderadas de saber con abundante y cambiante aderezo ideológico
Tras esta premisa profiláctica, veamos qué hay de esa redundancia semántica que casi nadie cuestiona: internacionalización universitaria. Recordemos que la etimología nos remite a universalidad y a comunidad. Significa que, desde la Edad Media, las universidades no han podido ser otra cosa que entidades facilitadoras del intercambio de conocimiento y experiencias de investigación entre ellas, estuvieran en Italia, Alemania, España o México. Y eso no era una abstracción, era el trabajo concreto de los profesores que, bien con desplazamientos bien con envío de documentos, cumplían con su misión universalizadora, o sea universitaria.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la industria política ha ido creando toda clase de entidades supranacionales cuyos fundamentos son el buenismo y el futurismo. Son alegatos estético-idelógicos anticientíficos, pero de fácil aceptación por las mayorías pues contribuyen a la irresponsabilización individual. El futurismo, además, libra a los políticos de estudiar historia, con lo importante que es revisar constantemente el pasado que creíamos conocer.
El plan Bolonia (2007) fue el primer tratamiento con maquillaje internacionalista –otros tratamientos perniciosos autóctonos ya se han comentado- de verdadero calado en el proceso de transición hacia el desastre universitario español. Se procedió a la mutilación de las licenciaturas y al fomento de procesos de reducción de la exigencia. Eran tan buenas las intenciones que nadie se ha atrevido a hacer estudios del impacto negativo de aquella decisión. Cualquier profesor que haya dado clases antes del plan Bolonia puede constatar la degradación sufrida.
Cuando vienen aquí desde Alemania, por ejemplo, les llama la atención la excesiva familiaridad y “colegueo” que hay entre estudiantes y profesores
Erasmus (programa fundado en 1987 por la Comisión Europea cuando la UE todavía mantenía cierta sensatez). Siempre está bien que los estudiantes puedan hacer turismo universitario. El viaje, la exposición a otras culturas -que, si resultan seductoras, es lo que anima al uso de otros idiomas- y las diferencias académicas suelen aumentar los conocimientos mediante la experiencia. Pero exprimir la experiencia requiere un bagaje cultural y una capacidad analítica que a los estudiantes españoles se les ha negado en los últimos tiempos desde la secundaria y el bachillerato. Por eso, el conocimiento de idiomas ya no es suficiente.
Entre las diferencias académicas debe anotarse que las otras universidades europeas que reciben estudiantes españoles se quejan de que estos no muestran demasiado respeto por los profesores. Cuando vienen aquí desde Alemania, por ejemplo, les llama la atención la excesiva familiaridad y “colegueo” que hay entre estudiantes y profesores. Otra diferencia que nos deja en mal lugar: los que vienen tienen un nivel de comprensión lectora superior al de nuestros estudiantes y eso aun con textos en español cuando su idioma materno es el alemán, el francés o el italiano.
Algunos estudiantes vuelven de Suecia fascinados por la suave senda tecnológica hacia el totalitarismo de la ciudad inteligente de Estocolmo. Pocas cosas hay más eficientes como aprovechar los deseos de la adolescencia prolongada para conseguir siervos entusiastas. Descubren que los Reyes Magos tampoco son los padres, son el Estado y eso les gusta; lo ven como una liberación de responsabilidades para con la familia tradicional. Alguna activista feminista desplazada en Alemania ha intentado promocionar allí las bondades de la ley española sobre violencia de género que discrimina negativamente a los varones; eso en un país que exploró ya la discriminación por ley contra los judíos. Alguno hay que ha conseguido ir a Malta para disfrutar de las escasas playas antes que de las aulas con gatos. La casuística es variadísima y da para novelas, series y tesis doctorales.
A este exrector de la Ramón Llull le preocupan las universidades de Hungría pero ignora deliberadamente que en la universidades catalanas no se cumple con la Constitución
Ahora, la UE tampoco ha querido dejar escapar a los erasmus del delirio 2030, del decrecimiento y de la alucinada restauración de la naturaleza. “Erasmus+ 2021-2027 cuenta con un presupuesto de algo más de 28.000 millones de euros para toda Europa y es más inclusivo, más digital y más sostenible con el medio ambiente, apoyando la transformación digital, la inclusión y la diversidad, además del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático.” Esta verborrea tramposa dista mucho del discurso inicial: “mejorar la calidad y fortalecer la dimensión europea de la enseñanza superior fomentando la cooperación transnacional entre universidades, estimulando la movilidad en Europa y mejorando la transparencia y el pleno reconocimiento académico de los estudios y cualificaciones en toda la Unión”.
Una profesora me ha pasado una entrevista realizada a Josep M. Garrell, nuevo presidente de la Asociación Europea de Universidades, otro ente con presupuesto. A este exrector de la Ramón Llull le preocupan las universidades de Hungría -no da detalles sobre la causa de su preocupación- pero ignora deliberadamente que en la universidades catalanas no se cumple con la Constitución desde hace mucho tiempo, que se persigue y acosa a los de S’ha acabat!, que se ha aprobado la Losu, entre otras cosas.
Mutilada la investigación, no podrá ofrecer saberes actualizados y quedará a merced de la industria política y de los que mandan en ella, que son muy internacionales
El diseño de universidades que está preparando esta organización es inquietante. Resumo: irá limitando la capacidad investigadora de los profesores y convertirá las universidades en centros de estudios de FP. Darán una formación reducida al servicio de lo que consideren que la industria necesite en cada momento. Por eso lanzan ahora la ideílla de “la formación a lo largo de la vida” para tener un público cautivo y dependiente al que proporcionar dosis moderadas de saber con abundante y cambiante aderezo ideológico. Es poner la Universidad al servicio de la incapacitación intelectual. Mutilada la investigación, no podrá ofrecer saberes actualizados y quedará a merced de la industria política y de los que mandan en ella, que son muy internacionales.
Mediante esta internacionalización opresiva, la Universidad dejará de serlo. Paradojas de la redundancia semántica alimentada por los proyectistas internacionales de distopías. El “hombre nuevo” será alguien sin pensamiento propio. Tendrá que estar constantemente renovando su certificado de utilidad.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación