Siempre se ha dicho que para el valet de chambre no existe ningún gran hombre. Quien conoce al vivo las miserias de los poderosos difícilmente va a quedarse boquiabierto ante ese figurón que delante del público es una cosa y en privado es otra. De ahí que las memorias de los grandes protagonistas de la historia sean infinitamente menos interesantes que las de aquellos que les han servido. Aporta más datos, por citar sólo dos ejemplos, las memorias de una de las mecanógrafas de Hitler, Traudl Junge, “Hasta el último momento” que dio pie a la célebre película “El hundimiento”, que muchas biografías del personaje. Y sabemos más del Franco íntimo por las memorias póstumas de su primo el general Franco Salgado Araujo que por las infinitas biografías a favor o en contra del Generalísimo.
Quien conoce al vivo las miserias de los poderosos difícilmente va a quedarse boquiabierto ante ese figurón que delante del público es una cosa y en privado es otra
Si digo esto es porque, tras la entrevista -es un hablar – que le hizo Évole a Sánchez a uno se le queda el bloc lleno de preguntas. No ya políticas, que también, si no de índole personal. Por eso servidor, fascinado por este género tan difícil como es la entrevista, estaría encantado de poder entrevistar no al presidente sino a su mayordomo, a su cocinero, a quien le plancha la ropa. Había un programa de televisión en mi tierra, hace años, que se llamaba “La casa de los famosos” en la que intentaban llegar a ese lado más humano de los rostros que vemos a diario en diarios y revistas de papel couché. Sin ir más lejos, en la actualidad ahí tienen ustedes el programa de Bertín Osborne “En tu casa o en la mía” en el que, a la chita callando, acaba por sonsacarles a quienes participan mucho más de lo que dirían normalmente.
De ahí que esos publi reportajes tipo Évole acaben por ser indigestos. Ahora imaginen que tienen frente a ustedes al chófer de Sánchez, o al comandante del Falcon o, como decía antes, a quien le plancha las camisas o le hace la cena. ¿Se imaginan lo jugoso que sería hablar con esas personas? ¿Duerme bien Sánchez?¿Es hipocondríaco?¿Se enfada, grita, pone cara de mala leche con facilidad?¿Es generoso con las propinas? ¿Qué lee, que series ve, que le hace perder el apetito?¿Es divertido en familia, es triste, es preocupón?¿Qué le daba miedo de niño? ¿Y ahora? ¿Tiene pesadillas?¿Cuál es la persona a la que odia de verdad?¿Y a la que más quiere?¿Tiene supersticiones?¿Qué tiene más, trajes o libros?
Sin conocer como es el Sánchez de verdad, el que se esconde tras la máscara de dependiente de El Corte Inglés con ganas de ascender a jefe de planta – y ojito, que los conozco muy profesionales como todo en aquella empresa – nuestro juicio deberá remitirse siempre a la cita bíblica: por sus obras los conoceréis. Pero estaremos lejos del meollo del ser humano, de saber por qué alguien miente y miente de forma tan compulsiva como una reencarnación del Walter Mitty de Danny Kaye, que mantenía un estado perpetuo de ensoñación imaginando aventuras y heroicidades que existían tan solo en su portentosa imaginación. ¿Es consciente Sánchez de que todo lo que dice y él justifica como “Cambios de opinión” no son más que mentiras que en Cataluña definimos como embustes de enfermo, que se hace pipí en la cama y dice que está sudando?
Todas esas cosas, explicadas por el mayordomo de Sánchez, podrían ayudarnos a entender qué tipo de individuo nos ha estado gobernando estos últimos años. Recordemos un célebre libro que les recomiendo vivamente, “Aquellos enfermos que nos gobernaron”, de Pierre Accoce y el Dr. Pierre Rentchnick. Si lo leen, aplíquenlo al caso que nos ocupa. Pero no se sorprendan si, como al valet de chambre, los figurones nos parecen, en la descarnada intimidad de su boudoir, puras mediocridades cargadas de complejos y defectos.
Estaremos lejos del meollo del ser humano, de saber por qué alguien miente y miente de forma tan compulsiva como una reencarnación del Walter Mitty de Danny Kaye
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