Opinión

El error y las malas compañías

¿Quién no se equivocó alguna o algunas veces en la vida? Nadie debería rasgarse las vestiduras ante los errores de los demás. Con una condición: que el error sea consecuencia

¿Quién no se equivocó alguna o algunas veces en la vida? Nadie debería rasgarse las vestiduras ante los errores de los demás. Con una condición: que el error sea consecuencia de una equivocación honrada. Se equivocan honradamente quienes articulan todo el conocimiento y habilidades para evitar el error.  

El diputado del PP Alberto Casero votó afirmativamente la convalidación del Real Decreto de Reforma laboral cuando debía haber votado lo contrario. No levantó la mano instintivamente, porque su voto no fue presencial sino telemático. Estaba en su casa de Madrid y se le preguntó telemáticamente sobre el voto que había emitido. Pudo haberse equivocado al votar, pero no es admisible que se equivocara al confirmar. No se equivocó honradamente. Lo hizo negligentemente y, en consecuencia, debe asumir su responsabilidad, dimitir de su escaño y pedir que su partido dé por finiquitado el espectáculo que tanto está deteriorando la ya vulnerable imagen del Congreso de los Diputados. El PP perdió y lo sensato para ellos y para la democracia es que acepten el resultado de la votación y, a otra cosa mariposa.

El voto erróneo de Casero no debería haber resultado decisorio si el Gobierno de España hubiera contado con la lealtad de quienes, por su historia y naturaleza, han demostrado una vez más que son de todo menos fiables. Compañeros de cama que o se venden por ventajas secesionistas o por reivindicaciones que conducen a un debilitamiento de la democracia y de la España constitucional.

Empezando por los dos diputados de UPN que asentarían su supuesta coherencia votando contra las instrucciones de su partido si, simultáneamente a la ruptura de la disciplina de voto, devolvieran el acta al partido en nombre del cual resultaron elegidos diputados. No se puede depositar la estabilidad de un gobierno en España apoyándose en partidos que pretenden la ruptura de la Constitución y de la unidad del Estado.

Sigue defendiendo derechos forales medievales heredados de la monarquía absolutista y del tradicionalismo católico más conservador y reaccionario

Una vez más, el PNV se ha echado al monte y ha dejado colgado al Gobierno como es esperable de quien mantiene en su escudo y en la base de su ideología “Dios y la Ley Vieja”, y que sigue defendiendo derechos forales medievales heredados de la monarquía absolutista y del tradicionalismo católico más conservador y reaccionario. Como para confiar en su lealtad con una España democrática, aconfesional y parlamentaria.

En la misma tierra vasca, pero aparentemente en el bando opuesto, Bildu, que en Euskadi es el heredero directo y portavoz político activo de la ETA vencida. Y así se reivindica. Su ideología es una mezcla de nacionalismo supremacista y comunismo estalinista. En un país con menos complejos democráticos que el nuestro, estarían catalogados como una organización terrorista, y excluida de todos los derechos políticos, para presentarse a las elecciones de todo tipo. Si alguna vez se reforma la Constitución de 1978, uno de los artículos a incluir sería el que excluyera la legalización de partidos de ideología totalitaria y defensores de la violencia como instrumento de persuasión política. A saber lo que pedía Bildu para votar una reforma que beneficia a todos los trabajadores españoles.

El PSOE haría bien en alejarse de quienes no tienen nada en común con un partido socialista y español; y la gente más responsable del PP deberían tratar de centrar a su partido

Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) más Junts per Catalunya (JxC)  son partidos que se construyen sobre una ideología básica: el supremacismo racista. Han desarrollado una práctica política de gobierno que ha creado en ellos una ideología política de carácter totalitario. Es evidente que estos partidos no tienen nada que ver con la extinta Convergencia y Unión que tuvo un ponente en la elaboración de la Constitución de 1978. ERC y JxC han dirigido y desarrollado, desde 2012, la radicalización independentista de sus partidos, y la labor de control y gobierno de las Instituciones de la Generalitat, Diputaciones y Ayuntamientos. ERC ya traicionó a la II República y traiciona, cada vez que puede, a la democracia española.

Y en esa misma tierra catalana, la CUP, que ha aglutinado una ideología antisistema que hoy toma el Independentismo como lugar de desarrollo de su anticapitalismo totalitario. Su ideología estaría basada en un anticapitalismo de lo más primario, que se nutre del anarquismo y del comunismo estalinista, algo que resulta de lo más contradictorio y de lo más infantil. Fiarse de ellos es recular hacia el abismo del totalitarismo.

Como ha escrito recientemente Zarzalejos, “estas organizaciones están tratando de hacer inviable la nación e ineficaz y fallido el Estado”. El PSOE haría bien en alejarse de quienes no tienen nada en común con un partido socialista y español; y la gente más responsable del PP debería tratar de centrar a su partido para que en un futuro lo más inmediato posible, ni PSOE ni PP se vean obligados a depender del independentismo, del radicalismo infantil o del franquismo decadente.

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