Opinión

Es la incertidumbre, estúpido

Si las instituciones no son capaces de imponer cordura a Trump, serán los mercados, hartos de la incertidumbre, los que se encarguen de hacerlo

  • Trump, el factor desconcierto -

El mejor resumen de la política comercial de Trump lo hizo en la red X el economista Justin Wolfers: “Los aranceles van a ser activados/desactivados/pausados, y serán selectivos/universales, se aplicarán a nuestros aliados/enemigos/todos, con carácter inmediato/pronto/más adelante. Se mantendrán a corto/largo plazo porque son una política útil/herramienta de presión, y resolverán nuestro problema con el fentanilo/ el déficit comercial/la producción/los ingresos”. Es decir, un auténtico caos.

Trump, el “hombre-arancel”, piensa que los aranceles son el mejor instrumento para cualquier objetivo. Ya contamos en otro artículo que los aranceles no son apropiados ni para generar ingresos que le permitan reducir los impuestos directos a las empresas, ni para reducir el déficit comercial, ni para incentivar el regreso de empresas manufactureras, impulsar la producción nacional o revitalizar el empleo industrial. Como mucho, pueden servir como amenaza geopolítica (aunque no suficiente como para lograr la anexión de Canadá como Estado 51º o la de Groenlandia).

Pero una cosa son los aranceles, y otra el caos arancelario. Este último tiene un efecto adicional, y es que está asustando a los mercados. Las bolsas estadounidenses comienzan a pensar que las subidas de precios pueden ser muy peligrosas para la economía estadounidense. Aunque no conviene exagerar la importancia de los movimientos bursátiles o del tipo de cambio a corto plazo, sí podemos afirmar con total seguridad que la política económica de Trump, y en particular su política arancelaria, está generando incertidumbre. Si Bill Clinton popularizó la frase “Es la economía, estúpido” en su campaña contra George W. Bush, un buen líder demócrata debería decirle en este momento a Donald Trump: “Es la incertidumbre, estúpido”. La incertidumbre es de uno los factores más peligrosos para la estabilidad económica y financiera, y Trump la está incentivando.

Comprar en la UE o en China no garantiza nada, porque ellos también han sido víctimas arancelarias. ¿Contacta entonces con proveedores coreanos, o serán los siguientes que sufran los aranceles?

Es fácil de entender. Imagínese por un momento que es usted un fabricante de automóviles en Estados Unidos, y que adquiere la mayor parte de sus componentes en Canadá, un país al que hasta hace poco podía comprar sin aranceles, gracias al acuerdo de libre comercio (renegociado, por cierto, por Trump en su primer mandato y calificado entonces por él como “el mejor acuerdo posible”). Un día, sin embargo, se entera de que el acero y el aluminio canadiense (que supone entre un 10% y un 20% del coste de producción de sus automóviles) va a pasar a costar un 25% más, como consecuencia de los aranceles impuestos arbitrariamente por el presidente con la excusa de que hay que controlar el tráfico de fentanilo. Al día siguiente, los aranceles se suspenden por un mes. Transcurrido el mes, se vuelven a instaurar, esta vez con otra excusa (del fentanilo ya nadie habla). Unos días después, el de Canadá se eleva al 50% por que Canadá ha decidido reaccionar a los primeros e imponer un arancel del 25% a la electricidad adquirida vía Ontario. Al día siguiente, el 50% vuelve a pasar al 25% mientras se negocia con Ontario. ¿Quién puede en estas condiciones hacer un plan de gastos o de inversiones para los próximos doce meses?

Aun en el caso de que decidiera dejar de comprar acero y aluminio a Canadá, ¿quién le garantiza que habrá acero y aluminio estadounidense –a un precio más caro pero razonable, o siquiera disponible– en los próximos meses? Comprar en la UE o en China no garantiza nada, porque ellos también han sido víctimas arancelarias. ¿Contacta entonces con proveedores coreanos, o serán los siguientes que sufran los aranceles? Por otro lado, si usted compraba su acero de Corea, ¿no sería lo mejor adelantar importaciones y almacenar stocks para los próximos meses, antes de que pongan aranceles? Eso sí, para ello deberá utilizar recursos financieros que podría haber destinado a inversiones o a mejoras tecnológicas. Al mismo tiempo, un inversor canadiense que pensaba invertir en la ampliación de su planta le llama y le dice que, con la que está cayendo, mejor esperar unos meses a ver qué pasa, que hay demasiada tensión y que no es momento de arriesgar. Todo muy lógico, ¿verdad? Pues es exactamente lo que está ocurriendo ahora en Estados Unidos.

La Bolsa puede subir y bajar, el tipo de cambio apreciarse o depreciarse, pero hay una cosa segura: si se instala la incertidumbre sobre la política económica de Trump, podemos estar seguros de que la hasta el momento pujante economía de Estados Unidos se ralentizará

Hace nueve años, poco antes de que Trump ganara sus primeras elecciones, David Cameron anunció que el Reino Unido celebraría un referéndum para abandonar la Unión Europea. En ese mismo momento, meses antes de que la consulta en sí misma se celebrara, la inversión en el Reino Unido se ralentizó. Nadie quería tomar decisiones hasta que no se supiese qué iba a pasar. Desde entonces no se ha recuperado, y el crecimiento del Reino Unido ha ido siempre a remolque del de sus socios La incertidumbre, como ha señalado el Banco de Inglaterra, ha sido el peor efecto del Brexit, el más duradero.

Algo parecido puede pasar con Estados Unidos. La Bolsa puede subir y bajar, el tipo de cambio apreciarse o depreciarse, pero hay una cosa segura: si se instala la incertidumbre sobre la política económica de Trump, podemos estar seguros de que la hasta el momento pujante economía de Estados Unidos se ralentizará. Los consumidores y los inversores pueden aceptar alguna locura que otra y alguna mala decisión, pero no la constante incertidumbre. ¿Subirán la inflación y los tipos de interés? ¿Qué impacto tendrá esto en las economías emergentes? ¿Hasta dónde llegará la guerra comercial? ¿Se enfrentará Trump a la Reserva Federal? ¿Qué ocurrirá con el dólar?

Cuando Trump ganó las elecciones en noviembre, los mercados lo celebraron, porque esperaban desregulación y rebajas impositivas. También esperaban aranceles y alguna extravagancia, sí, pero no lo que estamos viendo. Ahora ya no tienen motivos de celebración. Si las instituciones no son capaces de imponer cordura a Trump, serán los mercados, hartos de la incertidumbre, los que se encarguen de hacerlo.

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