Miguel Ángel Blanco habría cumplido 49 años en 2017. Silvia Martínez Santiago, la niña de seis años asesinada en 2002 en el atentado de Santa Pola, habría cumplido 21. Jean-Serge Nérin, el policía francés que fue la última víctima mortal de ETA, iría ya por los 60; e incluso José Antonio Padrines Arcay, quien se considera la primera víctima mortal de la banda asesina, allá por 1968, habría celebrado los 74. Tal vez Miguel Ángel ya sería padre, como yo; igual Silvia estaría terminando una carrera universitaria, como la hija de mi vecina; me puedo imaginar a Jean-Serge yendo a comprar su baguette y tomándose un café o una copita de vino tinto, como mi tío francés, antes de volver a casa a comer con su mujer y sus cuatro hijos. Quizás José Antonio estaría disfrutando de su jubilación, y eso que aún le faltarían 20 años para llegar a la edad de mi abuela. Y así 825 víctimas más, 829 en total. Aquí tienen la lista completa. Vidas segadas antes de tiempo. De la primera a la última, 42 años de matanzas y terror.
Hace casi veinte años desde que llegué a España por primera vez. Recuerdo que me impactaron las concentraciones pacíficas y silenciosas que se producían después de los atentados
Hace casi veinte años desde que llegué a España por primera vez. Recuerdo que me impactaron las concentraciones pacíficas y silenciosas que se producían después de los atentados. Los españoles, solidariamente, salían a la calle para expresar su rechazo y plantarse ante ese horror. El otro día, Eduardo Madina tuiteó una imagen de la primera, en Bilbao en 1985. Esa actitud, dolorida y sufrida, pero llena de dignidad, choca frontalmente con la que pudimos ver gracias al trabajo de OK Diario y Cake Minuesa, presentes con una cámara en Bayona para el acto del "día del desarme". "A los miembros de ETA yo no los llamo pistoleros", dijo uno de los asistentes: "son luchadores por la patria". "Rendición ninguna", añadió otro: "Las armas es fácil comprarlas". Pero lo peor, sin duda, lo más escalofriante, son las respuestas de un tal Josu Zabarte, "el Carnicero de Mondragón", asesino por 17 veces, nada menos, quien dijo que no, que para qué pedir perdón: "No tengo nada que decir". El desprecio claramente visible en los momentos en los que se encara con Minuesa revela una ausencia total de arrepentimiento o siquiera reconocimiento. Inimaginable lo que deben sentir los familiares de las 829 víctimas al ver tanta chulería asesina en tan pocos segundos.
Quisieron que se viera; porque por entregar, podrían haber entregado la lista de zulos geolocalizados en una comisaria de Bilbao de madrugada entre semana
En algunas publicaciones, españolas y extranjeras, parece que hay cierta premura por declarar el final del fin de la larga lucha contra ETA, la rendición, el desarme, ya está bien, se acabó todo, aquí ya no hay nada que ver, señores. ETA quiso que se viera el acto, que saliera en los medios internacionales, y salió, primero en la BBC, que publicó la carta, luego el corresponsal de The Guardian presenció la pequeña ceremonia, y después recogieron la noticia todos los demás. Quisieron que se viera; porque por entregar, podrían haber entregado la lista de zulos geolocalizados en una comisaria de Bilbao de madrugada entre semana, o podrían haber enviado un correo a la Fiscalía antiterrorista en Paris, o incluso podrían haber escrito un tuit con pantallazo de las coordenadas a @policia. Pero montaron un espectáculo que superficialmente tuvo aires de proceso de paz pero dónde—como vimos en el vídeo de Bayona—debajo bullía rabia y orgullo etarras.
Blair eligió la paz por encima de la justicia, y en 2015 se negó en el parlamento a pedir perdón por ello
Hace poco murió Martin McGuinness, uno de los jefes del IRA en los años setenta y ochenta, quien acabó décadas después como Ministro de Educación y Vice-Ministro Principal de Irlanda del Norte. Sacaron a algún familiar de las víctimas en las teles británicas para preguntarles qué tal, que qué sentían al conocer la noticia, y estos dijeron, más o menos, que bueno, en fin, hemos rehecho un poco la vida y ahora nos dedicamos a esto otro y ahí está todo. A ti te matan al hermano, al hijo, a mamá o a la mujer, y él acaba como Vice-Ministro Principal. ¿Cómo te sientes, realmente? Hace tres años, se supo que a raíz del Acuerdo de Viernes Santo en 1998, el Gobierno británico, con Tony Blair, había enviado cartas comodín a 187 terroristas indultándolos de antemano por sus actividades. No pisarán nunca la cárcel ni se les perseguirá. Otros 423 terroristas, incluido 143 asesinos convictos, salieron de la cárcel gracias al acuerdo. Blair eligió la paz por encima de la justicia, y en 2015 se negó en el parlamento a pedir perdón por ello: "sin haber hecho eso, no tendríamos hoy un proceso de paz en Irlanda del Norte".
No por esperar unos años y esconder el arma querríamos que la Policía dejara de perseguirnos. No debería ser paz o justicia, sino paz y justicia
A mi modo de ver, las raíces del contrato social entre ciudadano y Gobierno, el Estado de derecho, no se encuentran en las pensiones o en el Estado de bienestar o, ahora, en el debate sobre las distintas formas de una renta básica universal. Todo eso viene después. La primera piedra es la ley y la violencia. El Estado se otorga, los ciudadanos otorgan al Estado, el monopolio sobre la violencia, y exigen, en condiciones normales, que haga un uso justo de ella. Si no, volvemos a Hobbes y Rousseau, y a la conocida cita sobre el "estado natural" de la vida humana: «solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta». Entiendo que hay dos sentidos principales a esa palabra "justicia": el proceso legal y luego que sea más o menos justo o aceptable el resultado de dicho proceso. En todo caso, el Estado debe—es su obligación—cumplir, en nombre de las víctimas. Porque podría ser mi hijo o el suyo, o los de Rajoy. ¿Y qué querríamos en ese momento, atormentados por el dolor e intentando seguir con la vida a falta de nuestros seres queridos? Al menos que se hiciera justicia. No venganza: justicia. Y como buenos ciudadanos, no esperaríamos menos si fuéramos nosotros los asesinos. No por esperar unos años y esconder el arma querríamos que la Policía dejara de perseguirnos. No debería ser paz o justicia, sino paz y justicia.
Seguid, amigos españoles, firmes y comprometidos hasta el final.
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