Son de sobra conocidas la afición, la vocación y la obsesión de Sánchez por colonizar las instituciones del Estado. Lo son porque ya ha dado muestras suficientes de ello invadiendo órganos e instituciones estatales con personajes que llevan cargadas su mochila con el encargo de convertirlas en instrumentos políticos al único servicio del propio Sánchez. Sin duda, el caso del Tribunal Constitucional constituye el paradigma más visible de lo expuesto. Tras enviar allí a un ex ministro de su Gobierno, a una antigua fontanera de su Moncloa y lograr que lo presida el que fuera Fiscal General del Estado en la etapa Zapatero, Sánchez ha conseguido que el Tribunal Constitucional se convierta en el cepillo borrador de los delitos y corrupciones cometidos por socialistas. Valga como ejemplo el ejemplo el escándalo de los ERE de Andalucía, caso en el que a los magistrados comandados por Conde Pumpido, el que estaba dispuesto a mancharse la toga con el polvo del camino -el camino de la izquierda, claro-, solo les falta sentenciar que en realidad no existieron los ERE. Mira que fueron cientos de millones los desfalcados por personajes como aquel que en palabras de su madre acumuló billetes suficientes como para asar una vaca, pero el poco cándido presidente del Tribunal y los seis cómplices que le acompañan están dispuestos a llenar sus togas de polvo y barro exonerando -uno a uno- a los delincuentes responsables de aquel latrocinio.
Sería la primera vez, al menos en la Historia reciente, que alguien deja su sillón en el Consejo de Ministros para situarse al día siguiente al frente de la entidad con sede en la plaza de Cibeles
Ahora le toca el turno al Banco de España. Una institución que, aunque ha perdido las competencias de política monetaria que antaño tenía, mantiene aún las importantes funciones de regulador y controlador de un sector tan relevante como el bancario. Y Sánchez, que no se anda con chiquitas, anda empeñado en que el nuevo gobernador de la entidad sea José Luis Escrivá, actualmente ministro de su Gobierno. Sería la primera vez, al menos en la Historia reciente, que alguien deja su sillón en el Consejo de Ministros para situarse al día siguiente al frente de la entidad con sede en la plaza de Cibeles pero ya se sabe que Sánchez está dispuesto a romper todos los moldes históricos de nuestra democracia. En esto también se parece en cierto modo a Zapatero, su alter ego, que sentó en el Banco de España a su antiguo Secretario de Estado, Miguel Ángel Fernández Ordóñez. A lo que se ve, el escaso respeto a la institucionalidad es cosa de los socialistas españoles.
Que el responsable de la regulación y control del sector bancario sea alguien que el día anterior formaba parte del Gobierno es una cuestión que no augura nada bueno para la independencia con la que deben ejercerse las funciones regulatorias y de control. Al respecto ha señalado el ministro Cuerpo que la independencia del Banco de España está asegurada por su estatus legal. Se equivoca el ministro, un estatuto jurídico es la condición necesaria pero no suficiente para que un órgano sea independiente en el ejercicio de sus funciones. La suficiencia viene constituida por la honestidad con la que el rector o los rectores de la institución cumplan con el deber de independencia en sus criterios y decisiones y, si no es así, de poco o nada sirve la regulación legal que confiere la independencia. El actual Tribunal Constitucional es un vivo ejemplo de lo que acabo de exponer.
¿Dónde ha quedado la prolongación de la edad de jubilación que entonces consideraba indispensable? ¿Dónde el aumento del periodo de cómputo para determinar la pensión que antes veía irrenunciable?
Pero además de lo escrito, sucede que el paso de Escrivá por el Gobierno no constituye precisamente un aval de sus condiciones para ser gobernador del Banco de España pues su gestión como ministro ha sido tan poco eficaz como en demasía irresponsable. Su escasa eficacia al gestionar el Ingreso Mínimo Vital ha sido clamorosa. Demoras injustificables en su aplicación, utilización escandalosa de las cifras -acumulando el número de beneficiarios en años sucesivos para intentar aumentar ficticiamente el efecto asistencia logrado- errores en la designación de los perceptores. En fin, un desastre. Pero su clamorosa ineficacia en esta cuestión es nada al lado de la grave irresponsabilidad que ha cometido al diseñar e impulsar la aprobación de la reforma del sistema público de pensiones, sistema al que introducido en la senda de su futura quiebra. Para constatarlo basta comparar las opiniones que él mismo mantenía antes de ser ministro con las medidas que ha implementado cuando ya lo era. Agua y aceite. ¿Dónde ha quedado la prolongación de la edad de jubilación que entonces consideraba indispensable? ¿Dónde el aumento del periodo de cómputo para determinar la pensión que antes veía irrenunciable? Se trata de medidas básicamente despreciadas en la reforma que, tras establecer un aumento estratosférico del gasto, hace pivotar el crecimiento de los ingresos casi exclusivamente en el encarecimiento del coste laboral de las empresas que, pese a todo, no alcanzará para cubrir aquel. Tamaña irresponsabilidad que garantiza el enrojecimiento de los números del sistema.
Un pedúnculo del Gobierno
Con una hoja de servicios como la que tiene, colocar a Escrivá al frente del Banco de España es una afrenta a la dignidad de la institución. Convertirle en el regulador y controlador del sector bancario asegura que el intervencionismo del Gobierno sobre las entidades bancarias alcanzará su cénit. Pero Sánchez es así, probablemente lo haga y encima querrá vendernos las virtudes técnicas del elegido. Es probable que las tuviera, sí, pero las enterró el día que juró su cargo como ministro y con toda seguridad no las va a desenterrar cuando sea designado gobernador. Muy al contrario, convertirá al Banco de España en un pedúnculo del Gobierno, en una correa de transmisión de las órdenes y deseos de Sánchez. Al tiempo.
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