Tenía mi hermano Javier un artículo que se llamaba así,"Escurrir el bulto", y hacía referencia a la conveniencia de no pronunciarse sobre cualquier cosa, en especial sobre las que no eres especialista, o como dice él, cuando tan sólo eres especialista en cuestiones generales. Pero el político no debe escurrir el bulto porque está para eso, para hacer bulto y resolver problemas. Apuntaba el filósofo Chaïm Perelman que el jurista está por encima del político porque tiene que dar respuestas a problemas muy concretos y no sólo dar ideas generales.Y más aun si, amén de jurista, es un político que no hace leyes sino que resuelve problemas concretos y, muy especialmente, si hablamos de una catástrofe.
Todo esto viene a cuento de la declaración de la “institución de la Presidencia del Gobierno” (como a sí mismo se llamaba Sánchez con motivo de la declaración ante el juez Peinado) difundida este sábado desde La Moncloa en la que, en breve, se apuntaban unas cuantas obviedades en relación a las prioridades de actuación en la tragedia de la gota fría de Valencia, pero, eso sí, se dejaba bien claro que la responsabilidad del asunto era de las Comunidades Autónomas aunque el Gobierno reaccionaría inmediatamente cuando el presidente Mazón lo requiriera. En este punto puso particular énfasis en subrayar que, en el momento en el que el presidente de la Comunidad Valenciana demandó mayor presencia militar en la zona devastada, su respuesta ha sido inmediata, elevando el número de efectivos desplegados en la zona desde 500 a 5.000. Concluyó su intervención con unas llamadas a la unidad y el habitual peloteo a los ciudadanos y ciudadanas, ellos y ellas, políticos y políticas, empeño al que dedicó más de la mitad de su intervención.
Me pregunto: si no lidera nada, ¿para qué hace una declaración institucional la persona que lidera la institución de la Presidencia del Gobierno? Pues para el “relato” de las narices, que tanto les importa. Podemos discutir quién es el responsable de no haber dado el aviso con tiempo suficiente: si la Aemet, que no previó el caudal de caída pensando que iba a ser 180 litros/metro cuadrado cuando fueron 600; si la comunidad autónoma que dio el aviso tarde; si el Gobierno central que debería haber declarado la emergencia nacional que prevé el artículo 23 de la ley 17/2015 del Servicio Nacional de Protección Civil.
Ese echar el balón fuera cuando el rival se lesiona, ese no hacer sangre del contrario ante su sufrimiento. Es la empatía, la compasión que te lleva a ayudar al prójimo espontáneamente y a liderar, si tienes poder o simplemente facultades, las situaciones de crisis. El que puede tiene que querer.
Habrá tiempo para deslindar responsabilidades jurídicas, cuestión no siempre sencilla, y responsabilidades políticas, más fácil pero tampoco rápido. Ahora lo que conviene es subrayar la responsabilidad como personas, la falta de liderazgo de nuestros políticos y su poca categoría humana, esa necesidad de estar a la altura de las circunstancias y deslindar lo que procede de lo que no procede. Ese mantener el respeto exigible a cualquier persona y, todavía más, a quienes nos gobiernan, o el decoro que reclama aplazar las necesidades y ambiciones propias ante la desgracia ajena para no aumentarla. Ese echar el balón fuera cuando el rival se lesiona, ese no hacer sangre del contrario ante su sufrimiento. Es la empatía, la compasión que te lleva a ayudar al prójimo espontáneamente y a liderar, si tienes poder o simplemente facultades, las situaciones de crisis. El que puede tiene que querer.
Desconozco cómo debe resolverse competencialmente la actuación ante esta desgracia, pero me da igual, porque lo que importa ahora es el liderazgo de las personas, el liderazgo político. No se puede tener la falta de decoro de decir en público que “yo aquí no me meto, si quiere algo, que lo pida” cuando eres el presidente del Gobierno. Sobre todo cuando no has tenido ningún remilgo en meterte en todas las instituciones del Estado, te corresponda o no, para controlarlas y dominarlas. Es más, ocurre que mientras la Dana engullía media Valencia, no tuviste ningún reparo en suspender la sesión parlamentaria en que la que se te criticaba pero diste luz verde a continuar con la que te permitía tomar el control de RTVE, pues parece que en esta institución si merece la pena meterse. Hay instituciones que sí e instituciones que no, oye. Y la dana es que no, porque no parece que pueda salir nada bueno de ella y, desde luego, ningún poder ni dinero: solo marrones, malos rollos y disgustos. “Que se encarguen las Comunidades Autónomas”, pensará, “como ya hicimos cuando la pandemia, que nos salió tan bien y cerramos el Parlamento unos meses”.
El conductor arriesga demasiado
Son las personas y son las instituciones, como decía en mi último artículo sobre los premios Nobel de Economía. Con motivo de la pandemia, usé un símil que viene ahora que ni pintado. Si el Estado es un autobús que conduce el Gobierno y se cruza inesperadamente un jabalí, quizá tengamos un accidente. Pero las consecuencias no serán las mismas si llevamos los cinturones de seguridad, hemos pasado la ITV, realizado las revisiones y llevamos los frenos bien. En un caso, quizá no pase nada, en otro quizá mucha gente resulte accidentada. Pero si encima al conductor le gusta arriesgar y excederse de velocidad, estamos perdidos. Me parece a mí que está Dana no va a permitir escurrir demasiados bultos.
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