Uno de los chascarrillos recurrentes cuando trabajas con encuestas es que hay un diez porciento de la población que te va a decir sí a casi cualquier pregunta. Esta es la cifra que cree, según los sondeos, que la tierra es plana, las vacunas te implantan un microchip y la NASA nunca aterrizó en la luna. No hay casi ninguna pregunta demoscópica que no consigas toparte con esa décima parte de chalados.
La explicación detrás de esta regularidad es una mezcla de factores. Por un lado, hay un porcentaje siempre significativo cuando haces un sondeo que está distraído y no está prestando atención a lo que le preguntas, y te dirán si casi sin pensar. Por otro, todos estamos un poco chiflados y tenemos ideas raras de vez en cuando. Nuestras creencias extravagantes suelen ser bastante aisladas (es decir, creer que Elvis está vivo no significa que creas que la tierra es plana), así que seguimos siendo bastante funcionales en el mundo real. Nuestras extravagancias también suelen ser en cosas bastante periféricas, así que no andamos asustando a la gente con nuestra profunda convicción de que los ciervos son malvados o Seur tienen planes terribles contra la humanidad.
Por desgracia, las crisis extravagantes no suelen limitarse a materias irrelevantes o filias y fobias sin importancia. Hay también un 10% de la población que tiene ideas políticas muy extravagantes, cuando no un tanto psicóticas, que suelen aparecer por los sondeos de vez en cuando. En tiempos pretéritos, estos señores (suelen ser señores) eran los tipos que andaban fumando cigarrillos y dando lecciones de vida a gente al azar en una barra de bar (los más inofensivos) o sentaban cátedra dando turras inacabables en la agrupación local de algún partido político. Quizá fueran un poco cargantes, pero eran inofensivos.
Hasta que se abrieron una cuenta en Twitter, Facebook o una red social cualquiera, y empezaron a monopolizar la conversación.
En esta era de política moderna con batallas en redes las 24 horas del día, sin embargo, los chiflados no solo son capaces de ahogar el debate, sino que acaban por dominar la conversación
El ataque terrorista contra Israel y su respuesta militar es un buen recordatorio sobre la existencia de este 10%. Durante los últimos días, visitar Twitter (me niego a llamarle de otro modo), Reddit, u otros antros parecidos se ha convertido en un ejercicio de navegación por mares de basura inacabables. Tenemos estos pesados capaces de creer en prácticamente cualquier estupidez divididos a partes iguales defendiendo uno y otro bando de la forma más irracional, estúpida y cargante posible. No en vano, internet se ha pasado toda la semana poco menos que debatiendo sin inventarse decapitaciones es más o menos grave que asesinar bebés, entre acusaciones de fascismo y manipulación por ambas partes.
En la era pre internet, cuando estos dos equipos de cretinos se liaban a gritos en un bar, podíamos básicamente irnos y eso bastaba para que nos dejaran en paz. En esta era de política moderna con batallas en redes las 24 horas del día, sin embargo, los chiflados no solo son capaces de ahogar el debate, sino que acaban por dominar la conversación.
Todo suele empezar con una falacia del hombre de paja. Tenemos dos políticos o dos opinadores más o menos razonables debatiendo. En algún momento uno de ellos cae en la tentación de coger la postura más extrema de alguien del bando contrario y exigir que su oponente la defienda. Poco importa que esa idea sea algo que viene de la mente calenturienta de alguien que vive en ese 10% de paranoicos insoportables. Hay que rebatirla. Diez minutos más tarde, estamos debatiendo sobre los gnomos de Zúrich y si el terrorismo puede ser un arma legítima en algún momento.
Ignorar las redes sociales
En una red social más o menos bien moderada, los tarados con ideas absurdas suelen estar contenidos. En esa época pre-Facebook y Twitter de los foros de internet, el equipo de moderación de humanos voluntarios era quien aseguraba que las cosas funcionaran. Ahora mismo tenemos una batalla entre idiotas paranoicos con imaginaciones hiperactivas y algoritmos, y los algoritmos están perdiendo por goleada.
Lo mejor que podemos hacer realmente es ignorar las redes sociales. No son el mundo real, no son representativas, y las voces más histéricas son las que suelen dominar la conversación. Los medios de comunicación deben que dejar de lado esa obsesión de buscar las voces y protestas más radicales y absurdas salidas de ellas y darles un altavoz enorme. Lo único que conseguimos es tener enormes debates totalmente estériles con gente que no tiene ningún contacto con la realidad y llenar nuestras mentes de basura.
La existencia de chiflados no es noticia. Es hora de dejarles en paz.
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