Opinión

Esos tipos no asustan a las bolsas

En la primera parte de 2023 hemos visto el mejor arranque del principal índice bursátil del mundo, el S&P500, de este siglo y los máximos históricos del Dax, alemán y del Cac francés. Incluso el Ibex, si incluimos los dividendos p

En la primera parte de 2023 hemos visto el mejor arranque del principal índice bursátil del mundo, el S&P500, de este siglo y los máximos históricos del Dax, alemán y del Cac francés. Incluso el Ibex, si incluimos los dividendos pagados, ha superado los niveles máximos alcanzados en febrero de 2020, justo antes de la pandemia. En general las rentabilidades llaman la atención pero mucho del beneficio viene de lo malo que fue 2022 en la mayoría de bolsas mundiales. Además, hay que tener en cuenta la alta inflación que hace que el poder adquisitivo se reduzca y por tanto aminore los beneficios reales. Tampoco el comportamiento ha sido similar, mientras los índices estadounidenses suben por el peso de unos pocos valores y no han superado los máximos de enero del año pasado. Por lo tanto se puede decir que están rebotando (todas lo hacen desde octubre, recordemos que, por ejemplo, el Ibex tocó ese mes los 7.200 puntos), en las europeas podemos afirmar desde hace meses que la tendencia es alcista.

No hay noticias tan buenas como para explicar racionalmente tanto “optimismo” porque los bancos centrales han seguido subiendo los tipos de interés, y no parece que el ciclo haya acabado

Un 2023 muy bueno para los que se arriesgaron a invertir en renta variable, y que en general ha borrado el mal sabor de boca de 2022. A toro pasado, es fácil explicar ahora que las previsiones eran demasiado pesimistas, que hace meses que ya se vieron los máximos de crecimiento interanual de los IPCs, que los resultados empresariales han salido buenos, que la guerra en Ucrania ha dejado de estar de moda, que sigue habiendo mucha liquidez en el sistema, que las empresas relacionadas con la inteligencia artificial se han disparado en el Nasdaq… pero lo cierto es que no hay noticias tan buenas como para explicar racionalmente tanto “optimismo” porque los bancos centrales han seguido subiendo los tipos de interés, y contra lo que pensaban muchos, no parece que el ciclo haya acabado y desde luego se ve muy lejano el que vaya a empezar uno de bajadas. Por otra parte, tanto Alemania como la Eurozona están en recesión, y ni siquiera eso parece hacer cambiar de opinión al BCE. Ver bolsas en máximos con economías en crisis no es nuevo pero habitualmente eso ocurría porque se descontaba un apoyo masivo de los bancos centrales para salir del agujero con dinero masivo y barato, y no es el caso.

Mi opinión es que el BCE (al que durante tantos años he acusado de actuar irresponsablemente por su masiva inyección de liquidez y los tipos de interés negativos, algo aberrante que sin duda han impulsado la fuerte reacción contraria de los últimos meses), cuya presidente debería haber dimitido en cuanto se constató su gran error al menospreciar el auge de la inflación ya en 2021, se ha metido en una trampa. Me explico: los tipos de interés debían subir, eso está claro, y los tipos reales siguen siendo negativos porque en la Eurozona -en España ya no- el IPC interanual es, por ejemplo, mayor que el Euribor a 12 meses, pero la mejor forma de luchar contra la inflación no es subir más los tipos de su nivel actual, puesto que la expectativa, que es lo que mueve las grandes decisiones de inversión, ya ha cambiado y se asume la desinflación. Lo que hace falta es drenar más la liquidez del sistema y mientras eso no pase es muy complicado llegar al 2% que calculan es el nivel ideal de IPC.

El balance del BCE sigue siendo enorme porque, aunque haya dejado de comprar deuda de los países, no la va a vender para no perjudicar a otros que están endeudadísimos

El miedo a un tensionamiento de los tipos de la deuda, incluso a una subida de las primas de riesgo, llevan a que el BCE actúe con enorme prudencia. De hecho, hasta hace unos días los bancos españoles tenían tanta liquidez gracias a los TLTRO del BCE, que no necesitaban remunerar los depósitos, y sólo ahora que han vencido, empezarán a ofrecer tipos competitivos para captarlos. Pero el balance del BCE sigue siendo enorme, porque aunque haya dejado de comprar deuda de los países, no la va a vender para no perjudicar a unos estados endeudadísimos que empiezan a sufrir con el aumento de los intereses. Quizás por eso sigue subiendo más los tipos de interés cuando es posible que ya no sea necesario hacerlo.

Este mes la Fed pausó las subidas pero declaró que habría más, en tanto que el BCE anunció otra subida en julio y dejó claro que le preocupa más la inflación que el crecimiento, el Banco de Inglaterra sigue dando por hecho que le quedan muchas más subidas (y eso que ya está en el 5%), ¡si hasta Turquía subió tipos cuando los estuvo bajando en máximos de IPC interanual! Esto ensombrece un poco el semestre que viene, para el que las expectativas, al revés que hace seis meses, son mucho mejores. No se habla ya de desabastecimiento energético o precios del petróleo y del gas prohibitivos. Parecen no tener en cuenta que el efecto de las subidas de tipos de interés ya se está notando en el mercado inmobiliario de muchos países y, poco a poco, irá afectando a un mundo que, no lo olvidemos, se mueve en gran parte gracias a la capacidad de endeudarse de consumidores, empresas y estados.

El efecto de un dinero más caro se va a notar en el consumo y en los costes, sin olvidar otros factores como la geopolítica

Más allá del optimismo por la temporada turística en algunos países o el efecto de los fondos europeos (que afecta positivamente a España, a lo que sumar -quizás- un posible cambio de gobierno a otro que guste más al capital y despierte mayor confianza inversora), a escala global la economía no está nada boyante. El efecto de un dinero más caro se va a notar en el consumo y en los costes, sin olvidar otros factores como la geopolítica. No se ha de olvidar que sigue habiendo una guerra en Europa en la que se enfrentan dos grandes bloques, a lo que se suma un cóctel inquietante, con un Putin que pierde el control de la situación, un Biden con enormes signos de senilidad y el riesgo creciente de una nueva guerra fría. Elementos que no colaboran en diseñar un panorama abonado para la tranquilidad.

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