Opinión

'España 2050' y los anuncios de compresas de Pedro Sánchez

El gran problema de Iván Redondo es que, cuando llegó a Moncloa, hacía ocho décadas que Leni Riefenstahl había sentado cátedra sobre la propaganda audiovisual. Veinte años después, los soviéticos

El gran problema de Iván Redondo es que, cuando llegó a Moncloa, hacía ocho décadas que Leni Riefenstahl había sentado cátedra sobre la propaganda audiovisual. Veinte años después, los soviéticos diseñaban carteles con la imagen de Yuri Gagarin con la hoz y el martillo a su diestra, como si antes de visitar el espacio hubiera hecho una parada en Leroy Merlín. La composición era absurda, pero había que dejar claro a los ciudadanos del mundo que el socialismo estaba detrás del diseño y el lanzamiento del cohete en el que atravesó la atmósfera.

El Gobierno ha presentado este jueves su proyecto de España para 2050 y lo ha hecho a través de un acto publicitario de los que tanto gustan en el palacio presidencial. Podría haber explicado el contenido del documento en un sencillo acto institucional, pero no ha sido así, pues Redondo debe creerse el dueño de una especie de fábrica de sueños, de ahí que haya tirado de una youtuber famosa, una jubilada voluntariosa, un burócrata de la Unión Europea y una estudiante de instituto. En otras palabras: ha tratado de obtener el respaldo de los diferentes 'estamentos' sociales en la puesta de largo de su idea. De demostrar que cuenta con el apoyo del pueblo.

Pero aquí chirría un fallo de guión: el Gobierno que convirtió el cortoplacismo y el cálculo maquiavélico en sus grandes ejes estratégicos no cuenta con la legitimidad necesaria como para proyectar el país a 30 años vista. No es mala idea subirse a los hombros del gigante y observar el horizonte para tratar de anticiparse a los grandes problemas futuros. Pero los ideólogos de la reforma del sistema de elección del Consejo General del Poder Judicial o de los golpes bajos a la oposición en el BOE quizás no tengan la credibilidad suficiente para emprender tales proyectos.

El discurso de Pedro Sánchez

Se ha esforzado Pedro Sánchez en su discurso en subrayar que el plan es “apartidista” y está basado en la evidencia empírica, pero claro, de la lectura del contenido se demuestra que no es así. O no del todo. Porque proyectar España sin hacer referencias directas al problema de los nacionalismos periféricos (no aparece la palabra 'independentismo' ni 'nacionalismo') es tramposo. Al igual que lo es el hecho de culpar a las diferencias fiscales entre las comunidades autónomas de “acentuar el reparto desigual de la población en el territorio”. ¿Es un ataque a Madrid o a las regiones forales?

Tampoco han dudado los 'expertos' en dar por bueno el trabajo de 2019 que afirmaba que, en unos años, el clima de Madrid será similar al de Marrakech, el de Barcelona al de Túnez; y el de Estocolmo al de Budapest. El Club de Roma predijo la máxima producción del petróleo para 1992 y todavía no está claro -no existe consenso- que ese punto se haya alcanzado. Y, en fin, en febrero de 2020, Fernando Simón desaconsejó el uso de mascarillas para contener la pandemia de covid-19. El poder suele jugar con el miedo para imponer sus medidas más impopulares -o para salvar el tipo o para beneficiar a quien sea- y no duda en recurrir a los estudios más extremistas para lograrlo. Cuando eso ocurre, y cuando eso se plasma en un informe, dicho documento quizás no se pueda elevar a la categoría de texto sagrado.

En cualquier caso, el contenido de España 2050 no era lo verdaderamente importante para el Ejecutivo. La clave es la pompa, la niña responsable que expresa su deseo de construir un mundo mejor; y la jubilada voluntariosa que resalta lo que ha avanzado España en los últimos 40 años. Antes, se recurrió a un pianista pedante o al familiar -destrozado- de una víctima de covid-19.

El contenido de España 2050 no era lo verdaderamente importante para el Ejecutivo. La clave es la pompa, la niña responsable que expresa su deseo de construir un mundo mejor; y la jubilada voluntariosa que resalta lo que ha avanzado España en los últimos 40 años

Hace un año, se convocó un acto frente al Palacio Real para homenajear a los muertos por covonavirus. Se hizo en un intento de cerrar un ciclo e iniciar un verano en el que había que salvar el turismo. Semanas después, Sánchez declaró la victoria frente al patógeno en la sede de la soberanía nacional. Tras esto, se inició el sainete sobre los 140.000 millones de euros de la Unión Europea, que ni han llegado ni se sabe cómo llegarán, pero que ha servido para tener a unos cuantos mandarines de la Corte a la expectativa, en silencio y sin protestar.

Posteriormente, se habló de planes de resiliencia y del futuro de España. Y siempre que termina un acto de este tipo, cualquiera tiene la sensación de que el país que describe Pedro Sánchez está cada vez más alejado de la realidad. Y de que los discursos en los que habla de transparencia, buen gobierno, buena vecindad y virtud son pura palabrería. Cada vez más inverosímil e increíble.

Este jueves se ha puesto de largo el proyecto de España 2050. Ahora bien, merecería la pena trasladar una pregunta a Moncloa, una vez el presidente ha leído su enésimo discurso escrito con el tono de un anuncio de compresas: ¿cómo y con qué dinero se van a alcanzar esos objetivos? Y otra más acuciante: ¿cómo van a sobrevivir los españoles hasta entonces? ¿Y qué postura va a adoptar el país en este clima de 'guerra fría heterodoxa' y pérdida de peso de la UE? Que las cuestiones fundamentales no empañen la propaganda.

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