Al mundo anglosajón le gusta estereotipar a los españoles. Lo hacen siempre con las mismas tonterías para lo más folclórico: la siesta, los encierros, el sol, la sangría y el flamenco; y con las mismas acusaciones para lo malo: un Estado racista heredero de su pasado colonial y, ahora, machista.
Este relato se topa muchas veces con la realidad de los tiempos. El retrato mediocre de nuestro país que se hace desde Londres o Nueva York choca con los millones de visitantes que cada año encuentran en España; por un lado, una sociedad vibrante, emprendedora, acogedora; y, por otro, calidad de vida, arte y cultura.
Nada es casualidad. Ni tampoco es nuevo; porque anglosajones, francófonos e hispanos han pugnado siempre por imponer su dominio cultural en el mundo. Es una batalla de siglos que se libra ahora con armas modernas. Y en este punto somos los más rezagados. El valor de medios universales como la BBC, CNN o France 24 es impagable, porque desde una aparente imparcialidad lo que ofrecen es la visión sesgada que Reino Unido, Estados Unidos y Francia tienen sobre el mundo, con sus intereses y clichés.
Otro de los errores mayúsculos que hemos cometido es dejar escapar a las élites de América Latina, que antes tenían a la Universidad española como referencia cultural y de formación. Hoy esas élites estudian en Estados Unidos o Gran Bretaña y cualquier parada en España es desgraciadamente una mera anécdota.
Defender la Marca España
Después de hundir la economía mundial en 2008, Estados Unidos estuvo años señalando a España como el país de Europa que haría caer el euro. Éramos cerdos (PIGS). Sus mentes más preclaras dedicaron tiempo, esfuerzo, artículos y columnas en destruir la imagen del país. Y lo consiguieron. Hasta tal punto que el entonces Gobierno de Rajoy dio a luz a la iniciativa Marca España en un intento por mejorar nuestra reputación en el extranjero.
El caso Rubiales ha convertido España en portada del mundo entero. Televisiones, medios de prestigio y agencias internacionales llevan semanas retratándonos como un país machista. Y llueve sobre mojado, porque antes de las vacaciones éramos racistas por silbar a Vinicius en los estadios.
Es cierto que estos dos episodios han contado con la inestimable colaboración del propio Rubiales y, en el caso del Madrid, de su presidente, Florentino Pérez. Cuando una institución universal como el Real Madrid es capaz de acusar a todo el fútbol español de racista, poco o nada puede hacer la Marca España. Es un regalo para que el universo anglosajón utilice sus mejores leads sobre algún personaje de la leyenda negra o la inquisición y convierta a Valencia en la ciudad más racista del mundo.
El chef José Andrés
La imagen de España sufre una crisis reputacional. Y esto afecta a la economía, porque en época de cancelación las empresas se lo piensan dos veces antes de meter dinero en un país que le puede dar problemas con los inquisidores del siglo XXI.
Algo estamos haciendo mal si nuestra primera línea de defensa contra este relato es el chef José Andrés, Carlos Alcaraz, Pau Gasol, Antonio Banderas, Javier Bardem o Rafa Nadal. Ellos, por supuesto suman, pero una verdadera estrategia para combatir el relato torticero de los anglosajones requiere tiempo y recursos. O nos quedaremos siempre en el anuncio de turno protagonizado por nuestras estrellas más internacionales, que tiene más eco dentro que fuera porque suele ser espectacular, pero que realmente no sirve para nada.
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