Opinión

España en Blanco y rojo

Quiero negarme a pensar que todos los socialistas españoles son como Sánchez

¿Qué pensaría Miguel Ángel Blanco si viera lo que estamos viendo? Con toda seguridad lo mismo que pensamos la inmensa mayoría de los que nos manifestamos hace veinticinco años protestando por el bárbaro, brutal, vil y cruel asesinato que sufrió a manos de una banda terrorista bárbara, brutal, vil y cruel: ¿Cómo es posible que un presidente de gobierno socialista esté besándose en los morros con los que pertenecían a aquella organización de asesinos que han sido personalmente condenados por actos de terrorismo? ¿Cómo es posible que un partido como el PSOE haya aparcado cualquier escrúpulo moral a cambio de poder contar ahora con el puñado de votos que le proporcionan en el Congreso los que otrora empuñaban pistolas, secuestraban y mataban? ¿Dónde ha quedado la ética de la izquierda española?

Conozco, seguro que todos conocemos, a hombres y mujeres militantes del PSOE descontentos con esa deriva asumida por Pedro Sánchez que le empuja a abrazarse con los responsables, cómplices y conniventes de múltiples extorsiones, secuestros y asesinatos. Seguro que a muchos socialistas les disgusta el trueque realizado por su líder mediante el que entrega la dignidad de su partido a cambio del apoyo parlamentario a su Gobierno, incluso les repugna. Seguro a muchos también les molesta, incluso les solivianta, que Sánchez pacte el contenido de la ley de Memoria Democrática con el espeluznante entramado que representa Bildu. Pero son pocos, ciertamente muy pocos, los que se atreven a decirlo en público. Uno ha sido Felipe González que, dispuesto a salvaguardar su ética y dignidad personales, ha expresado públicamente su contrariedad ante la inicua fechoría de Sánchez. Pero ¿y los demás? ¿Por qué callan?

El silencio de los corderos no exonera a éstos de su responsabilidad moral por los crímenes que silencian. Que se pongan de perfil cuando el líder de su partido arroja por el sotavento del mercadeo de votos la ética que su partido practicó en el babor de la política durante más de cien años resulta difícilmente comprensible. Que miren por la ventana cuando su líder pisotea la memoria histórica de los demócratas que fueron -fuimos- víctimas de las acciones terroristas pactando con los que las llevaron a cabo, las aplaudieron, y no las condenan no es asumible. Entonces ¿Por qué no se rebelan? ¿Qué ha pasado y que está pasando en el PSOE? El cambio operado en el partido queda escenificado con la radical diferencia existente entre la actitud mantenida antaño por el entonces alcalde socialista de Ermua y la que mantiene hogaño el actual alcalde, también socialista ¿Es la diferencia entre Carlos Totorika y Juan Carlos Abascal representativa del camino recorrido por la militancia socialista?

Esto puede ser lo preocupante, que el “todo vale” practicado de forma bastarda por Sánchez sea asumido como frontispicio de su acción política por el conjunto de la militancia socialista

Que Sánchez ha demostrado su carencia de límites, y consecuentemente de escrúpulos, es un dato objetivo. No obstante, siendo grave para España y para la democracia, no constituye un hándicap irreversible, pues con el instrumento democrático del voto los españoles podemos expulsarle del universo institucional que actualmente ocupa. Pero que haya podido arrastrar al socialismo español a la ciénaga de su indignidad sí constituiría un serio revés para nuestro futuro. Esto puede ser lo preocupante, que el “todo vale” practicado de forma bastarda por Sánchez sea asumido como frontispicio de su acción política por el conjunto de la militancia socialista. Sería una traición a su propio partido y un peligro para la democracia española.

¿Qué hacen entonces los hombres y mujeres del PSOE que conozco yo -y que conocemos todos- ante la situación descrita? Y sobre todo ¿Qué harán? ¿Seguirán callados como han callado hasta ahora? ¿Seguirán de perfil como perfilados están ahora? ¿Seguirán mirando por la ventana como miran ahora? Personalmente, quiero negarme a pensar que todos los socialistas españoles son como Sánchez. Quiero negarme a pensar que un alto porcentaje de españoles puedan tener semejante podredumbre moral. Quiero negarme a pensar que millones de compatriotas sean de tal calaña. Puedo pecar de ingenuo, pero quiero negarme. Una cosa es cierta, la duda sobre mi posible ingenuidad no será eterna. El silencio de los corderos puede responder a la presión familiar, social, incluso laboral, del entorno en el que cada cual vive, se relaciona y trabaja, pero la garantía democrática que supone el carácter secreto del voto pone fecha límite para despejar la incógnita relativa a si soy o no un ingenuo. Es lo bueno de la democracia, permitir que el dilema moral actual de los socialistas españoles pueda resolverse en el segundo en el que deslicen un pequeño trozo de papel por la ranura de una pequeña caja sin que nadie, nadie, pueda presionarles. Será su hora, su cita con la Historia, el momento en el que puedan juzgar a Sánchez, y la oportunidad de demostrar que no todos son como él.

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