Opinión

España enloquecida: cuando lo absurdo es verosímil

Pues es cierto, algunos, que no todos los columnistas de la llamada crónica de la actualidad, llevamos meses, qué digo meses, años, escribiendo la misma columna. Tan cierto como que los lectores están leyendo más o menos semejantes obs

Pues es cierto, algunos, que no todos los columnistas de la llamada crónica de la actualidad, llevamos meses, qué digo meses, años, escribiendo la misma columna. Tan cierto como que los lectores están leyendo más o menos semejantes obsesiones y preocupaciones desde que gobierna España un mago con la fórmula de mezclar clavos con setas, una operación interesante que termina dándole la suma para seguir en la Moncloa. Ganar elecciones no gana, pero eso a quién le importa a estas alturas. Asegura Andrés Trapiello que, de tanto insistir algunos columnistas en escribir lo mismo, y una buena parte de lectores de periódicos en leer lo que esperan, el presidente-forense va sacando pecho con esos andares de vaquero del Oeste siempre a punto de desenfundar. "Sánchez nos quiere, además de locos, hartos. Bueno, Andrés, el hartazgo para aquellos que son pacientes nunca es definitivo. También las úlceras se curan.

Conviene no flagelarnos porque escribamos siempre el mismo artículo. A fin de cuentas, el periodismo, cuando se ejerce con convicción, se resume en tres palabras: contra el poder. Contra todo tipo del poder, que eso es lo que entienden los políticos en la oposición y olvidan al llegar al poder.

Cierto ciertísimo, las mismas e impecables columnas y las mismas intervenciones en las tertulias radiofónicas, mientras que otros compañeros se afanan en capear el temporal a base de enjaretar textos e intervenciones sobre el presidente de Israel, cuyo nombre no escribo no sea que se me llene la pantalla de sangre, el cambio climático o las bondades del silencio. ¡Ay, el silencio, cómo suena el silencio en estos tiempos que reclaman cualquier cosa menos olvido! Todo con tal de no dar una opinión sobre el desastre institucional y político que vive este país por culpa de una fachoesfera irredenta que no para de criticar la amnistía que ha hecho presidente a Sánchez; esa canallesca que no ceja en contar los movimientos sospechosos e inapropiados de la mujer de Sánchez con algunas empresas.

Pavor a las verdaderas noticias

Siente uno pena, lástima, de Begoña Gómez, pobrecita, que ha llegado a amenazar a los compañeros de El Confidencial porque siguen denunciando sus extraños vínculos con algunas empresas. Debe estar temblando Nacho Cordero, seguro que sí. Ni ella ni su ínclito marido están acostumbrados a la fuerza de los hechos. Claro que cuando lo que tienes a tu disposición es un grupo parlamentario y un partido hecho a la medida que te aplaude y agradece el salario, los hechos importan lo que importan, nada. Señora, es eso que llaman ahora los politólogos, carga factual la que hace que un periódico esté publicando sus andanzas y relaciones empresariales.

Contra hechos no valen razones, y menos correos electrónicos amenazando a un periodista que está cumpliendo con su obligación. Quizá, seguro, que Begoña Gómez no sabe de qué va esto tan molesto e ignore que una verdadera noticia es algo que alguien en algún lugar del mundo quiere esconder y que el resto es propaganda. Tuve en la Facultad a un profesor que aprobaba con tal de que nos aprendiéramos de memoria la definición de lo que es una noticia. Con razón le sobraba todo el temario, y qué razón tenía Gonzalo Abril. 

Al hilo de lo que escribo no me canso de recomendar el último artículo de Jesús Cacho, Los Ceausescu. Tenga cuidado al leerlo y no se confunda porque, aunque la risa saltará con facilidad ante las innegables semejanzas de ambas parejas, la pesadumbre y la tristeza del país que la columna relata sólo provoca pena, cuando no desesperación.

Ahí cuentan que Rubiales no tiene ni para pagarse una Coca Cola, que el tal Koldo desea la muerte antes que contar lo que vio en Barajas el día que vino la vicepresidenta venezolana con un montón de maletas

Para quienes crean que algunos escribimos lo mismo desde hace cinco años, porque cinco son los que lleva el presidente-forense en el poder, que sepan que esto ha sido así desde hace mucho tiempo. Leo y releo algunos Episodios Nacionales. Acabo de terminar Luchana, junto al de Mendizábal, dos obras maestras de nuestra Literatura.

En el Episodio 24, que es Luchana, es fácil descubrir a don Benito harto y desesperado de ver lo que sucede en su país, y desde esa desesperación asegurar que “España está loca. Su manía consiste en hacer verosímil lo absurdo”. Entonces, el columnista abre un periódico sin importar mucho si es el de hoy o el del martes pasado, basta que con que sea un periódico que forme parte de la prensa que hace bien su trabajo y por eso desprecia este Pedro Sánchez, que para nada es Mendizábal.

Ahí cuentan que Rubiales no tiene ni para pagarse una Coca Cola, que el tal Koldo desea la muerte antes que contar lo que vio en Barajas el día que vino la vicepresidenta venezolana con un montón de maletas que no pasaron por los mecanismos de seguridad; es el mismo Koldo el que muestra a Isaac Blasco su extrañeza de que alguien -¿alguien?-, quiera dejar al margen a Armengol, a Illa y hasta al presidente; esa prensa que sigue informando y recordando por qué y gracias a qué Sánchez es presidente; la que insiste en los cambalaches de Begoña Gómez con algunas empresas amigas por las que puso su firma en un papel; la que denuncia que el Parlamento no controla al Gobierno porque el Gobierno quiere controlar a la oposición. Es esa misma prensa que informa de que el consejo de administración de RTVE, presidido ahora por una señora militante socialista, y a la que la gestión de una fábrica de patatas fritas le quedaría grande, haya estallado ante la contratación de un humorista. Nada hay más indigesto y zafio que el humor en manos de un político.

¿Qué haría Pérez Galdós con todo este material? Supone el cronista que darle forma de Episodio y seguir en la línea ya conocida: “España está loca. Su manía consiste en hacer verosímil lo absurdo”. Don Benito lo seguiría clavando. 

Madrileños que parecemos catalanes

La polarización, que tanto interesa a Sánchez, empieza a dar sus resultados. Empezamos a parecernos a los catalanes en algunas cosas que ellos han ido asimilando y perfeccionado a base de paciencia. Qué razón lleva el historiador Jordi Canal cuando asegura que Cataluña es hoy una sociedad decadente y empobrecida por las políticas nacionalistas.

No pretendo que una experiencia personal sea concluyente o tenga al más mínimo valor de prueba científica, pero el hecho es que constato que últimamente las comidas de amigos, antes divertidas y bien aprovechadas, se van convirtiendo en un acto tedioso en el que hablar o discutir de política nacional es señal inequívoca de que algo va a terminar mal. Uno descubre con estupor que también tiene amigos que ahora defienden la amnistía o que la prefieren con tal de no ver a Feijóo en la presidencia. "A ver si la mujer del presidente sólo va a quedar para ver a niños con cáncer o poner la pegatina de la Cruz Roja", me dijo alguien la semana pasada. Al final acabamos hablando de fútbol, el cambio climático, lo bonito que está Madrid -sin nombrar al alcalde, claro-, y el silencio. De las ventajas del silencio.

Ánimo presidente, no cejes. Cuánta más polarización, mejor para ti y la siniestra compaña que te ha puesto donde estás. Es verdad lo de Juan Ramón Jiménez, "con ruido no veo". La cuestión es que cuando el ruido es incesante tampoco oímos y aún menos escuchamos. Sí, don Benito, sí, hoy como en su Episodio, España está enloquecida y aquejada de los mismos síntomas e incapaz de discernir entre lo absurdo y lo verosímil, pero sin Juan de Dios Mendizábal de primer ministro.

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