Más de 35.000 personas acudieron el sábado pasado al estadio del RCD Español en Cornellá (Barcelona), pese a las previsiones de lluvia, para presenciar un partido de fútbol amistoso de la selección española, con escaso interés deportivo y contra un rival más bien modesto.
No hubo contenedores quemados, ni pedradas contra la policía, ni pancartas con consignas políticas, ni cánticos ofensivos. El ambiente antes, durante y después del partido fue alegre, con protagonismo de jóvenes y familias. Los "fachas" que llenamos las gradas dimos una lección de civismo. Los activistas y mercenarios que abundan en la prensa local buscaron en vano banderas con el águila y otras imágenes con las que seguir estigmatizando a quienes nos sentimos españoles.
El éxito de la selección española se une a una larga ristra de malas noticias para el separatismo, que ya no puede ocultar su división y agotamiento: la sentencia que devuelve al castellano carácter de lengua vehicular en la escuela, las revelaciones sobre las conexiones rusas de Puigdemont, las encuestas que constatan un descenso de los partidarios de la independencia… La pandemia, la crisis económica y la guerra de Ucrania han sido una bofetada que nos ha devuelto a la dura realidad. No son tiempos propicios para demagogos y proyectos utópicos.
Los catalanes constitucionalistas llevamos reclamando desde hace años un incremento de la presencia del Estado. La respuesta ha sido siempre tardía, tibia e insuficiente, pero no nos desanimamos
La selección no jugaba en Cataluña desde el 18 de febrero de 2004, hace 18 años. En aquel entonces, en el Parlamento autonómico, los separatistas confesos no llegaban al 20% de los escaños, pero Maragall y Zapatero ya habían activado la reforma del Estatut, una auténtica bomba de relojería que desataría una espiral reivindicativa y provocaría un conflicto institucional sin precedentes.
Durante los años del "procés", España desapareció simbólicamente de Cataluña, cuyo paisaje se llenó de banderas esteladas. Ser independentista se convirtió en lo guay, moderno y democrático. La consigna nacionalista, secundada entusiastamente por el populismo de izquierda, era asociar lo español al fascismo. Se pusieron en marcha campañas de propaganda dignas del Kremlin para denigrar a la democracia española, aparentar unanimidad e intimidar a los "fachas".
Los catalanes constitucionalistas llevamos reclamando desde hace años un incremento de la presencia del Estado, para que con sus recursos materiales y simbólicos contrarreste al poderoso separatismo. La respuesta ha sido siempre tardía, tibia e insuficiente, pero no nos desanimamos y continuaremos defendiendo nuestros derechos y los de todos los españoles.
Una de las asociaciones que más ha dado la cara en las calles ha sido Barcelona con la Selección, constituida por un grupo de jóvenes que organiza actividades de todo tipo para promover la presencia de la selección nacional en la capital catalana. El pasado sábado, mientras observaba como miles de personas disfrutaban del partido, mis recuerdos se dirigían a dos de las colaboradoras de dicha asociación, Ruth y María Rosa, que en 2016 fueron agredidas y robadas por un grupo de salvajes al grito de "putas españolas, os vamos a matar". Todos estamos en deuda con ellas.
El partido de la selección fue precedido por la visita del buque-escuela Juan Sebastián Elcano. Durante los 5 días que estuvo en Barcelona, unas 12.000 se agolparon en largas colas para visitarlo. Las entradas se agotaron en pocas horas. Uno y otro hecho demuestran que cuando España comparece en Cataluña, los constitucionalistas respondemos.