El nivel de discusión que se observa en nuestro país es meramente tabernario, de muy poca enjundia, típico de países cuya calidad democrática es pésima. Escuchar las ayusadas, y ver cómo no tan sólo su líder Casado, sino también Sánchez se aplican a imitarla produce grima. Lo último, la cascada de reacciones ante unas declaraciones ponderadas del ministro de Consumo, Alberto Garzón. En ellas, Garzón alertaba contra el consumo masivo de carne, especialmente de carne roja, y proponía la necesidad de tomar las medidas correctoras, exactamente como propone Europa, reclama la OMS o piden nutricionistas y pediatras. Además, Garzón proponía favorecer una ganadería extensiva frente a aquella intensiva, dominante en nuestro país. Pues hete aquí, en Españistán, no hay tutía, entre las fotos de los filetones que se tomaban ciertos políticos, en nombre de la libertad “a lo Aznar”, ¡quién es usted para decirme los vasos de vino que puedo tomar!, y el chascarrillo del chuletón al punto de Sánchez, aquí paz y después gloria. La evidencia es abrumadora, sin matices, en la forma y en el fondo, a favor de los argumentos de Garzón, frente a los chascarrillos de tasca de bar.
Los chascarrillos son todavía más sonrojantes cuando uno, en este caso el presidente del gobierno, parece que no se ha leído el Informe España 2050 de su propio Gobierno. En su página 190 se señala: "Será igualmente necesario reducir el consumo de ciertas materias primas y productos (...) el consumo de carne de la población española es entre dos y cinco veces superior al recomendable". Tal como señala la ONU en su programa Actúa Ahora, Act Now, comer menos carne, especialmente roja, ayuda a ahorrar agua y reduce las emisiones de gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global (véase https://www.un.org/es/actnow/about).
La degradación de la tierra, la disminución de la fertilidad del suelo y la degradación del medio marino están disminuyendo la capacidad de la base de recursos naturales para suministrar alimentos
El objetivo número 12 de la ONU para un desarrollo adecuado, consiste en garantizar modalidades de producción y consumo sostenibles, entre ellas en la alimentación. Como datos destacables, tal como señala la propia ONU, “si bien los impactos ambientales más graves en los alimentos se producen en la fase de producción (agricultura y procesamiento de alimentos), los hogares influyen en estos impactos a través de sus hábitos y elecciones dietéticas. Esto, en consecuencia, afecta el medio ambiente a través del consumo de energía relacionada con los alimentos y la generación de residuos. Dos mil millones de personas en todo el mundo tienen sobrepeso o son obesas. La degradación de la tierra, la disminución de la fertilidad del suelo, el uso insostenible del agua, la sobrepesca y la degradación del medio marino están disminuyendo la capacidad de la base de recursos naturales para suministrar alimentos. El sector de la alimentación representa alrededor del 30% del consumo total de energía en el mundo y un 22% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero”. Y entre las metas para alcanzar este objetivo número 12, señala específicamente, “De aquí a 2030, asegurar que las personas de todo el mundo tengan la información y los conocimientos pertinentes para el desarrollo sostenible y los estilos de vida en armonía con la naturaleza”. Pero da igual, seguro que los Casado, Page, Revilla o Sánchez saben mucho de alimentación y consumo responsables, por no hablar de sus aportaciones a la lucha contra el cambio climático.
Pero el consumo excesivo de carne, como es el caso de nuestro país, no solo es un problema de que el coste en emisiones de producir proteínas sea muy alto, que lo es, sino también de salud pública. El consumo de carne procesada y roja aumenta el riesgo de cáncer, especialmente como propagador de metástasis. Pero da igual, como quien puso de manifiesto todos estos y cada uno de los problemas es un “social comunista”, leña al mono que es de goma. ¡Qué nivel! Seguro que si la ocurrencia procediera de esa luz de la sabiduría llamada Isabel Díaz Ayuso, esos mismo hubiesen loado la apertura de mentes de la susodicha.
Proyecto Inherit: mucho que ganar
Las palabras de Garzón ya han sido asumidas en otros lares de nuestra querida Europa por gobiernos de ideología distinta. Porque lo que es cierto, lo es en Madrid, en Tombuctú, o en Laponia. Y también se han financiado distintos proyectos como Inherit (https://www.inherit.eu/) que lanzaron propuestas a favor de un modelo de vida, movilidad y consumo sostenible con el medio ambiente. Por lo que se ve, aquí, los de los chascarrillos o no saben de nada, muy probable, o se la bufa todo en pos de maximizar el número de votantes.
Respecto al consumo, Inherit afirma “Nuestros sistemas de producción masiva de alimentos (agricultura industrial a gran escala) ofrecen productos de bajo coste a un alto precio para la naturaleza, los animales y la salud humana (y se cobran su precio a los agricultores locales). La agricultura excesiva afecta a las funciones del suelo y disminuye el valor nutricional de los alimentos que consumimos, mientras que el consumo excesivo de carne procesada y roja puede provocar cáncer y perjudica al medio ambiente. La proliferación de la comida rápida y barata, así como la forma en que nos movemos y vivimos, está contribuyendo directamente al aumento de las tasas de obesidad y los casos de diabetes 2. El consorcio INHERIT está investigando estas alarmantes tendencias e identificando puntos de inflexión que podrían cambiar a mejor los comportamientos de consumo… Inherit aspira a presentar escenarios más sostenibles para modificar esta ecuación”.
Lo más increíble es que al final la propuesta de Alberto Garzón, a favor especialmente de una ganadería y agricultura extensiva, beneficiaría enormemente a los agricultores y ganaderos españoles, especialmente en aquellos productos protegidos por una denominación de origen. España no tiene nada que perder en este proceso de cambios de hábitos de consumo compatibles con el medio ambiente, muy al contrario, reforzaría un sector primario, donde somos líderes europeos, que nos permitiría luchar contra la España vaciada. Pero, da igual.
El problema, la megaindustria cárnica
Hay además una razón de fondo sobre la necesidad de disminuir y vigilar el consumo de carne actual, así como promover la ganadería extensiva: el papel de las inmensas plantas de procesado de carne como uno de los factores detonantes de distintas plagas, entre ellas la Covid-19 o la gripe aviar. Esta es la tesis que sostiene Mike Davis, sociólogo e historiador estadounidense, en su libro “Llega el monstruo. Covid-19, gripe aviar y las plagas del capitalismo”, traducido al español por la editorial Capitán Swing en 2020 y totalmente recomendable para entender lo que está sucediendo, donde hizo ya allá por 2007 un pronóstico aterrador de la nueva amenaza global de catástrofes virales, entre ellas la pandemia.
Dentro de los factores propagadores de estas catástrofes virales, Mike Davis señaló el papel de los grandes gigantes productores de carne por la alta densidad de animales que habían creado nuevas vías para la transmisión de la enfermedad a través de las formas de eliminación de residuos inadecuadas, del contacto directo o de la transmisión aérea. Las inmensas plantas de procesado de carne maximizan la acumulación de carga viral y la subsiguiente deriva antigénica. Hoy más que nunca es necesaria una reestructuración de la producción de carne que proteja el medio ambiente y favorezca a los pequeños productores, muchas veces absorbidos y fagocitados por las grandes industrias cárnicas. Como señala Davis, “resulta imperativo no permitir que las finanzas de la agroindustria desbanquen las prioridades mundiales de vigilancia de la pandemia y de bioseguridad humana”. Por eso resulta muy desoladora la actitud chusquera de ciertos políticos.
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