Opinión

España se para

Si el tiempo que dedican Sánchez y los suyos a manipular sus propios datos económicos y a intentar manipular los proporcionados por otros lo emplearan en mejorarlos realmente, la economía española ofrecería un aspecto más saludable

El dato de crecimiento del PIB en el primer trimestre del año que ha proporcionado el Instituto Nacional de Estadística: un exiguo 0,2% que incluso rebaja el dato avanzado por el propio INE, evidencia el más que preocupante parón de la economía española. Tras conocerse, poco han tardado los exégetas de Sánchez en pretender minimizar la relevancia del frenazo económico, utilizando dos justificaciones relacionadas entre sí. Primero, lo atribuyen exclusivamente a la invasión de Ucrania perpetrada por Putin, ese criminal de guerra. Y pretendiendo probar lo anterior, esgrimen que el stop sufrido por la economía española es generalizado en nuestro entorno. Una vez más, se engañan y nos quieren engañar a todos.

De entrada, siendo innegable que la guerra entre Rusia y Ucrania está teniendo efectos económicos perversos, conviene recordar que la invasión de Putin no tuvo lugar hasta el 24 de febrero. Quiere eso decir que el periodo afectado por las consecuencias del conflicto abarca solo un tercio del primer trimestre del año. Algo parece indicar que el parón de nuestra economía responde también a otras causas internas. Y, en efecto, así se confirma al observar que las consecuencias sufridas por los países de nuestro entorno no tienen la dimensión de la debacle española.

Lo cierto es que la realidad está siendo aún peor de lo que cabía presagiar: España está parada, mientras el Gobierno Sánchez se recrea en sus disputas internas

Según los datos de Eurostat, el PIB de la Eurozona ha crecido en el primer trimestre un 0,7%, más que triplicando el crecimiento del español. Si se engloba a los países que no optaron por la moneda única, el aumento del PIB de la Unión Europea ha sido el 0,6%, tres veces más que el habido en España. Finalmente, el conjunto de los países que integran el G-20 ha tenido un crecimiento del 0,7%. No hay duda. El comportamiento de la economía española está siendo peor -notablemente peor- que el de los países comparables, circunstancia recurrente en los últimos años. Algo se está haciendo mal. Es verdad que los términos en los que se formó el Gobierno no auguraban nada bueno. Una coalición con un grupo político de extrema izquierda (UU. PP.) y apoyo parlamentario de independentistas golpistas (ERC), herederos del terrorismo (Bildu) y expertos en el arrendamiento de sus votos (PNV). Lo cierto es que la realidad está siendo aún peor de lo que cabía presagiar: España está parada, mientras el Gobierno Sánchez se recrea en sus disputas internas y tiene que dedicarse a lamer las pretendidas heridas de sus socios parlamentarios.

Para enderezar el rumbo, existen varios parámetros que deberían modificarse en la acción de Gobierno. De entrada, que empezara a preocuparse por la realidad económica en vez de hacerlo por la imagen que de la misma se proyecta a la sociedad que, hasta ahora, es su auténtica preocupación. De ahí su incomodidad con el INE, finalizada con la destitución de su director general que ha sido sustituido por un palafrenero de Escrivá, ese ministro incapaz -hasta ahora- de culminar la reforma de las pensiones. De ahí su permanente disgusto con el Banco de España donde, afortunadamente, no pueden destituir al Gobernador. De ahí el escandaloso maquillaje de las cifras de empleo perpetrado merced a la contrarreforma laboral de Yolanda Díaz. Si el tiempo que dedican Sánchez y los suyos a manipular sus propios datos económicos y a intentar manipular los proporcionados por otros lo emplearan en mejorarlos realmente, la economía española no sufriría el parón que está sufriendo.

Es indiscutible su debilidad parlamentaria, pero también lo es que la denominada geometría variable le ofrece posibilidades de apoyos alternativos en el Congreso para según que materias

En segundo orden, que dejaran de pelearse dentro del propio Gobierno. El espectáculo diario que nos están proporcionando es de los que hacen época y, como muestra, basta con constatar el último que acabamos de percibir ayer mismo. Que unos miembros del Gobierno se manifiesten contra un evento internacional organizado por el propio Gobierno daría contenido al mejor chiste de Gila si no fuera porque en verdad resulta dramático. El daño ocasionado al prestigio de España y, por ende, a nuestra posición en el mercado de inversiones internacionales constituye un auténtico crimen de lesa patria.

En tercer lugar, que el Gobierno rompiera las cadenas que le mantienen atado a sus peculiares socios de investidura. Es indiscutible su debilidad parlamentaria, pero también lo es que la denominada geometría variable le ofrece posibilidades de apoyos alternativos en el Congreso para según que materias. La oposición se lo ha demostrado y solo hace falta que Sánchez tenga valor suficiente para trabajar en ese sentido. Hasta ahora, su único objetivo con la oposición ha sido intentar desacreditarla porque le estorba, le estorba y le estorba. ¿Qué puede decirse de un gobernante al que le estorba la oposición?

Por último, que se modificara radicalmente el objetivo de las decisiones del Gobierno Sánchez, pasando éstas a adoptarse en función de su contribución a los intereses generales. Desgraciadamente, hasta ahora el único norte que las guía es la expectativa de rentabilidad electoral para los partidos presentes en el Consejo de Ministros. Así le va a España y así le seguirá yendo de no cambiar las cosas.

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