Opinión

La España de las tribus

Benjamin Morel, profesor de derecho público en la Universidad París II Panthéon-Assas, se hacía eco

  • Iñigo Urkullu y Pedro Sánchez, en La Moncloa

Benjamin Morel, profesor de derecho público en la Universidad París II Panthéon-Assas, se hacía eco el pasado 28 de agosto en Le Figaro de la paradoja que supone que el país que mayor empeño puso en evidenciar los peligros que para el proyecto europeo representan los nacionalismos, que califica de “etnoregionalismos”, tras el referéndum de independencia escocés y el amago de consulta ocurrido en Cataluña el 1 de octubre de 2017, haya sido ahora el que ha propuesto a Bruselas convertir el euskera, el gallego y el catalán en lenguas oficiales de la Unión Europea como parte de una operación patrocinada por Pedro Sánchez para asegurarse el apoyo de los partidos nacionalistas a su reelección como presidente. Y advertía Morel (“Voir l’Europe comme un ensemble de tribus”: le danger que fait peser l’ethnorégionalisme espagnol sur l’UE”) de los riesgos –convertir Europa en una reunión de tribus- que para la Unión conllevaría aceptar esa propuesta que sin duda “despertaría reivindicaciones regionalistas en todo el continente” en un momento de enormes incertidumbres globales y grave crisis interna en no pocos países miembros, particularmente en Francia y en la propia España. No parece, pues, que la propuesta de Sánchez vaya a salir adelante en la todavía pujante Europa de los Estados, aunque corre el riesgo de triunfar plenamente al sur de los Pirineos.

La España de las tribus, en efecto, ha recibido esta semana un notable empujón con el artículo publicado el jueves en la prensa del Movimiento por el lendakari Íñigo Urkullu. Una “convención constitucional” para reformar la Constitución por un procedimiento inconstitucional, para vaciar de sentido la Constitución sin necesidad del laborioso proceso que supondría seguir los requisitos establecidos en la propia Carta Magna para ello. La voladura de la nación española (según el “moderado” Urkullu, Galicia, País Vasco y Cataluña son naciones, pero España no) como sujeto constituyente y la liquidación del Estado autonómico para caminar hacia una enigmática confederación de naciones. En suma, acabar con la Constitución haciendo realidad la España plurinacional –ahora travestida, última genialidad de Su Sanchidad, en una cosa llamada la “España multinivel”, ya saben, españoles de primera, de segunda e incluso de tercera- inventada por el sanchismo para poder pagar las letras que sus socios le pasan a cobro por su apoyo, haciendo realidad esa España de las tribus.

Estamos desandando la Transición, incursos en un proceso revisionista de la misma dominado por las fuerzas que proponen la ruptura a calzón quitado y sin nada en frente, casi sin oposición, dada la carencia de un proyecto reformista serio

Tras el plan Ibarretxe de 2004 llega el Plan Urkullu de 2023 o la maltrecha España condenada a dar vueltas a la noria del tiempo sin poder escapar a sus fantasmas, obligada a revivir sus dramas históricos con la trágica monotonía de lo aparentemente inevitable. Este mes de septiembre se cumplirán 100 años del golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, que puso fin a un régimen de la Restauración carcomido por la corrupción, el desbarajuste de los partidos dinásticos y la cuestión catalana. Un golpe aplaudido por la masa y acogido con entusiasmo por la burguesía catalana y por el PSOE, cuyo líder, Largo Caballero, faro de nuestro Sánchez, fue nombrado Consejero de Estado por el dictador. Vuelta a 1923 y puerta abierta a 2024, final de la transición democrática. Y recordatorio ominoso de 1936, porque la mitad de España no se va a dejar conducir mansamente al degolladero por la otra mitad, por muy aparatoso que ahora resuene el silencio de los corderos, nuestra silente sociedad civil, ante la potencia de fuego de que hace gala el Gobierno procesista y su orquesta mediática. Estamos desandando la Transición, incursos en un proceso revisionista de la misma dominado por las fuerzas que proponen la ruptura a calzón quitado y sin nada en frente, casi sin oposición, dada la carencia de un proyecto reformista serio por parte de quienes teóricamente estarían llamados a preservar el sistema. Un equilibrio roto por la apuesta revolucionaria de uno de los dos grandes partidos que han gobernado España desde la muerte de Franco a esta parte.

Ese desequilibrio hace que partidos de la derecha rancia tipo PNV maximicen sus planteamientos. Ayer mismo Andoni Ortuzar exigió a Sánchez que reconozca a Euskadi como “nación” si quiere seguir en Moncloa. Territorialidad para la boina; amnistía y referéndum para la barretina. España como “rehén de los extremismos separatistas regionales” a los que aludía este jueves el Washington Post. Hora del todo o nada. Porque el escrito de Urkullu marca la senda por la que se va a precipitar este país la próxima legislatura si Sánchez consigue finalmente formar Gobierno, que todo indica que sí, porque a nuestro galán no le importa pagar cualquier precio siempre que sea con dinero ajeno. El lendakari escribe, Moncloa revisa y bendice y Prisa lo pone a la venta como producto de primera necesidad. La triple entente. El PNV eleva sus exigencias ante la debilidad parlamentaria de Sánchez y otro tanto se dispone a hacer Junts este martes. Todo, o casi, tiene una explicación en clave interna vasca y catalana. El PNV no puede repetir el error de la primera legislatura, no puede regalar a Sánchez sus votos para que sea luego EH Bildu quien recoja las nueces en el País Vasco. Ahora se ha propuesto sacar tajada. Vender caro sus apoyos para poder sacar pecho en el caserío frente a los abertzales cara a las próximas autonómicas vascas en abril o mayo de 2024. Eso explica la radicalización. Un fenómeno muy parecido a lo que ocurre en Cataluña entre Junts y ERC. Es posible que la cosa no pase a mayores, aunque tampoco convendría descartar la posibilidad de que el lendakari termine echándose al monte en caso de ver Ajuria-Enea en peligro, como ocurriera en Cataluña con CiU y Artur Mas al inicio del ‘procés’.

Para el PNV todo son ventajas. Nada que ganar con Feijóo; todo, con Sánchez. Es el maravilloso cuadro que dibuja una independencia de facto, con “Madrid” corriendo con la cuenta as usual

Para el PNV todo son ventajas. Nada que ganar con Feijóo; todo, con Sánchez. Es el maravilloso cuadro que dibuja una independencia de facto, con “Madrid” corriendo con la cuenta as usual. Básicamente independencia con Cupo. Votos a cambio de dinero. Dinero a mansalva para seguir colocando a nuestra gente a nuestro antojo, haciendo realidad ese estanque dorado vasco donde nada se mueve sin el diktat peneuvista. Que España siga financiando las pensiones vascas, mientras los extremeños siguen viajando en el tren de la bruja. Porque esto va de repartirse el pastel. A Sánchez no parece importarle gran cosa la pasta a nivel individual, pero el dinero es fundamental a la hora de sostener el andamiaje de su poder personal, colocar a cientos, miles de altos cargos socialistas asegurándose su silencio cómplice, subir las pensiones con el IPC, repartir paguitas y subvenciones y hacer frente a los peajes que le exijan los socios de la banda, ahora incrementada con la incorporación de Puchimón y los suyos. Es el toma el dinero y corre. El asalto al tren correo de Glasgow, del que se benefician millones de españoles (7,67 le votaron directamente el 23J) dispuestos a mirar hacia otra parte ante los atropellos a la España de ciudadanos libres e iguales. Todo con cargo a los Presupuestos. Tirando de endeudamiento. Y con un PIB creciendo un mísero 0,7% entre 2019 y 2023. Españoles sin patria y sin pasta. Ese es el paisaje al que nos conduce tan bizarro personaje.   

Lo asombroso, lo sobrecogedor diría, de lo que está ocurriendo en España es el silencio, pavoroso silencio, con el que la sociedad civil acompaña el entierro de una nación cuyas andas portan sus más acérrimos enemigos. La resignación con la que la gente del común observa tras la celosía el desfile del cortejo fúnebre hacia el camposanto. Pobres y ricos. Criados y señoritos. Es probable que a estas alturas aquí no quede ya ni el apuntador, porque, salvo que estén invertidas en bienes raíces, nuestras élites del dinero habrán puesto a buen recaudo sus fortunas hace tiempo en Luxemburgo. Pero, ¿Qué hacen los Pallete, las Botín, los Fainé, esa gente que dirige grandes empresas y bancos, el trío que sigue sosteniendo, de una u otra forma, a ese grupo Prisa convertido en mascarón de proa con el que el sanchismo diariamente arremete contra los cimientos de la nación de ciudadanos? ¿No se sienten concernidos por lo que está ocurriendo? ¿Qué hace CEOE, la patronal presidida por un vasco y que ellos pastorean desde sus despachos con total impunidad? ¿Nada que decir, señor Garamendi? Rafael del Pino ya dijo en su día lo que pensaba, pero que piensan los Entrecanales, los Florentinos y otras fortunas de similar porte? ¿Usted, señor Roig, que alimenta a media España, tiene algo que aducir a esta deriva hacia la pobreza colectiva? ¿Y usted, señor Ortega, siempre emboscado, que viste a la otra media, algo que opinar? Inditex acaba de lanzar a Ángela Molina, 67 años, como nueva imagen de marca, en lo que no deja de ser una genuflexión completa ante el mundo woke –tal que el feminismo ultra de la señora Botín-, todos de rodillas ante las modernas doctrinas basura, todos rindiendo pleitesía a la flamante religión, el viejo opio del pueblo disfrazado de nuevo que dijo Marx.         

Todos parecen haber dado la espalda a su país, como si fuera posible seguir haciendo crecer sus negocios, sus empresas, sus cuentas de resultados, lejos del marco de una España liberal y abierta, democrática, con separación de poderes, capaz de crecer y crear empleo de calidad para todos. “Los Bevel hemos sobrevivido a numerosas crisis, pánicos y recesiones”, asegura el protagonista de “Fortuna” (Anagrama), la gran novela de Hernán Díaz, un argentino crecido en Suecia y educado en Estados Unidos. “Y no solo las hemos sobrevivido, sino que hemos emergido de ellas más fuertes, teniendo siempre en mente el interés de nuestra nación. Si mis antepasados y yo no hubiéramos entendido que era necesario salvaguardar una economía sana y próspera para todos, nuestras carreras habrían sido muy breves. El brazo egoísta siempre es corto”. ¿Qué le parece a Ignacio Sánchez Galán la decisión del PNV se echarse al monte? Iberdrola, con sede social en Bilbao, es el mayor contribuyente de la hacienda foral vasca, ¿ha mantenido estos días alguna conversación su presidente con el señor Ortuzar? ¿Qué hará Sánchez Galán el día, puede que muy cercano, en que Arnaldo Otegui, con la ayuda del PSE, se haga fuerte en Ajuria-Enea? ¿Saldrá corriendo como hizo La Caixa de Barcelona? Y otro tanto cabe decir del BBVA, sede en la bilbaína plaza de San Nicolás, y de su presidente Carlos Torres, un hombre elevado a los altares de los antiguos Bilbao y Vizcaya por dos conservadores pata negra, muy próximos al PP, como Francisco González y Manuel Pizarro. ¿Le importa a Torres el futuro de España o solo el suyo? ¿Y qué dice Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol y ex presidente del Euzkadi Buru Batzar (EBB), de lo que está ocurriendo en el estanque dorado vasco?

La presión de este Gobierno canalla en funciones está siendo intensa sobre las empresas del Ibex. “Si el Frankenstein 1 se caracterizó por la toma de control de todas las instituciones públicas y algunas privadas, con el Frankenstein 2 quieren hacer el completo”

Todos se han escondido como zorras asustadas en madriguera. Me asegura un tipo con sustancia que “algunos están muertos de miedo”. La presión de este Gobierno canalla en funciones está siendo intensa sobre las empresas del Ibex. “Si el Frankenstein 1 se caracterizó por la toma de control de todas las instituciones públicas y algunas privadas, con el Frankenstein 2 quieren hacer el completo”. Se trata de controlar las grandes empresas españolas. De modo que presidentes de corporaciones están recibiendo la visita de un embajador/a (“¿a ti te han ido ya a visitar?”) con un mensaje muy simple: “permíteme, fulano, que te sugiera un par de nombres que nos gustaría que tuvieras en cuenta para la próxima renovación de tu Consejo de Administración o para cubrir las vacantes que ya tienes”. Y el embajador, que vende su mercancía como “el legítimo interés del futuro Gobierno por asegurar un buen entendimiento con las empresas”, no son los Javier de Paz de turno, sino las propias ministras, la inmarcesible Nadia y esa otra señora que estos días ha hecho exhibición de sus conocimientos de Física midiendo la diferencia de calor entre un lugar al sol y otro en sombra. “Y te quedarías helado si supieras la gente que han ido a ver”. La consecuencia es que nadie se atreve a moverse. Todos ven en Feijóo la cara de la derrota a pesar de haber ganado el 23J, y en Sánchez el desparpajo del déspota dispuesto a arramblar con todo a pesar de haber perdido. En medio, la España de las tribus deslizándose hacia el abismo sin capitán en el puente de mando. Como esta semana dijo Díaz Ayuso en Las Rozas, “rendirse no es una opción” para la España liberal. Habrá que luchar, porque nunca se regaló a nadie la libertad.          

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