En la toma de decisiones en política exterior, la coherencia y el consenso interno han sido pilares fundamentales para preservar la estabilidad y la unidad en España desde los años 90. Sin embargo, el reciente reconocimiento de pasaportes kosovares por parte del Gobierno de Sánchez marca un cambio de rumbo, provocado por la presión de sus socios separatistas catalanes, quienes han señalado repetidamente el modelo kosovar de declaración de independencia como su modelo a seguir.
La pretendida independencia de la provincia kosovar se llevó a cabo hace 16 años en un contexto muy particular de disolución y fragmentación progresiva de la ex República de Yugoslavia. Kosovo comenzó implantando oficinas de representación en el exterior, manteniendo su propia actividad diplomática y la concurrencia a eventos deportivos. Es decir, el mismo camino que el independentismo catalán ha estado siguiendo durante los últimos años. Mientras que varios países lo han reconocido desde una perspectiva de autodeterminación o de pragmatismo en virtud del control político e institucional de facto de las autoridades kosovares sobre dicho territorio, España, así como Grecia, Chipre, Rumania y Eslovaquia, son países europeos que se han basado en una perspectiva legal-constitucionalista para oponerse a cualquier reconocimiento formal de Kosovo.
Mantener la posición de España estable en este asunto desde los años 90 había sido crucial para mantener la coherencia de nuestra política exterior y evitar alimentar las esperanzas del independentismo catalán, e incluso el vasco. Sin embargo, con Sánchez, la política exterior de España ha dejado de ser un faro de coherencia y estabilidad en el escenario internacional, debido a sus constantes cambios de opinión, decisiones unilaterales y declaraciones contradictorias de miembros del Gobierno.
Sánchez y Albares, que no consideran la política exterior como una política de Estado, creen que es correcto tomar decisiones unilaterales, sin consenso ni aviso previo
A pesar de haber negado en varias ocasiones que se fuese a reconocer los pasaportes kosovares, los españoles, que ya conocemos a Sánchez podemos augurar que lo que comienza como un reconocimiento de pasaportes terminará en la aceptación de la independencia de Kosovo, algo que la diplomacia española ha evitado durante años. Como sucedió con el Sáhara, Sánchez ha dado un nuevo volantazo en la política exterior presionado por sus socios de gobierno y Estados Unidos.
El anuncio de esta decisión, una vez más, llega a los españoles a través de las redes sociales de un mandatario extranjero, en este caso, el viceprimer ministro kosovar. Sánchez y Albares, que no consideran la política exterior como una política de Estado, creen que es correcto tomar decisiones unilaterales, sin consenso ni aviso previo, utilizando la puerta trasera para evitar informar a la ciudadanía española, como ya ocurrió con el cambio de política sobre el Sáhara.
No podemos pasar por alto el momento en que se toma esta decisión y su conexión con las demandas del independentismo catalán. Este inesperado anuncio responde a los intereses de los socios separatistas y representa una nueva cesión ante ellos. La decisión no se basa en cuestiones de Estado, no cuenta con consenso interno ni se discute en el ámbito parlamentario. Sánchez aprueba el reconocimiento de pasaportes de manera unilateral porque se ve obligado a hacerlo. Ahora, tras haber prometido en varias ocasiones lo contrario en el pasado, intentará presentar esta decisión como otro simple cambio de opinión, intentando ocultar los verdaderos motivos que le han llevado a ella. Lo triste es que ya estamos acostumbrados a estos procedimientos y que no nos pillarán por sorpresa cuando vuelvan a repetirse.
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