Opinión

El español, también un tesoro económico

La lengua española constituye no solo un patrimonio social y cultural de incalculable valor, sino también una ventaja competitiva para nuestras economías y empresas

Con el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española en marcha en Córdoba (Argentina), en presencia de Felipe VI, del presidente Mauricio Macri y de la secretaria general iberoamericana, Rebeca Grynspan, y con la participación de 250 expertos, entre ellos el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, creo que no debemos olvidar que nuestro idioma no es solo un patrimonio sociocultural de valor incalculable. Es también un poderoso motor de desarrollo económico para España y toda la Comunidad Iberoamericana. Una fuente de riqueza material de primer orden, como ha recordado el Rey de España en alguna ocasión.

En mis habituales viajes a Latinoamérica hay un hecho que me sigue conmoviendo. Tras cruzar el Atlántico y muchas horas de vuelo, al bajar del avión siempre hay una voz que me da la bienvenida en mi idioma: con otro acento, pero en español. Ese es un tesoro que poseemos los hispanohablantes por el mero hecho de serlo. Una herencia que nos hace “ricos” culturalmente y que también proporciona a nuestros países influencia geoestratégica (“poder blando”) de carácter económico, empresarial y comercial.

Como ha señalado Grynspan en la inauguración del Congreso, “el mayor tesoro de Iberoamérica es su inmensa diversidad, una diversidad que existe no solo en nuestra cultura, sino también en nuestra biosfera, historia y geografía. Nuestro idioma es reflejo y portento de esa diversidad, de esa capacidad de convivencia; pues convivir no es otra cosa que saber vivir en la diversidad”.

Un informe de Fundación Telefónica, ‘El valor económico del español’, señala que nuestra lengua genera el 16% del PIB y del empleo en España

El idioma español es una potencia con peso específico que se resume en datos relevantes: 21 países de habla hispana como idioma principal; 453 millones de hablantes nativos (que serán 570 millones en 2050); el 6,16% de la población mundial (sin contar con los hispanohablantes en EEUU) y un poder de compra del 9 % del PIB mundial. En 2017 el informe de Fundación Telefónica, ‘El valor económico del español’, señalaba que nuestra lengua generaba el 16% del PIB y del empleo en España y que el contenido en español de las industrias culturales (en educación, comunicaciones, servicios culturales e industria editorial) representaba casi el 3% del PIB español, unos 30.000 millones de euros al año.

La relevancia económica del español proporciona un valor añadido a las empresas a ambos lados del Atlántico, como bien sabemos en el Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica (CEAPI): favorece la internacionalización cuando lo incorporan como una ventaja comparativa. Ser el segundo idioma del mundo en número de hablantes nativos, solo superado por el chino mandarín, ayuda a la penetración mundial de una empresa en español. Lo mismo que actuar en un idioma que es el tercero más usado en Internet, por detrás del inglés y del chino

Desde un punto de vista empresarial, la existencia de un idioma común es uno de los elementos que explica la expansión de las empresas españolas en Latinoamérica desde los 90 y ha sido un factor decisivo para que las multilatinas mexicanas, colombianas, peruanas o argentinas hayan desembarcado en España desde 2008. La comunidad de lengua, en ambos casos, ha sido factor decisivo para explicar esos altos flujos de inversión bidireccional. No en vano lo expertos apuntan que el español explica por sí mismo el hecho de que el comercio entre países iberoamericanos se haya cuadriplicado en las últimas dos décadas y que las inversiones se hayan multiplicado por siete frente a otras partes del mundo.

El peso relativo de la población hispanohablante en el mundo está reduciéndose y surgen nuevos rivales, principalmente el francés y el portugués

Un idioma común se convierte en factor clave y puente para profundizar este tipo de relaciones dentro del espacio empresarial iberoamericano. La lengua es un gran facilitador de los flujos económicos internacionales, herramienta de competitividad y factor principal de internacionalización para las empresas: reduce costes de transacción y acorta distancias culturales entre empresarios y mercados. La Comunidad Iberoamericana, apoyada en un idioma común, tiene más opciones para dinamizar los vínculos económicos, comerciales e inversores, para potenciar su rol en el escenario internacional, para adquirir mayor peso económico global.

Pero este enorme potencial no nos debe conducir a la autocomplacencia. Este tesoro debe ser cuidado y acrecentado por los poderes públicos, la sociedad y los empresarios iberoamericanos, porque la lengua no se cuida sola. Ángel Badillo, en un informe del Real Instituto Elcano, señalaba que el peso relativo de la población hispanohablante en el mundo está reduciéndose y que le surgen rivales: el francés y el portugués. La respuesta a ese reto pasa por apoyar nuestro idioma creando mecanismos de cooperación multilateral entre países hispanohablantes. Como ha apuntado Grynspan en el Congreso, se necesitan más ‘start-ups’, plataformas, y aplicaciones iberoamericanas, “porque no podemos contentarnos con que nos traduzcan el nuevo mundo, tenemos que crearlo. Y esto solo se puede lograr con más ciencia, más tecnología y más innovación, con más espacios para el talento y la creatividad en español”.

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