El español es la tercera lengua más estudiada. Bronce en el podio. Además de quienes ya la hablan, que se acercan a los 600 millones, la estudian, según el Instituto Cervantes, unos 24, más de tres veces la población de Cataluña.
Vamos a ahorrar comentarios recordando que el inglés es, con diferencia, la primera. Oro en el podio. La utilizan casi 2.000 millones según el British Council. Recuentos más conservadores alcanzan los 1.500. Para la mayoría de ellos no es su lengua primera. Si el inglés dejara de aprenderse para cumplimentar a cientos de lenguas maternas, podría quedarse en unos 380 millones. Hasta tiempos recientes, lo habitual fue que los idiomas se instalaran cuando hacían falta y en la medida en que eran necesarios. Ahora la comunicación global empuja sin remedio al aprendizaje de las lenguas más internacionales.
La medalla de plata es para los estudiantes de francés, que podrían ser unos 132 millones, también según las cifras más optimistas. El francés es una lengua rica y fascinante que sigue atrayendo, pero que evoluciona a la baja. En términos de notoriedad pierde terreno frente al español que tiene asegurada la estabilidad porque sus hablantes la transmiten a las nuevas generaciones. El francés desaparecerá de algunos países como Argelia en unos años sustituida por el inglés porque así lo ha decidido el gobierno. El cambio es fácil porque allí no tiene transmisión generacional.
El árabe padece dos graves enfermedades, la dialectalización y el abandono del monolingüismo. No existen hablantes monolingües cultos de árabe, sus conocimientos científicos los adquieren a través de otra lengua
Fuera ya del podio, la cuarta lengua más estudiada es el alemán, que cuenta con unos 15 millones de jóvenes y menos jóvenes que lo aprenden. Si queremos entender su futuro bastaría señalar que a principios de siglo eran 20 los millones de alumnos interesados. El declive se ha precipitado en los últimos años.
El chino podría ser candidata a podio, pero no viaja o viaja poco, por eso se queda en el quinto puesto. No es una lengua internacional, aunque en China el mandarín tenga gran influencia. Lo que en occidente cuesta entender es que son siete las grandes lenguas de la familia china (mandarín, cantonés, wu, xiang, min, gan y hakka) y que sus hablantes no se entienden o se entienden mal, pero sí se entienden por escrito. La escritura ideográfica facilita la comprensión porque no refleja sonidos sino ideas. Es más difícil de memorizar, pero una vez aprendida el lector capta la idea-significado y la pronuncia en su lengua. En las escrituras occidentales, que reflejan, aunque no siempre de manera exacta, la pronunciación, no puede existir nada parecido.
El árabe padece dos graves enfermedades, la dialectalización y el abandono del monolingüismo. No existen hablantes monolingües cultos de árabe, sus conocimientos científicos los adquieren a través de otra lengua. No obstante, ocupa el sexto lugar en demanda para su estudio.
Y todavía quedan lenguas tan importantes como el ruso y el italiano, ambas en déficit de estudiantes, y el portugués, que es la lengua con más hablantes en el hemisferio sur, pero muy poco solicitada en la mitad norte.
Necesitan el apoyo del inglés
La otra lengua asiática superpoblada, el hindi, ni siquiera entra en la lista. Ha perdido, al igual que el árabe, dos cualidades intrínsecas: el monolingüismo y la unidad. Los hablantes de hindi, casi en su totalidad, son ambilingües, es decir, necesitan otra lengua de apoyo, el inglés. Y no solo en las universidades, sino también en la vida diaria para entenderse con los ciudadanos del país de las doscientas lenguas. Si a eso añadimos que el hindi está en fase de dialectalización y que ya a algunos hablantes les cuesta entenderse, comprenderemos que se descompone.
Cuando hablamos de las seis mil lenguas del mundo deberíamos considerar que las lenguas útiles para la comunicación universal, que es la tendencia, son muy pocas, apenas media docena, y entre ellas la nuestra.
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