En la noche del domingo, durante la retransmisión de un programa especial de Horizonte, el empresario Ángel Gaitán desplegó una rojigualda sobre la mesa de los contertulios para hacer una declaración rotunda: “Soy facha”. En los últimos cuatro días, había dormido seis horas, el resto lo dedicó a coordinar la ayuda que salía de una nave en Aranjuez hasta las zonas de Valencia más afectadas por la tormenta, que había visitado personalmente acompañando a Iker Jiménez y su equipo. “Este fin de semana me he enterado de que ser facha es algo parecido a lo que yo pensaba que era ser normal: ser español, querer a tu país, trabajar, hacer cosas por los demás…”, explicaba. Al lo largo del programa, compatió que ya había recaudado 676.000 euros para ayudas, que se había negado a coger ninguna cantidad en efectivo de las personas que se lo ofrecían y que estaba desbordado por los gestos de solidaridad (sobre todo, de españoles, pero también de emigrantes negros y marroquíes que se habían acercado a ayudar). Frente al estado fallido, la sociedad movilizada.
No muy lejos de allí, la asociación juvenil Revuelta (cercana a Vox) había montado una operación similar. Desde una nave en Arganda del Rey, lograron movilizar toneladas de ayuda y cientos de camiones para abastecer a las zonas destruidas. “Ahora mismo estamos organizados con Hakuna, Hacer Nación, RoRo de TikTok, cientos de parroquias, empresas, colegios…. Es una locura, y es precioso. Todos unidos para salvar Valencia", explicaba Elsa Alameda, portavoz de la organización en Barcelona. El espíritu de solidaridad que han encarnado estos chicos se fue multiplicando, con el restaurante Los Geranios dando de comer gratis a voluntarios y un cercano almacén de chinos haciendo descuentos a todo el que comprase material para enviar a Valencia. Mientras trabajaban sin apenas dormir, leían como les llamaban ‘fascistas’, ‘racistas’ y ‘nazis’ desde las páginas de El País, desde cuentas izquierdistas en Twitter como la de Pablo Iglesias y desde el gabinete de prensa del PSOE, entre otros espacios progresistas. Nunca la izquierda ha parecido tan perdida ni la derecha juvenil tan centrada.
¿Comes 'cheetos' o trabajas?
El diputado Carlos H. Quero, con envidiable sentido del humor, resumió así la situación: “¿Eres progre y no te gusta que ‘el fascismo capitalice la solidaridad’? Deja los cheetos, deja de criminalizar a los patriotas, deja de lloriquear en redes, únete a tus amigos, alquila una furgo, coge una pala, haz cajas, viajes, recauda fondos, carga y descarga... y cállate ya”, proponía. La izquierda actual, prosistema o antisistema, confirmó su falta de estructuras y de asociaciones engrasadas que le permitiesen hacer frente a situaciones de emergencia. Se limitaron a insultar y a debates futiles sobre si había que hacer o no una edición especial de sus podcast políticos (que solo escuchan los más militantes). El progresismo de 2024 depende tanto de las lógicas de Estado que solo parece sacar familias de funcionarios a la calle en las manifestaciones en favor de la salud y de la educación públicas. Cuando no por medio un ingreso para ellos, chapotean en la irrelevancia.
Los españoles no parecen dispuestos a dejarse arrebatar su país por las élites más incompetentes y corruptas que hemos sufrido en siglos.
Quienes defienden que España no existe, que es un sueño imperial caduco sostenido desde el barrio de Salamanca, deben ahora explicar por qué en esta sociedad narcisista y calculadora miles de personas comunes se han sentido interpeladas y han dedicado un fin de semana largo a ayudar a otros que no conocían y que jamás van a poder devolverles nada. O quizá sea al revés: quizá el favor nos lo han hecho los afectados de Valencia al brindarnos una oportunidad para reconstruir los lazos entre españoles, lazos que las élites del PP y el PSOE no parecen muy dispuestos a cuidar. Por encima del 15-M y por encima de Ferraz, por encima de las manifestaciones electoralistas teledirigidas por sindicatos subvencionados, el espíritu de Arganda y de Aranjuez ofreció un tipo de reacción que cala más hondo porque se centra en lo práctico. Una reacción de todo el mundo comprende, sea de izquierda, de derecha o abstencionista.
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