El siete de abril de 1999, la ciudad de Houston Texas y su equipo de beisbol profesional, los Houston Astros, firmaba un acuerdo con la que era entonces la séptima empresa más grande de Estados Unidos para nombrar su estadio. Durante los próximos treinta años, los Astros recibirían algo más de tres millones de dólares anuales a cambio de jugar en Enron Field, en uno de los acuerdos de patrocinio más lucrativos de la historia.
Ya por aquel entonces, en plena euforia de las 'puntocom', nadie sabía exactamente cuál era el modelo de negocio de Enron, o cuánto dinero ganaban realmente. Lo que todo el mundo sabía es que era una empresa innovadora que estaba revolucionando el mercado de la energía utilizando internet y banda ancha para conectar todo, y que por lo tanto era imprescindible comprar acciones, porque estaban creciendo como posesos.
Eran el futuro. Obviamente.
Todo sabemos cómo terminó. En otoño del 2000, un puñado de reporteros empezaron a preguntarse a qué se dedicaba Enron exactamente; varios inversores de primer nivel empezaron a poner posiciones a corto. En marzo del 2001, Fortune sacaba un artículo hablando sobre lo incomprensible de su modelo de negocio. En agosto, el CEO de la empresa dimitía mientras liquidaba sus acciones tan rápido como le fuera posible. Wall Street finalmente se despertó de su letargo y empezó a vender. El uno de diciembre Enron se declaró en bancarrota.
Explico esta historia porque el 25 de diciembre del año pasado AEG, la empresa propietaria del pabellón donde juegan Los Ángeles Lakers sus partidos de la NBA, anunciaba un acuerdo por valor de setecientos millones de dólares para poner su nombre en las instalaciones durante los próximos veinte años. El contrato era seis veces más lucrativo que el que habían firmado con Staples, su patrocinador hasta ahora. El pabellón se llama Crypto.com Arena.
Crypto.com fue una de las múltiples empresas dedicadas a las criptomonedas que se gastaron auténticas millonadas en anuncios en la Superbowl
Si alguien se pregunta cómo gana Crypto.com dinero, o cuál es su modelo de negocio, buena suerte. Hacen cosas con criptomonedas, dicen tener cincuenta millones de usuarios, y parecen contar con suficientes recursos como para poner nombres en estadios y tener a Matt Damon haciendo anuncios sobre la empresa. Entre sus productos tienen NFTs, que como he comentado alguna vez, no estoy seguro si son un timo, una idea espantosa, o ambas cosas simultáneamente. Sólo sabemos que operan en un mercado increíblemente mal regulado, no garantizan los depósitos de sus clientes de modo alguno, y que su fundador y CEO, Kris Marszalek, tiene un bonito historial lleno de abogados y fraude en proyectos anteriores.
En otra de esas historias paralelas que siempre me parecen dignas de estudio, Crypto.com fue una de las múltiples empresas dedicadas a las criptomonedas y aventuras adyacentes que se gastaron auténticas millonadas en anuncios en la Superbowl, la final de la NFL, que tiene los espacios publicitarios más caros del país. El anuncio de Pets.com del año 2000 vive en la infamia por buenos motivos, ya que la empresa nunca tuvo beneficios. No sé si Crypto.com, FTX Trading o Coinbase irán por el mismo camino, pero creo que sea una coincidencia.
Escribo esto el jueves por la noche, en medio de una semana donde hemos visto el hundimiento completo y absoluto de LUNA, la que era hasta hace unos días la tercera mayor criptomoneda por capitalización ahí fuera. Bitcoin lleva meses perdiendo valor; alguien que hubiera comprado Bitcoin el día en que Matt Damon se plantó en nuestras pantallas vendiéndolas habría perdido casi un 60% de lo invertido. Coinbase ha tenido unos resultados financieros espantosos, lleva varios días con “problemas técnicos” que han impedido a muchos clientes retirar su dinero, ha perdido más de un 80% de su valor en bolsa y ha tenido que sacar un comunicado explicando por qué les estaba diciendo a los reguladores que el dinero que los clientes tienen ahí depositados quizás sean utilizados para pagar deudas de la empresa en caso de bancarrota, y que seguro, seguro, seguro que no van a quebrar así que nadie debería preocuparse.
Y eso es antes de ponernos a hablar del concepto de criptomoneda en sí, una ficción contable sin respaldo alguno que requiere un consumo de electricidad equivalente a varios países enteros
Quizás todas estas cosas sean casualidades, quien sabe. O quizás resulta que todas estas empresas que ofrecen servicios para especular en “monedas” sin respaldo legal alguno y otros productos financieros a menudo completamente incomprensibles sin regulación puede que sean menos sólidas de lo que aparentaban, y que eso de tener un modelo de negocio basado en una montaña de siglas y palabros semi- informáticos molones (¡web3! ¡blockchain! ¡smart contracts!) no es un negocio viable. Y eso es antes de ponernos a hablar del concepto de criptomoneda en sí, una ficción contable sin respaldo alguno que requiere un consumo de electricidad equivalente a varios países enteros. O la existencia de chiringuitos como Tether en este ecosistema, una moneda “respaldada” por dólares que no ha visto nunca nadie. A saber.
Los economistas siempre dicen que es muy difícil predecir burbujas financieras, porque siempre empiezan con algo que tiene cierto contacto con la realidad. Internet era el futuro en 1999, al fin y al cabo; lo que no sabíamos era si Enron o Pets.com formarían parte de él. Es posible que el blockchain y demás acaben por ser tecnologías importantes en años venideros. Lo que parece cada vez más obvio es que muchos de los actores, empresas, chiringuitos y vividores en el sector recuerdan un poco demasiado a historias de burbujas pasadas, y que quizás es un buen momento para echar a correr.
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