Opinión

Estado Real contra Estado imaginario

No admitir que el Rey asuma el poder que le confiere la Constitución es quizás la mayor baza a favor de los enemigos de España.

El Rey de España hizo en Valencia lo que debe hacer un Rey. Visitó el escenario de la tragedia para estar junto a las víctimas y brindarles apoyo, cariño y consuelo. Es decir, hizo de Rey. Se comportó como un Rey. Lo único que hay que lamentar de la actuación, y de la figura del Rey en general, es que no tenga más Poder. O al menos que ejerza, en la práctica y en la vida real (en ambos sentidos de la palabra) el Poder que le confiere la Constitución. Según el documento fundacional de la democracia española (Artículo 62), el Rey Felipe VI es capitán general del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire. Capitán General. Pero. No puede movilizar a sus subordinados ni siquiera en el caso de una catástrofe de gran magnitud, como la acaecida en la región o provincia de Valencia: la política le impide ejercer.

¿Es que desde su misma creación la Constitución permite que se ignore lo que establece la Constitución? ¿Desde cuándo los políticos están por encima de la Constitución? No hay nada de lo que se cacaree más en España que de la Constitución. No hay nada más manoseado por los políticos españoles que la Constitución. Pero. Curiosamente, los políticos y sus gobiernos (de ambos bandos) son los primeros en ignorarla cuando les conviene. Lo hacen sin pagar precio alguno. Y lo peor: no existen mecanismos gubernamentales que puedan impedirlo. Y los que había van desapareciendo, destruidos por la riada colonizadora del sanchismo y sus cómplices antiespañoles. De esta riada de indecencia y traición, el último trofeo es la suculenta (grandes sueldos para los chupópteros de los partidos) colocación, a cargo de los ciudadanos españoles a los que odian, de la peor crápula antiespañola que se puede encontrar en la imaginaria nación de naciones española.

Liquidando la igualdad de los españoles, en el mismísimo documento fundacional de la democracia, echaron los cimientos de la fragmentación futura y parieron la infección más dañina y antiespañola, el llamado Estado de las Autonomías

La política, y en general la democracia institucional española, carga con la potala de un lenguaje que rinde culto y obediencia a la fábula y, en la práctica, que es donde importa, acepta e impone un estado de cosas ficticio, en este caso, que el Rey no pueda hacer lo que la Constitución dice que tiene derecho a hacer. Lo que equivale a una sustitución de los hechos por un mandato imaginario que dispone, y ¡convierte en real!, un orden político que funciona negando lo que estipula la Constitución. Y a todo el mundo le parece bien. Hay que quitarse el sombrero ante estos novelistas del cambalache.

Los Padres (y Padrastros Tribales) de la Constitución se aseguraron de que así fuera. Un error enorme, en caso de que no se tratara de algo premeditado. También se aseguraron los Padres (y Padrastros Tribales) de la Constitución de que los privilegios de ciertas tribus españolas quedaran asegurados. Literaturizaron y dieron categoría de realidad a las delirantes fantasías de los nacionalistas catalanes y vascos, creando así una España de ciudadanos de primera y de segunda. Liquidando la igualdad de los españoles, en el mismísimo documento fundacional de la democracia, echaron los cimientos de la fragmentación futura y parieron la infección más dañina y antiespañola, el llamado Estado de las Autonomías. Ya en la famosa y celebrada frase “café para todos”, se revela claramente la naturaleza engañosa del despropósito. ¿Quiénes son todos? No se refieren, como es obvio, a los ciudadanos, sino a los jefes de tribus.

No se puede ser fiel a la Constitución y pedir su defensa si no se cumple la Constitución. El Rey debe ejercer de Rey porque es lo único que otorga sentido al cargo

El Estado de Autonomías es, en verdad, un estado de aceptación, financiamiento y exaltación del tribalismo, y el mayor enemigo de la nación española. Los nacionalistas tribales no creen en la nación Española (la única que existe) como han demostrado, incluso planeando y ejecutando un golpe de Estado. Esto infecta, pudre y corroe el único elemento capaz de mantener unidos a los ciudadanos y al Estado español: la españolidad, la fortaleza de la Nación (Estado) español. Para los nacionalistas tribales la Nación española es una vaca a la que ordeñar hasta que esté tan débil que les permita descuartizarla sin que oponga resistencia. No admitir que el Rey asuma el poder que le confiere la Constitución es quizás la mayor baza a favor de los enemigos de España.

El Rey debe regresar lo antes al escenario de la catástrofe provocada por la infausta DANA. Lo antes posible. El Rey es el único vínculo sano que queda entre los ciudadanos y la política honrada (si tal cosa existe). Y escribo honrada pensando en una política que ponga el bienestar y los intereses de los ciudadanos antes que las ideologías. Las ideologías son ficción, politiquería, corrupción, canallada, ineptitud, ideologización generalizada y estupidez que aspira al Poder.

No se puede ser fiel a la Constitución y pedir su defensa si no se cumple la Constitución. El Rey debe ejercer de Rey porque es lo único que otorga sentido a su cargo. La tarea principal del Rey en la España de hoy ha de ser proteger a los ciudadanos españoles de sus políticos.

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