Opinión

Los estados anglo-hispanos de América

¿Qué tal una Comunidad Hispana con capital en Miami? Transformemos las identidades excluyentes en inclusivas. Reconozcamos lo que nos une y cambiemos el mundo

En el año 2026 se celebrarán los 250 años de la declaración de independencia de los EEUU, lo que motiva la organización de numerosas las actividades. Pero estas iniciativas quedarán fallidas o instaladas en el mero autobombo, si no sirven para profundizar en la esencia real de los EEUU o ir más allá de la memoria selectiva que habitualmente fundamenta una visión parcial de su propia historia.

EEUU olvidó muy pronto que debía su independencia, en gran parte, al apoyo económico (especialmente de las familias cubanas) y militar de España, encabezado por el gran Bernardo de Gálvez. Esta deuda moral y económica no sólo nunca fue pagada, sino que pronto se escondió en el baúl del olvido para seguidamente pasar a considerar a los hispanos como enemigos. Decía Teodoro Roosevelt, en 1898: “Desearía orientar nuestra política extranjera con el propósito de eliminar finalmente de este continente a todas las potencias europeas. Empezaría con España…”. Lo cierto es que solo eliminó a España, porque Francia e Inglaterra ahí siguen.

No solo los EEUU deben su independencia a España, sino que su tamaño (el tamaño importa), poder geopolítico y económico actual es consecuencia, en gran medida, de los aportes de territorios conquistados al ya México independiente, como el oro dorado de California y el oro negro de Texas, antaño, junto al oro tecnológico que representa hoy Silicon Valley, también en California.

No se respetaron los títulos originarios de propiedad, especialmente en California, en este caso debido a la fiebre de oro, lo que debería tenerse en cuenta cuando se presume de defender el derecho de propiedad

EEUU tendría en realidad dos fechas fundacionales: una 1776 de las 13 colonias, una pequeña parte de lo que hoy representa el país. La otra resultaría de cuando alcanza el Pacífico y su entidad definitiva. Primero en 1821, el Tratado Adams-Onís con una debilitada España (pero que ratificó en 1832 un México ya independiente), donde se fijó la frontera en el paralelo 42º norte, cediéndose las Floridas y la Luisiana. Y, todavía más relevante, el Tratado Guadalupe-Hidalgo del 2 de febrero de 1848, donde México se vio obligado a ceder Texas, California y el resto de posesiones heredadas del Imperio Hispano al suroeste de la línea Adams-Onís. Una de las cuestiones más controvertidas fue la de la posesión de las tierras pues, si bien el control político había cambiado, ello no tenía por qué afectar a la propiedad de ciudadanos privados. Sin embargo, no se respetaron los títulos originarios de propiedad, especialmente en California, en este caso debido a la fiebre de oro, lo que debería tenerse en cuenta cuando se presume de defender el derecho de propiedad. A pesar de ello, México nunca ha pedido compensaciones y pronto olvidó lo doloroso de su pérdida territorial, prefiriendo dirigir su furia y resentimiento a un puñado de peninsulares españoles hace 500 años. Al menos EEUU debería agradecer esta actitud.

Sorprende el desprecio de los EEUU no solo a parte de su Historia, sino también a los hispanos del sur, pobladores originales de gran parte de su territorio, por no hablar de los indígenas. Carrie Gibson ha mostrado los prejuicios que sobreviven en los EEUU hacia lo hispano: el historiador Samuel Huntington, a principios de los años 2000 consideraba que la llegada de gran número de hispanos suponía una amenaza directa para los EEUU; en “algunos círculos” ser “americano” sigue significando ser blanco, protestante y hablar inglés; y la escritora Toni Morrison ha observado que “a diferencia de cualquier nación en Europa, Estados Unidos considera a la blanquitud como fuerza unificadora”. De hecho, los hispanos nacidos en los EEUU en el suroeste de Tejas a California sólo ganarían sus derechos de ciudadanía el mismo año que lo hicieron los negros: en 1954 (cfr. sentencia del TS Hernandez v Texas).

Cuando un hispano emigra a los EEUU, en realidad vuelve a casa, aunque no lo haría si la situación económica y política de sus países de origen fueran mejores. La emigración no se para levantando muros sino solucionando los problemas que la provocan ¿Para cuándo un Plan Marshall de infraestructuras para la América hispana?  Antes de despreciar a los hispanos, los EEUU deberían mirarse a sí mismos y hacer algo de autocrítica porque bajo los oropeles de una sociedad en apariencia opulenta y exitosa, la América blanca, anglosajona y protestante esconde muchos problemas sin resolver, como un peso excesivo de la cultura de la marihuana y la hamburguesa.

Las nuevas Repúblicas hispanas nacieron a la defensiva, incapaces de pensar a lo grande, sin ningún proyecto que las permitiera superar el “complejo fundador” de “haber venido a menos”

No obstante, de manera inversa, en un proceso de mutuo aprendizaje, EEUU también puede servir de ejemplo para las naciones hispanas. Si las trece colonias norteamericanas se hubieran declarado cada una independiente, en lugar de unirse y expandirse ¿sería los EEUU el país que es hoy? La diferencia entre la construcción de los EEUU y de las Repúblicas hispanas es de planteamiento. Aquél vino de menos a más, sembrando una tendencia expansiva ganadora en las mentes de sus ciudadanos, mientras que las nuevas Repúblicas hispanas nacieron a la defensiva, incapaces de pensar a lo grande, sin ningún proyecto que las permitiera superar el “complejo fundador” de “haber venido a menos”. Unos crearon un nuevo Imperio, los otros acabaron con el que ya tenían.

En todo caso, la tesis de un EEUU anglo-hispano no es ninguna ocurrencia. Entre finales del s. XVIII y comienzos del s. XIX, los territorios del Virreinato de Nueva España comprendían más de la mitad del actual Estados Unidos: los estados norteamericanos de California, Nevada, Colorado, Utah, Nuevo México, Arizona, Texas, Oregón, Washington, Idaho, Montana, Wyoming, Kansas, Oklahoma, Luisiana, Florida, Alabama, Misisipi y parte de Alaska. Lo mismo ocurría con la parte suroeste de Columbia Británica, dentro del actual Canadá.

Bastaría recuperar una escuela que empezó a reconocer, con algunos matices, la herencia hispana dentro los EEUU a través de una visión romántica de los exploradores o aventureros españoles (todavía no simples “conquistadores”) y sus valores y virtudes que debía incorporarse a la esencia estadounidense, considerando reductor una identidad sólo británica. Este fue el caso de Washington Irving. Los EEUU podría contar como héroes propios, de carne y hueso, a los grandes expedicionarios del siglo XVI y XVII, como Alvar Núñez Cabeza de Vaca (primero que habla de “vacas jorobadas”, bisontes), Francisco Vázquez de Coronado o Juan de Oñate. O ya en el siglo XVIII y XVIII: Juan de Uribarri, Antonio Valverde, Pedro de Villasur, Pedro Vial y Facundo Melgares, último gobernador español y primero mexicano de Nuevo México.

Existe lo anglo-hispano (EEUU), lo euro-hispano (España) y lo indo-hispano (América). Tres elementos con un común denominador

Otros completarían y enriquecerían esa visión: Whitman, Prescott, Lummis, Hanke, Powell, Bolton o Payne. Walt Whitman escribió una carta en 1883 con motivo de la conmemoración del 333 aniversario de la fundación de la ciudad de Santa Fe que tituló The Spanish Element in Our Nationality, donde decía:

“We Americans have yet to really learn our own antecedents, and sort them, to unify them (…) To that composite American identity of the future, Spanish character will supply some of the most needed parts. No stock shows a grander historic retrospect — grander in religiousness and loyalty, or for patriotism, courage, decorum, gravity and honor (…)”

En lugar de combatir la Hispanidad, los EEUU deberían poner en valor su propio pasado hispano pasando a convertirse en la primera República anglohispana. Existe lo anglo-hispano (EEUU), lo euro-hispano (España) y lo indo-hispano (América). Tres elementos con un común denominador.  ¿Qué tal una Comunidad Hispana con capital en Miami? Transformemos las identidades excluyentes en inclusivas. Reconozcamos lo que nos une y cambiemos el mundo.

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