El 11 de marzo de 2011, en el mar de Japón, frente a la costa de Honshu (la isla más grande y poblada del archipiélago nopón), durante seis minutos se desarrolló el terremoto más potente del país y el cuarto de la historia del planeta. Según la NASA, desplazó a la isla 2,4 metros hacia el este y alteró el eje terrestre en unos 10 centímetros. Pero lo más grave es que se tradujo en un tsunami que barrió decenas de kilómetros de costas. En la central de Fukushima, una ola de 14 metros desbordó el dique de contención de 5,7 metros y destruyó los generadores diésel de emergencia que estaban en uso para paliar los problemas de la red afectados por el terremoto. Hubo tres fusiones de núcleo y tres explosiones de hidrógeno que liberaron radiactividad. Por suerte, ninguna ocurrió en los reactores por lo que no hubo explosión nuclear.
«El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo». Este proverbio chino es el origen, junto a las investigaciones del matemático y meteorólogo Edward Lorenz, de una de las más teorías físicas más famosas: el efecto mariposa. Y se puede aplicar aquí, ya que ese terremoto tan poco habitual por su fuerza y por el maremoto que provocó, y con tan mala suerte de afectar a una central nuclear, llevó a que, en el otro lado del mundo, Ángela Merkel acelerara los planes de desnuclearización del país. El 30 de mayo de 2011, Alemania formalmente anunció que abandonaría completamente la energía nuclear en once años. Por entonces era responsable de casi un 23% del consumo energético del país.
De momento Alemania podría conseguir el producto por otras fuentes e ir tirando de reservas. Aunque algo así no sería suficiente en cuanto llegue el invierno y se dispare el consumo en todo el hemisferio norte
Esta circunstancia, tras el progresivo abandono del carbón por la política de reducción de emisiones y el limitado crecimiento de las renovables, convirtió al país germano en muy dependiente del gas natural, y específicamente del gas ruso. Ante esa perspectiva se construyó otro caro gasoducto, el Nord Stream 2 que, tras la invasión rusa de Ucrania, no funcionará, al menos de momento. Pero ahora el problema es el Nord Stream 1: El próximo 11 de julio se llevará a cabo una operación de mantenimiento rutinario de esta estructura que lleva a través del Báltico la mayor parte del gas que consume Alemania, y se teme que Moscú lo aproveche para cortar el suministro. Es improbable que esto pase tan pronto pero incluso si esto sucediera, de momento el país podría conseguir el producto por otras fuentes e ir tirando de reservas. Aunque algo así no sería suficiente en cuanto llegue el invierno y se dispare el consumo en todo el hemisferio norte.
Uniper es el mayor importador alemán de gas ruso y tiene que cubrir actualmente sus necesidades a través de suministradores de otros países a precios mucho más elevados porque está obligado a cumplir con contratos de suministro a empresas energéticas municipales y grandes consorcios industriales firmados antes de la guerra de Ucrania. Desde mediados de febrero sus acciones han bajado un 75%. Una insolvencia de Uniper y de otros grandes importadores provocaría una reacción en cadena fatal en los mercados energéticos de toda Europa. El ministro federal de Economía y Energía, el “verde” Robert Habeck, ha comparado esa posibilidad con la quiebra del banco estadounidense Lehman Brothers en 2008. Si Uniper deja de suministrar, fallarían inmediatamente todas las empresas dependientes de la misma y acabaría suspendiéndose el suministro de gas a la industria y los hogares privados. Su rescate por el estado parece inminente. Pero el problema sigue siendo, ¿de dónde obtendrá el combustible si Rusia cierra el grifo?
Ya no es sólo el error alemán de sustituir la energía nuclear y el carbón por el gas ruso, es que llevamos muchos años desanimando la inversión en combustibles fósiles. El mes pasado se ratificó que Europa prohibirá a partir de 2035 la venta y matriculación de coches nuevos con motor de combustión que emitan gases nocivos a la atmósfera. Con medidas políticas así, ¿quién va a gastarse dinero en este sector, de verdad esperan que alguien explore nuevos pozos o construya refinerías para el futuro? Por ejemplo, hacen falta metaneros, barcos que puedan trasladar gas natural licuado desde Estados Unidos o desde el Golfo o desde Argelia… ¿quién los va a construir y asumir ese elevadísimo coste para una situación que se cree temporal? Nadie va a invertir a largo plazo en algo que es sistemáticamente castigado por los gobiernos de nuestro continente.
Este mayo, Alemania registró su primer déficit comercial (importó más de lo que exportó) desde que la reunificación. No se trata de una posibilidad remota: el deterioro económico ya es un hecho
Rusia es el segundo exportador mundial de petróleo (con un 11% del total) y el primer exportador de gas natural (25%), y hasta estos últimos meses en los que China y la India han tomado más importancia, era Europa su principal mercado. No es un problema sólo alemán pero al ser la primera economía del continente, el que deba reducir su producción y consumo por falta de combustible lo conducirá a una recesión con efecto dominó sobre otros países de la región. Este mayo, Alemania registró su primer déficit comercial (importó más de lo que exportó) desde que la reunificación. No se trata de una posibilidad remota: el deterioro económico ya es notable. Los inversores lo saben, el Dax alemán vivió el peor semestre en 14 años al perder una quinta parte de su capitalización de enero a junio.
El gran error de Merkel
¿Mi opinión? Por supuesto estoy a favor de las renovables, también del complemento de la nuclear (¡que ahora para Europa es una energía verde!), ya que lo ideal es un mix energético amplio pero, sobre todo, lo que no se debe hacer es depender demasiado de un solo proveedor. Lo vimos con China y las mascarillas en 2020 y lo están viviendo en 2022 aquellos países de Europa que se han convertido en dependientes de un país tan poco fiable como Rusia. Es, sin duda, el mayor error de la era Merkel. No soy tan pesimista sobre la posibilidad de un invierno sin gas en Alemania. Sus cuentas financieras son muy buenas, tiene recursos más que suficientes para adquirir el combustible suficiente. Al final es una cuestión de dinero. El problema lo tendrán otros porque, lógicamente, será mucho más caro. En cualquier caso, faltan meses y la posibilidad de algún tipo de tregua en Ucrania no debería ser desestimada. Veo, sin embargo, claramente una recesión en la mayor parte de Europa a finales de este año pero no creo que Alemania se quede sin gas. Eso sí, echarle la culpa a esa posibilidad es una tentación ideal para cualquier político, en España sabemos muy bien de dirigentes que buscan excusas fuera a los errores propios.
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