He leído estos días cosas verdaderamente delirantes acerca de la participación de una señora gorda en un show de despedida de año. Yo no la vi, tengo cuidado con las cosas a las que someto a mi cerebro, pero en España es imposible escapar virgen, digamos, a estos alborotos. A la gente, y a los diarios y televisiones (o al revés) le encantan. Y son especialistas en sobredimensionar cualquier tontería que tenga grasita (siempre de izquierda) ideológico–comercial, o sea uno de los puntales de la agenda política progre o woke, que vienen a ser lo mismo. ¡Gordofobia! ¡Islamofobia! ¡Transfobia!
La Libertad de Expresión se ha convertido en uno de los enemigos principales de la avanzada ideológica de la Izquierda Mundial, y del Islamismo, como es lógico, al tratarse de una religión primitiva, totalitaria, misógina, enemiga de la Ilustración y la Libertad; una religión cuyo objetivo declarado es islamizar el mundo. Es decir, descivilizarlo.
Por cierto, lo más hablado y discutido del asunto en cuestión, ha sido que la señora gorda exhibió en cierto momento una estampida de Jesucristo con cara de toro, o de vaca. Muy bien. Yo soy de burlarme de las religiones, aunque creo que es oportunista burlarse de Jesucristo, burlarse de Jesucristo ya no tiene gracia, y no la tiene porque los cristianos son de poner la otra mejilla o, en el peor de los casos protestar pacíficamente, o denunciarte. Nada comparable a lo que puede sucederte si te burlas de Mahona, que arriesgas la cabeza.
Insultar a la religión católica es poco más que un numerito propagandístico que monta el insultador. Es un caso de bullying. El acosado no se defiende. Y como si fuera poco, en España el acosador es premiado socialmente. Lo que hace, está bien visto
Yo prefiero meterme con los islamistas, porque si te decides a molestar debes hacerlo en grande, lo otro son culigordeces de intelectuales, que siempre son de izquierda y enemigos de la cristiandad. Eso da prestigio. Pero. Qué mérito puede tener insultar a una religión que hace siglos que se domesticó, que fue domesticada por la Civilización, que aceptó civilizarse y ser parte de una sociedad democrática donde los representantes de los dioses no gobiernan, ni pueden imponer sus doctrinas. Insultar a la religión católica es poco más que un numerito propagandístico que monta el insultador. Es un caso de bullying. El acosado no se defiende. Y como si fuera poco, en España el acosador es premiado socialmente. Lo que hace, está bien visto. Por el zurderío, es cierto. Pero en España el zurderío dispone de un batallón mediático, gobierna, y tiene a su disposición el cofre del tesoro de los contribuyentes.
Otra cosa que he leído y que me hace mucha gracia, es como algunos intelectuales y gente así, comparan a los católicos ofendidos, que protestan por las burlas o insultos, con los ofendidos que protestan contra las burlas y ofensas (muy raras, casi inexistentes) al islamismo. ¡Son iguales! ¡Intolerantes! Que viene a ser como decir que los aliados eran lo mismo que los nazis. Como si lo que se defiende, aquello por lo que se pone en riesgo la reputación y, en algunos casos, la vida, no estableciera una diferencia moral crucial.
Y mientras estas chorradas han sido los temas candentes de la actualidad española, y se aprovechaba para señalar a los cristianos, se cumplían diez años de la matanza llevada a cabo por religiosos musulmanes (en nombre de Alá) en la sede de la revista humorística Charlie Hebdo. Uno de los actos religiosos más atroces y repugnantes de los últimos tiempos.
Premiar la violencia y el salvajismo
También en estos días, gracias al genial Elon Musk (mi admiración por ese hombre es enorme y creciente), se ha actualizado la historia de horror de los crímenes contra niñas y niños de las llamadas grooming gangs o rape gangs; bandas de violadores musulmanes de origen pakistaní, en el norte de Inglaterra. Musk, con muy buen criterio, ha llamado la atención sobre lo ocurrido durante años a miles, decenas de miles, de niñas blancas inglesas a manos de estos criminales provenientes de una cultura primitiva, reprimida sexualmente y tribalmente malsana, como todo lo tribal. Lo que se conoce, provoca la indignación y el asco de cualquier persona medianamente decente. Pero las humillaciones y bestialidades sufridas por estas niñas rivalizan en obscenidad con la actitud de las autoridades políticas y policíacas británicas, que se esforzaron por ocultar lo que sucedía, llegando al extremo de, en algunos casos, amenazar y castigar a las víctimas y sus familiares por señalar a los violadores: todo en nombre del multiculturalismo, la diversidad, y del miedo a ser acusados de racistas o islamófobos. Cosa esta última que no deja de asombrarme pues ser islamófobo debería constituir una obligación moral de los ciudadanos de los países occidentales, por la sencilla razón de que el Islam es una religión misógina, homófoba y en general antioccidental y anti civilizatoria. Contraria, qué digo, enemiga de los valores de nuestra Civilización. Civilización que, alguien debe decirlo, es superior, es la cúspide, moral, científica, cultural, social y tecnológica, de todo lo alcanzado por la especie humana. Cuando la Civilización Occidental (la única que existe) es condescendiente, pusilánime o cobarde con la violencia y el salvajismo de la religión musulmana, sólo está premiando esa violencia y ese salvajismo. A ver si lo aprendemos de una vez.
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