Hace 25 años, ETA cometió uno de sus crímenes más abyectos, si es que alguno no lo fue: la ejecución “a cámara lenta” de Miguel Ángel Blanco –como define el entonces ministro de Interior, Jaime Mayor Oreja- el secuestro y asesinato de un joven concejal de Ermua que decidió luchar por la democracia tras asistir al entierro de Gregorio Ordóñez en el cementerio donostiarra de Polloe.
Un cuarto de siglo después, en España muchos tenemos la sensación de que la ejecución de Miguel Ángel –como el asesinato de 853 niños, hombres y mujeres, civiles y militares en más de 3.500 atentados de la banda- ha servido a los terroristas (y a quienes 'recogían las nueces' del árbol que ellos sacudían) para conquistar, al menos, parte de sus objetivos políticos.
Hoy, 25 años después de que corriera por calles y plazas de manera desesperada el Espíritu de Ermua, de que cientos de miles de españoles en todo el país, incluido el hasta entonces silencioso y temeroso País Vasco que acostumbraba a mirar siempre para otro lado, de que los ertzainas se quitaran los pasamontañas para ser abrazados por los vecinos..., todo aquello ha quedado arrumbado en las hemerotecas.
ETA, Otegi y memoria histórica
Hoy, un cuarto de siglo después, los etarras –valientes gudaris con sus manos manchadas de sangre- son homenajeados con fuegos artificiales cuando salen de una cárcel cada vez más cercana al País Vasco; se agrede y acorrala en Pamplona a los concejales no abertzales y Arnaldo Otegi y sus secuaces no solo son indispensables con sus votos para que el Gobierno de la nación saque adelante algunas de sus leyes en las que se juega su supervivencia política sino que, en una dramática pirueta final, son ellos –los proetarras- quienes marcan las directrices de la nueva memoria histórica que pergeña Pedro Sánchez desde Moncloa.
En la España de 2022, 25 años después de aquella ejecución televisada a toda España y al mundo, más de 300 asesinatos de la banda siguen sin resolverse. Y, lo que es peor, la memoria histórica reciente ha sido borrada de un plumazo mientras se invocan las reparaciones a los indígenas por la conquista de Colón o se esgrime políticamente la búsqueda en las cunetas de las víctimas del franquismo al tiempo se regatean desde hace años los fondos para excavarlas.
¿De verdad hemos derrotado a ETA? Extraña victoria si la diputada de Bildu Mertxe Aizpurua se jacta de que una ‘comisión técnica’ de la nueva ley de Memoria Democrática estudiará las vulneraciones de derechos humanos a aquellos que “lucharon por la consolidación de la democracia" (traducción, los asesinos de ETA) hasta el 31 de diciembre de 1983.
Extraña victoria, digo, porque Pedro Sánchez y el Grupo Socialista van a permitir “poner en jaque el relato de una Transición ejemplar", en palabras de Aizpurua, la misma que era redactora jefe y editorialista de Egin, el diario proetarra que celebraba, hace 25 años, el secuestro de Ortega Lara y callaba ante el asesinato de Miguel Ángel.
"¿Cabe un escarnio mayor?", se preguntan socialistas como Elena Valenciano, ex vicesecretaria general con Alfredo Pérez Rubalcaba, que no se acostumbra a que Pedro Sánchez les siga “helando la sangre”, como vaticinó a Zapatero y Patxi López hace años la madre del también socialista Joseba Pagazaurtundua, asesinado por la banda. A Felipe González la ley “no le suena nada bien. Será que ahora soy de derechas”, ha llegado a ironizar.
ETA, ni perdón ¿ni olvido?
Insisto: ¿de verdad hemos derrotado a ETA? Ni olvido ni perdón, dijeron los Múgica –otra familia socialista- tras el asesinato de Fernando. El perdón es íntimo, el olvido es colectivo y ya es un hecho doloroso y lamentable entre nuestros jóvenes. Según una encuesta de GAD3 de octubre de 2020, sólo 4 de cada 10 españoles jóvenes saben quién es Miguel Ángel Blanco. Siete de cada 10 españoles ignoran quién es Ortega Lara –hoy, tildado de ‘fascista’ porque milita en Vox-; finalmente, 6 de cada diez no saben que Irene Villa fue una niña víctima de ETA.
Pero hay más, un año después, un macrosondeo realizado en Navarra entre estudiantes de la ESO (11 a 16 años) demostraba que poco más de la mitad sabía qué era ETA, un 26% justificaba la violencia para conseguir objetivos políticos y solo un 0,5 de los alumnos navarros conocía el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco.
Txapote, asesino de Miguel Ángel Blanco y 13 personas más, saldrá a la calle en 9 años: ni se ha arrepentido ni cumplirá dos años por cada asesinato, y le recibirán como un héroe. ¿De verdad hemos derrotado a ETA...?
Dijo Kundera que “la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”. Hoy 25 años después, es tarea de todos recordar lo que hizo ETA con Miguel Ángel Blanco y cientos de víctimas más, y es una obligación democrática evitar que quienes comprendían, callaban y se beneficiaban de sus ejecutores, no solo saquen hoy rédito político sino que, con sus votos y un PSOE irreconocible para muchos, reescriban la historia y decidan quiénes fueron los buenos y los malos de este país.
P.D.: Francisco Javier García Gaztelu. Txapote, el asesino de Miguel Ángel Blanco que le ejecutó de dos disparos en la cabeza mientras el joven lloraba arrodillado, maniatado y sujeto por un compinche; el asesino, además, de otras 13 personas, entre ellas Gregorio Ordóñez, Fernando Múgica o Fernando Buesa, saldrá a la calle en 9 años, sin haberse arrepentido y tras pasar 26 en prisión, ni dos años por cada vida arrancada. Y le recibirán con pancartas, música y fuegos artificiales. ¿De verdad hemos derrotado a ETA…?
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