Opinión

Eternos cómplices del independentismo

Con toda probabilidad hoy quedará constituido un nuevo parlamento catalán cuya presidencia ocupará un representante independentista libre de causas judiciales a sus espaldas, al menos en el momento de tomar

Con toda probabilidad hoy quedará constituido un nuevo parlamento catalán cuya presidencia ocupará un representante independentista libre de causas judiciales a sus espaldas, al menos en el momento de tomar posesión. Y es que, a pesar de lo que puedan tener de entretenidas las disputas internas del separatismo, cabe descreer de ellas como posible torpedo en sus planes: habrá final feliz y pactado para que puedan seguir manteniendo su pulso al Estado desde las instituciones. En esa labor, además, los partidos independentistas no están en soledad.

Las notables ausencias en la sesión de constitución han concedido a ‘los comunes’ la oportunidad de arrebatar al independentismo el control de la cámara para que una fuerza constitucionalista tome el relevo de Carme Forcadell. Los de Colau, por supuesto, se han apresurado a zanjar esa posibilidad, actuando de nuevo como el cómplice perfecto del independentismo, no tanto para la consecución del objetivo de la secesión, sino para convertirse en el garante de que nada cambie en la política catalana.

El problema de Podemos es que, como los independentistas, creen que Cataluña sólo puede ser dirigida por los nacionalistas

Lo que puede parecer un juicio aventurado no es sino una mera constatación de los hechos. El golpe parlamentario que perpetraron los partidos separatistas la pasada legislatura provocó que los derechos de toda la oposición, incluidos los de los comunes, fueran vulnerados. Aunque se empeñen en ignorarlo, aquella diputada de Podemos célebre por retirar banderas constitucionales de la cámara catalana fue tan injusta y antidemocráticamente silenciada por la mayoría separatista como lo fueron los representantes de Cs, PP o PSC. Si la actitud de Forcadell provocó entonces un memorable discurso de reproche de Joan Coscubiela, la nueva Mesa, bajo ordeno y mando del separatismo, parece ser ahora merecedora de un premio.

Ni la conveniente reprimenda a los separatistas por degradar las instituciones, ni la elección de una presidencia ajena al ejecutivo son motivos suficientes para que los comunes pierdan la fobia a aparecer en la misma foto que el constitucionalismo. El problema de Podemos es que, como los independentistas, creen que Cataluña sólo puede ser dirigida por los nacionalistas. Prueba de ello es el discurso con el que Pablo Iglesias se desperezó de la pesadilla electoral catalana después de semanas sin soltar prenda tras sus malos resultados en la comunidad.

Lejos de hacer autocrítica sobre las complicidades con el nacionalismo, algunas de las palabras del discurso de Iglesias son bastante reveladoras. “Ha aparecido la nación española en Cataluña”, aseveró el líder morado, no sin la dosis justa de pesadumbre que le debió suponer comprobar cómo la consigna nacionalista del ‘un sol poble’, que Podemos ha hecho suya, se hizo añicos en las urnas. La afirmación de Iglesias, pues, “ha aparecido” yerra por partida doble: lo que siempre ha habido en Cataluña son ciudadanos libres e iguales que a diferencia de Podemos no ven nada de progresista en la fragmentación de la soberanía nacional, ni se sienten representados por un proyecto que replica todas las consignas nacionalistas.

La muy saludable elección de una presidencia ajena al ejecutivo no parece haber sido motivo suficiente para que los comunes dejen de ser cómplices del independentismo

Iglesias y los suyos han cantado las bondades de la España plurinacional mientras presuponían la uniformidad de la Cataluña monolítica que pintan los nacionalistas. Eso les puede valer para ganarse la sonrisa cómplice de los dirigentes nacionalistas en Barcelona y en Madrid, pero es lógico, como han demostrado las urnas, que los catalanes no nacionalistas prefieran confiar en partidos que no hablan sólo para los nacionalistas. Lo dijo Iglesias también: “Hemos hablado demasiado para otras fuerzas políticas”. Se refiere, claro, a las fuerzas independentistas, a las que han intentado contentar votando en contra de defender la Constitución española en el Senado, o compartiendo con Puigdemont y Junqueras las críticas infundadas al “Estado represor” que aspiran a gobernar.

La pregunta es: ¿Hasta cuándo insistirán en el error de primar la complacencia nacionalista en lugar de las preferencias de sus votantes? Hoy será una mesa independentista, mañana una declaración solemnísima contra el 155 y así hasta un sinfín de iniciativas que sólo pueden firmar quienes descreen de la democracia española. Ese rechazo, que les condena a ser eternos compañeros de viaje, se traduce en gestos de los que sacan mucha tajada de ‘transversalidad’ los nacionalistas, pero que a Podemos no terminan de funcionarle. Y sin embargo, así seguirán, hasta que ya no les quede nadie a quien hablar.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación
Salir de ver en versión AMP