Opinión

Etxera ("a casa")

Las víctimas quedarán registradas en la memoria como pequeñas desgracias accidentales, dramas producidos por algún fenómeno impersonal de hace mucho tiempo

El sábado en Bilbao miles de personas salieron de nuevo a la calle convocados por Sare, la "red ciudadana en favor de los derechos humanos de lxs presxs, exiliadxs y deportadxs vascxs". Salieron como siempre para solidarizarse con los miembros de ETA que aún cumplen condena y para pedir su liberación. Eso significa 'Etxera': a casa. Dicen hacerlo en nombre de la paz y la convivencia, y para cerrar el último episodio del conflicto que se vivió en el País Vasco durante décadas.

El conflicto es el nombre que se le da a la elección de la izquierda abertzale -no de ETA- de hacer política mediante el asesinato y la amenaza. Se dedicaron a ello el tiempo suficiente y con la intensidad necesaria como para transformar radicalmente el mapa político de la sociedad vasca. Decir que "ETA venció" es una tentación comprensible, especialmente si se conoce de primera mano esa transformación que jamás se habría producido si antes no se hubiera dado una renuncia ética colectiva. Pero al decirlo se cometen dos errores. El primero de ellos es pensar que la victoria iba ligada a la independencia, y que esta independencia de facto que tenemos hoy en el País Vasco es el resultado directo del terrorismo. El segundo es el más importante: el sujeto nunca fue ETA. No lo era cuando el terrorismo aún era útil, y no lo es ahora que la banda no existe. El sujeto siempre ha sido la izquierda abertzale. Y la victoria no consiste en que esté en las instituciones, algo de lo que habría disfrutado sin su movilización terrorista, sino al hecho de que está en las instituciones con unas condiciones excepcionales. No ha tenido que renunciar a toda la parafernalia filoterrorista para ser una fuerza política respetada. No ha habido ni siquiera un simulacro de higienización. Han sido sus adversarios, aquellos que desde el principio entendieron que la única posición aceptable era la trinchera y no los puentes, los que tuvieron que renunciar a hacer política en condiciones normales. La higienización se la aplicó precisamente la izquierda abertzale a todos ellos. Primero mediante el terrorismo y hoy, de manera simbólica pero también eficaz, mediante la multitud y la lejía.

José Ignacio Iruretagoyena fue asesinado hoy hace veinticinco años por tres héroes de la izquierda abertzale. Era uno de los dos concejales que el PP consiguió en Zarauz en las municipales de 1995

El conflicto al que se refieren Joseba Azkarraga, portavoz de Sare, o José Antonio López Ruiz, el asesino Kubati, ha tenido episodios muy conocidos. Algunos lo han sido menos, o se olvidaron demasiado pronto. José Ignacio Iruretagoyena fue asesinado hoy hace veinticinco años por tres héroes de la izquierda abertzale. Era uno de los dos concejales que el PP consiguió en Zarauz en las municipales de 1995. Herri Batasuna tenía tres. Hoy EH Bildu cuenta con ocho concejales en el municipio, y el PP ha desaparecido del Ayuntamiento. 

El de Iruretagoyena fue uno de los cientos de asesinatos que la izquierda abertzale cometió en el ejercicio de la política. El adjetivo más apropiado para todos ellos no es "inhumano", "monstruoso" o "cruel", sino "útil". Pero en el de Iruretagoyena se da un elemento que lo convierte en otra cosa. Tres años después del atentado, otros héroes de la izquierda abertzale colocaron una bomba en una tumba situada frente a la del concejal asesinado. Ese día, 9 de enero de 2001, sus familiares y varios dirigentes del Partido Popular habían acudido al cementerio para recordarlo y rendirle homenaje. Un fallo en el mando a distancia impidió que llegara la señal y la bomba no explotó. La detonación controlada posterior destrozó más de trescientas tumbas. La familia de José Ignacio Iruretagoyena y los dirigentes del PP habrían sido masacrados si no hubiera fallado. En un cementerio. En la tumba del familiar y compañero asesinado. Esto fue el conflicto al que se refieren las miles de personas que el sábado acudieron a la manifestación de Sare. Esos son los héroes con los que se solidarizan. Etxera, piden. A casa. Que no fue para tanto.

Los presos vascos quedarán para siempre instalados en esa categoría, la de preso vasco, y nunca más en la de terroristas de la izquierda abertzale

Hoy queda sólo un puñado de presos en cárceles fuera del País Vasco. La política de alejamiento y dispersión ha desaparecido. "A casa" significa a la calle. Cuanto antes. Joseba Azkarraga lo decía claramente en 2017 en una entrevista en Gara. "Hay que cambiar esa legislación y hay quienes esto lo plantean legítimamente desde la exigencia de la amnistía. Persiguiendo los mismos objetivos, que son vaciar las cárceles, creemos que hay que llegar hasta ahí con el apoyo de la mayoría de la sociedad, y en eso estamos". En eso están. Quieren lo mismo que Patxi Ruiz o Iñaki Bilbao, sólo que son menos brutos. 

El futuro de la sociedad vasca es demasiado claro como para mirarlo sin querer cerrar los ojos. Los presos vascos quedarán para siempre instalados en esa categoría, la de preso vasco, y nunca más en la de terroristas de la izquierda abertzale. La izquierda abertzale quedará instalada para siempre en la categoría de izquierda homologada, progresista, sin que los progresistas sientan la necesidad de echarlos a patadas de su lado. Las víctimas quedarán registradas en la memoria como pequeñas desgracias accidentales, dramas producidos por algún fenómeno impersonal de hace mucho tiempo. Y nosotros seguiremos callando ante toda esta cultura de la muerte mientras decimos que aquí se vive muy bien. 

No fue ETA la que venció, y la victoria no ha sido la independencia. Es algo mucho más profundo y más horrible.

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