Opinión

Cuando Europa se convirtió en relativista

Ahí nació la decadencia que nos va a destruir como civilización

Estos son tiempos de incertidumbre en los que nadie sabe nada y los pocos que saben callan como muertos. Tampoco la masa muestra un interés desaforado por adquirir conocimiento alguno, más allá de las pornografías del corazón o los escándalos deportivos. Nunca en toda la historia el individuo creyó saber tanto sin saber prácticamente nada. Porque el relativismo que ha imperado en el Viejo Continente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial ha arrasado todo un sistema de valores que sostenían el edificio de la cultura y el saber europeos. Cuando Sartre afirma en 'La Náusea' que a pesar de poseer un insecto por lengua aquello seguiría siendo vida de algún modo la esperanza de discernir se acabó. Porque ni todo es vida ni todo es ambivalente. Relativizar obsesivamente alrededor del Bien y del Mal, con mayúsculas, nos ha llevado a discutirlo todo para, al final, aceptar las mayores barbaridades con un encogimiento de hombros y ese terrible "depende de cómo lo mires”. La shoah, por ejemplo, fue un horror total que demostró hasta qué punto una nación culta y científica puede caer en el abismo amoral más abyecto, pero el relativista te dirá que, al fin y al cabo, los israelís están haciendo lo mismo con Palestina. Es decir, que Israel tiene campos de exterminio, cámaras de gas, hornos crematorios y a los árabes se les prohíbe trabajar y vivir en su suelo.

Sería cómico de no haberlo escuchado miles de veces. Esos relativistas – negacionistas, en este caso - son los que se niegan a pesar más allá de lo que marque el titular del suplemento dominical de algún diario. Preferentemente progre, claro. Sigamos con los tópicos relativistas. Uno de su favoritos es decir con cara de sabio que inventó la rueda que los Estados Unidos son un país de bárbaros, fascistas y belicistas, mientras que Irán, Cuba o Venezuela lo único que hacen es defenderse del agresor yanqui. Más. La derecha española siempre ha sido franquista, corrupta, nepotista y especuladora, pero la izquierda es transparente y generosa y hablar de Paracuellos, los ERE andaluces o las ministras enchufadas por sus parejas es una provocación de Vox.

Detrás de esos razonamientos de parvulitos se esconde la profunda incultura que campa a sus anchas por esta sociedad cada vez más desestructurada intelectualmente, pero sospecho que la cosa va mucho más allá

Se relativiza todo, y no deja de ser curioso que la balanza siempre acabe inclinada hacia uno de los dos lados. Porque lo lógico sería que, puestos a relativizar, las dudas hoy fueran hacia aquí y mañana hacia el otro lado, pero no. Ese relativismo, ese decir que todas las religiones son iguales, que todos roban, que todos los Estados son opresores, que todos los ricos son malos y todos los pobres buenos, acaba siempre en el callejón sórdido del Nuevo Orden Mundial. Quienes niegan a Dios hablan de la Pachamama con unción, te miran con asco porque te declaras devoto del Cristo de Lepanto. Si el Dalai Lama es un santo, no se te ocurra decir que te encanta este o aquel sacerdote, porque te fulminan. Con los políticos, igual. Churchill era un capitalista represor de huelgas, mientras Stalin salvó al mundo de la tiranía nazi.

Detrás de esos razonamientos de parvulitos se esconde la profunda incultura que campa a sus anchas por esta sociedad cada vez más desestructurada intelectualmente, pero sospecho que la cosa va mucho más allá. Existe una gigantesca operación desde hace décadas para extirpar mediante el bisturí de la prensa y esa falsa cultura modelada al gusto de las grandes corporaciones que hace todo lo posible para que creamos que nuestra herencia moral, histórica y cultural es un asco y que deberíamos avergonzarnos de ella. Es el Black Lives Matter del pensamiento. Eres blanco, eres culpable. Eres propietario, eres explotador. Eres hombre, eres violador. Eres conservador, eres fascista. Eres católico, eres lo peor de lo peor.

El relativismo ejercido como dandismo intelectual por mequetrefes que comen jamón en dulce light con quinoa, y que prestan más atención a sus seguidores de Instagram que a sus obras, nos ha derrotado. Perdimos ante el feísmo, lo grotesco, lo vacuo y lo insustancial. Europa ya no existe ni cultural, ni política ni, mucho peor, espiritualmente. El espíritu de la catedral de Chartres ha quedado reducido a una serie de fotos tomadas por un dron construido en China y nadie sabe nada de Leonardo que no haya visto en 'El código Da Vinci'. Pero como todo es relativo, también lo es el derrumbe de un modo de entender la vida, la civilización y la relación entre el ser humano y Dios. Que, por cierto, no es relativo para nada, como tampoco lo es la distancia que media entre el asesino abyecto y cruel y la víctima indefensa e inocente. Porque existen el Bien y el Mal, del mismo modo que existen las buenas personas y la gentuza.

No conviene olvidarlo.

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