Opinión

La exasperante lentitud del BCE

Que no nos traten como a niños ni el Gobierno ni el Banco Central: la única forma de reducir el coste del petróleo y el gas que importamos, cuyos precios no controlamos, es consumiéndolo menos

Esta semana nuestro banco central ha cumplido el guion y ha confirmado lo anunciado: deja de comprar deuda a finales de este mes y el 21 de julio sube los tipos de interés 0,25 puntos. También avisa que en septiembre habrá un nuevo movimiento al alza. Esto supone que vamos a seguir tres meses más con tipos de interés negativos (ahora mismo estamos en el -0,50%) con una inflación que ronda el 8%. Resulta absurda esta lentitud en reaccionar del BCE cuando por ejemplo la Fed ya empezó a subir tipos en marzo. El banco central estadounidense no llegó a tener los tipos negativos y en poco tiempo los ha elevado, anunciado más subidas y no sólo ha finalizado sus programas de compra de activos, además está empezando a reducir balance. Como Estados Unidos, muchos otros países llevan ya meses subiendo los tipos de interés.

Otro aspecto extraño de BCE es ese "calendario" avisado en mayo y confirmado en junio para lo que hará a finales de julio y en septiembre. Parece que no hayan aprendido nada de los últimos meses. Lagarde decía en diciembre pasado que no creía que en 2022 subieran tipos, ¿no se da cuenta que en semanas puede cambiar de nuevo el panorama? No creo que nadie esté entendiendo este guion a tan largo plazo como si la situación actual no fuera volátil y realmente pudiéramos saber ya, qué será lo mejor en septiembre. No sé si es una estrategia equivocada o simple arrogancia, y esto último me extrañaría mucho tras sus últimos numerosos errores que han provocado varios cambios ya en las previsiones de PIB e IPC.

Evidentemente, Lagarde tiene miedo a lo que ya comentamos aquí hace poco: una elevación de la prima de riesgo italiana y española. El fin de las compras de BCE va a tensionar mucho la colocación de deuda soberana de los países considerados menos fiables por sus altos niveles de déficit y deuda pública. Pero es que eso pasa porque BCE ha sido un irresponsable y lleva demasiados años salvando la financiación de muchos países sin exigirles a cambio un mejoramiento de las cuentas públicas.

Lo único que se le ocurre a Lagarde es decir que lo mismo crea un programa nuevo para evitar la “fragmentación” del mercado de deuda. Y seguimos con el neolenguaje…

Evidentemente, Lagarde tiene miedo a lo que ya comentamos aquí hace poco: una elevación de la prima de riesgo italiana y española. El fin de las compras de BCE va a tensionar mucho la colocación de deuda soberana de los países considerados menos fiables por sus altos niveles de déficit y deuda pública. Pero es que eso pasa porque BCE ha sido un irresponsable y lleva demasiados años salvando la financiación de muchos países sin exigirles a cambio un mejoramiento de las cuentas públicas. Ahora es demasiado tarde, los ha convertido en dependientes a sus intervenciones y lo único que se le ocurre a Lagarde es decir que lo mismo crea un programa nuevo para evitar la “fragmentación” del mercado de deuda. Y seguimos con el neolenguaje…

BCE va tarde porque debería haber acabado con los tipos negativos en 2021 cuando la economía y el consumo crecieron tanto tras la pandemia, lo mismo con sus programas de compras de activos. Pero es que sigue retrasando decisiones. La inflación empezó a subir en la segunda mitad del año pasado (sí, meses antes de la guerra, que no se nos olvide) por los problemas de la cadena de suministro y los bancos centrales decidieron que de nada serviría subir tipos para evitarlo. Luego con la guerra los IPCs se dispararon por el alza espectacular del precio del gas y del crudo. De nuevo salieron declaraciones de Lagarde y del economista jefe de BCE, Lane, afirmando que subir tipos no serviría. Se equivocaban.

Los precios a los que se están negociando las propiedades inmobiliarias, justo cuando todos sabemos que ya se han visto los mínimos del Euribor, no son sostenibles

La función de subir tipos es doble: por un lado frenar el endeudamiento y el movimiento excesivo de la liquidez (en otras palabras: reducir el consumo) y por otro, frenar las expectativas, dejando claro a los actores económicos que se va a endurecer el precio del dinero si continúan subiendo los precios. Unos tipos más altos no van a reducir el precio del gas o del crudo pero sí hubieran podido reducir, o incluso quizás evitar, los efectos de segunda ronda que están llevando a la inflación subyacente a niveles no vistos desde el siglo pasado.

El mejor ejemplo para ver que BCE va tarde es la actual burbuja inmobiliaria española, que se ha acelerado el último trimestre porque sigue siendo fácil endeudarse y la expectativa de subida de precios era muy clara. Los precios a los que se están negociando las propiedades inmobiliarias justo cuando todos sabemos que ya se han visto los mínimos del Euribor y el poder adquisitivo de los españoles lleva más de un año cayendo con fuerza, no son sostenibles. Luego habrá lloros y nos sorprenderemos de cómo no lo vimos antes. Ya ha pasado con el Nasdaq o las criptos algo similar. ¿Y qué decir de la deuda en negativo, en serio alguien se creía que era normal?

No es el momento de anunciar en junio medidas para septiembre sino ser ágil y decisivo. Soy consciente que criticar es lo fácil pero lo que ha hecho BCE los últimos años es muy grave y, a pesar del aplauso de los gobiernos, no se nos ha pasado desapercibido a los que llevamos tiempo advirtiendo de lo que venía si las economías se volvían dependientes de una política monetaria ultra expansiva. Puede que la inflación actual no sea causa directa de esa política pero el no poder actuar contra ella por miedo a que se caiga el castillo de naipes creado, sí. ¿Por qué se teme que España se quede sin suficiente demanda cuando realice las subastas de deuda en verano? Porque BCE lleva años comprando la mayor parte, ¿y quién es el culpable de eso?

El calendario electoral español

Salir de la estanflación actual es un ejercicio muy complicado, más con todas las incertidumbres que existen, especialmente por la guerra de la que seguimos sin conocer ni su duración ni sus consecuencias: Frenar la inflación puede llevar a una recesión; no frenarla, a un coste social que puede ser peor que un decrecimiento del PIB. Es evidente que el problema es global y que va a costar tanto salir de la actual situación por culpa de las políticas de los bancos centrales que iban a ser excepcionales y han pasado a ser habituales. Los gobiernos no ayudan, el nuestro tiene un problema enorme porque ve acercarse el calendario electoral y no está dispuesto a tomar decisiones impopulares, por muy necesarias que sean.

Que no nos traten como a niños ni el gobierno ni el banco central: la única forma de reducir el coste del petróleo y el gas que importamos, cuyos precios no controlamos, es consumiéndolo menos. Si la financiación del estado cada vez es más cara, habrá que gastar menos para emitir menos deuda. Y si la inflación no se reduce, habrá que subir tipos y retirar liquidez del sistema (y esa es la labor del BCE, no financiar a los estados). Reducir consumo y gasto público y encarecer el acceso al crédito nos hará crecer menos, es evidente. Pero es que no hay soluciones mágicas.

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