Opinión

Una exministra de España al servicio de la propaganda marroquí

Que una persona que fue ministra del Gobierno de España entre 2004 y 2007 se haya referido a Ceuta, Melilla y los demás territorios españoles en el norte de África como "vestigios del pasado" es grave

Un acto supuestamente académico pero sobre todo político, el I Congreso Internacional sobre Relaciones hispano-marroquíes: presente y futuro, coorganizado exclusivamente por actores marroquíes – la Escuela Normal Superior de Tetuán y el Centro Marroquí de Estudios e Investigaciones en Economía y Desarrollo Sostenible, en colaboración con la Universidad Adbdelmalek Essaadi -, ha sido hábilmente utilizado por la propaganda marroquí para agitar el debate sobre Ceuta y Melilla, los territorios españoles en el norte de África, de la mano de la exministra María Antonio Trujillo.

El momento es idóneo, con España y los españoles preocupados por un otoño que promete abundantes dificultades: económicas para el ciudadano y políticas y político-diplomáticas para la nación en su conjunto. Y agitar las aguas al contar con la asegurada posición a favor de una de las cuestiones que Marruecos considerada sagradas de una exministra española, es una operación brillante de entretenimiento llamada a generar confusión. Y con dicha confusión, para tratar de barrer para casa.

Ahora no se ha actuado enviando miles de marroquíes a violar una frontera internacional como se hiciera en Ceuta en mayo de 2021 para con ello obtener óptimos resultados. Aquello no salió bien y Rabat pasó a buscar nuevas fórmulas de actuación, siempre ubicables en el marco de una cada vez mejor elaborada estrategia híbrida contra España. Como estamos en los tiempos de la mal llamada "nueva relación" – iniciada con el cambio de postura de España en relación con el conflicto del Sáhara Occidental – las medidas tienen que ser menos hirientes y arriesgadas como aquella. Y basta con animar un debate en un contexto marginal, pero con buena cobertura mediática y en este caso una protagonista con muchas potencialidades, para aspirar a conseguir objetivos.

Ahora no se ha actuado enviando miles de marroquíes a violar una frontera internacional como se hiciera en Ceuta en mayo de 2021 para con ello obtener óptimos resultados. Aquello no salió bien y Rabat pasó a buscar nuevas fórmulas de actuación

El que una persona que fue ministra del Gobierno de España entre 2004 y 2007 y más recientemente consejera de Educación en nuestra Embajada en Rabat se haya referido en dicho marco de segundo nivel a Ceuta, Melilla y los demás territorios españoles en el norte de África como "vestigios del pasado" o como "una afrenta a la integridad del territorio de Marruecos", según citan diversos medios, es grave. Y también es grave que, siendo jurista y habiendo supuestamente reconocido que España tiene argumentos históricos y jurídicos en su favor, se acabe decantando por el argumento facilón de que esta es una cuestión política. Con ello no solo se sacrifican vergonzosamente los pilares histórico y jurídico, sino que se entra directamente en la justificación del todo vale por aquello de que la política, o más bien la burda la instrumentalización de la misma, nos permite actuar a nuestro antojo.

Tal posición permite sacrificar, por ejemplo, décadas de coherencia en la posición de España, aún hoy potencia administradora del territorio del Sáhara Occidental, para por motivos políticos cambiar de postura en aras a obtener ventajas y oportunidades que, no solo se han mostrado magras hasta la fecha en la dimensión de las relaciones hispano-marroquíes – y para muestra un botón –, sino que nos han generado y nos seguirán generando enormes problemas.

Pero si Marruecos no se salió con la suya en mayo de 2021, o al menos no lo consiguió en los primeros momentos, tampoco debería de salirse con la suya ahora que alimenta una oscura pero útil tensión generada en Tetuán en un marco más político que académico. Tantos titulares y tantas reacciones generadas ahora deben de llevar a una respuesta firme del Estado, renovando su compromiso con la integridad territorial de España, y a esfuerzos potentes dirigidos a la ciudadanía para que mensajes irresponsables y faltos de rigor, pero bien agitados y canalizados, no acaben haciendo mella en nuestra unidad y en nuestra estabilidad. Y más en momentos delicados como los que atravesamos, y en los que el Observatorio de Ceuta y Melilla es uno de los instrumentos dispuestos a alimentar tan necesarios esfuerzos.

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