Confieso que contemplar a Mariano Rajoy contestando el miércoles a las partes en el juicio que se sigue el en Supremo contra los responsables del golpe de Estado protagonizado por el separatismo catalán, verle dudar, tratar de escurrir el bulto y mentir como un bellaco, me produjo una indisimulada satisfacción. Porque en algún momento dio la impresión de que Mariano había abandonado su condición de testigo para pasar a ocupar el banquillo de los acusados, el banquillo de los responsables de esta gran farsa/tragedia que ha vivido España. Por un instante tuve la sensación de que allí se juzgaba a los responsables del golpe, desde luego, pero también a quienes, por su cobardía y su incapacidad para cumplir con su deber, dejaron hacer a los enemigos de la nación y permitieron que el desafío llegara hasta el final. Allí se examinaba el destrozo catedralicio perpetrado por este zote incapaz de enmendar el rumbo de España con todo a favor, con los 187 escaños de que dispuso a partir de noviembre de 2011. Allí se exponía, a los ojos de todo un país, la realidad de un Gobierno que resultó ser la media naranja del golpe de Estado separatista, razón por la cual ese Gobierno debería estar en el banquillo, no sé si en el mismo banquillo, pero en un banquillo.
Mariano confirmó lo que ya sabíamos, que él pasaba por allí, que no hizo nada porque no está en su naturaleza hacer nada que incomode su condición de paseante crepuscular por la playa de poniente. Él se reunió con mucha gente, porque él habla con todo el mundo, ¿sabe usté?, pero gobernar es muy difícil, y no voy a meterme en líos ni tomar decisiones que no me competen, la soberanía nacional, por ejemplo, no me dirá usté que no lo advertí, la soberanía nacional no se negocia y tal y tal, porque corresponde al conjunto del pueblo español y tal y cual, de modo que tocaba una buena siesta, la invernada del dejar hacer, y vayan días y vengan ollas que decía el bueno de Sancho, y ya se arreglará, que el tiempo lo cura todo, porque además "nunca pensamos que fueran a ser capaces de llegar tan lejos" (Bermúdez de Castro el jueves en Onda Cero), y así, con esta corte de cobardes, en esa inacción criminal, en la más clamorosa dejación de responsabilidades, el problema llegó a engordar al punto de poner en riesgo la existencia misma de la nación.
El teatro del absurdo de este manso distraído no consiguió el miércoles, sin embargo, enmascarar la realidad de lo ocurrido a partir de 2012, mayoría absoluta del PP, y la grave responsabilidad por él contraída en el desarrollo de los acontecimientos. De ponerlo en evidencia se encargó Francesc Quico Homs, un hombre que conoce como pocos la sala de máquinas del independentismo (de la máxima confianza de Artur Mas como portavoz y consejero de la Presidencia del Govern), empotrado ahora en el lote de abogados que defiende a Sánchez, Turull y Rull, las tres carabelas del prusés hacia la tierra prometida. Con Mariano a su merced, Homs le fue recitando algunas de las iniciativas que el separatismo puso en marcha a partir de 2012 y que no merecieron respuesta del gran Mariano, tal que el reiterado incumplimiento por el Gobierno de la Generalidad de las sentencias del Constitucional; tal que la declaración de intenciones del recién llegado Puigdemont leyendo su hoja de ruta hacia la independencia; tal que la aprobación por el Parlament de las leyes del referéndum y de transitoriedad jurídica, la llamada "desconexión"… ¿Por qué el Estado no reaccionó entonces? ¿Por qué no aplicó el 155 en ninguno de aquellos lances?
Dos culpables; sólo uno en el banquillo
Fue Homs el que vino a poner de manifiesto que quien permitió que el procés llegara hasta donde ha llegado, incumpliendo sus obligaciones constitucionales de perseguir el golpe desde sus inicios, fue Mariano Rajoy Brey y su Gobierno. Fue ese Rajoy que, parapetado en Moncloa, asistió desde noviembre de 2011 a lo que ocurría en Cataluña como un espectador distraído, como si el incumplimiento de la Ley, la reiterada vulneración de la Constitución, no tuviera nada que ver con él. Lo que Homs puso de manifiesto, en suma, es que en el golpe de Estado protagonizado por el separatismo catalán hay dos culpables: uno por acción y otro por omisión, aunque solo uno se sienta estos días en el banquillo, de donde se deduce que, al menos en términos políticos, el Gobierno de Rajoy también debería estar en ese mismo banquillo. ¿Deben los españoles permitir a este señor irse tranquilamente a su casa? ¿Debería exigírsele algún tipo de responsabilidad, más allá de la política que está clara? ¿Habría alguna posibilidad de sentarlo en otro banquillo con la instrucción de una nueva causa? ¿Sobre qué presuntos delitos?
Como en el famoso Expediente Picasso (general de División Juan Picasso), la causa abierta para determinar las responsabilidades del llamado "Desastre de Annual", verano de 1921, alrededores de Melilla, con la muerte de 13.000 soldados españoles masacrados por la incuria y soberbia de los altos mandos militares –el general Silvestre, íntimo amigo de Alfonso XIII; como en tantas cosas entre lo dramático y lo histriónico ocurridas en este país desde tiempo inmemorial, se trataría de saber si el Gobierno de España, con mayoría absoluta cuando se pergeñó el golpe de Estado en Cataluña, debe ser objeto de algún tipo de censura o sanción penal por su demostrada incapacidad para hacer cumplir la ley en aquella región de España. De saber si, junto al banquillo que juzga a los autores del golpe, debería existir otro donde se sentaran los responsables de haberlo consentido, los que, con la Ley a favor, permitieron, víctimas de su molicie, su ineptitud y sus miedos, que las cosas llegaran hasta el punto donde han llegado. Este es nuestro Expediente Picasso.
El general Sanz Roldán informaba diariamente, como es su obligación, a la señora vicepresidenta, quien a su vez ponía al corriente de las novedades al señor presidente, pero ambos decidieron no hacer nada"
Para sorpresa de casi todos, Homs vino a suplantar la que muchos creían tarea de Vox, pero el partido de Abascal, que podía haber entrado a matar a Mariano y Compañía, optó por absolverlo, decidió no hurgar en la herida de la criminal desidia marianil, seguramente porque tiene planes de futuro con el nuevo PP de Pablo Casado, razón por la cual Mariano logró salir vivo del trance, como vivos salieron, aunque cubiertos de barro hasta las orejas, los miembros de su Gobierno que también testificaron el miércoles. Caso de Soraya, la listísima abobada del Estado, que, como se esperaba, empezó haciendo demostración de su capacidad para meterse entre pecho y espalda una nueva oposición, sobrada y sobreactuada, con esa su sonrisa de autosuficiencia que se fue quedando en mueca en cuanto las defensas de los acusados empezaron a apretarle las clavijas. Lo que siempre ha sido la doña: nada con gaseosa. Ella nunca supo nada. El CNI sí lo sabía: con cerca de 3.000 agentes, buena parte de ellos radicados en Cataluña, el Centro lo supo todo y por su orden. El general Sanz Roldán informaba diariamente, como es su obligación, a la señora vicepresidenta, quien a su vez ponía al corriente de las novedades al señor presidente, pero ambos decidieron no hacer nada. Optaron por esconderse. Ambos mintieron el miércoles como bellacos, porque lo único que les importaba era salvar su pellejo.
Los enemigos de la nación son españoles
Mención aparte merece la performance de un Cristóbal Montoro capaz de presentarse ante el Supremo sin haber preparado su declaración (total perplejidad en Génova), y no digamos ya Zoido, exministro del Interior, máximo responsable de la seguridad, que el día de autos no estaba sobre el terreno, no conocía el dispositivo, no lo diseñó él, no sabe quién dio las órdenes de cargar… Zoquete Zoido tampoco sabe nada, pero sí sabe que no fue él. Sea lo que fuere, no fue él. Las ratas huyen del barco, endiñando la responsabilidad a sus subordinados. Lo que demuestra que no es Rajoy el único culpable de lo ocurrido, ni mucho menos; lo son también quienes le acompañaron en la travesía, las Sorayas, los Montoros, los Zoidos, los cientos, los miles de zoquetes que consintieron y renunciaron a alzar la voz y denunciar. Son muchos los responsables de que "esto" haya llegado hasta aquí, dentro y fuera del PP. Entre la sociedad civil, en la clase empresarial y financiera, en la intelligentsia, si es que alguna vez la hubo. Demasiados los españoles empeñados en empequeñecer, en humillar a España. Como denunció Amadeo de Saboya en su carta de despedida, la mayoría de los que "con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles".
Para desgracia de todos, la sombra ominosa de Mariano Rajoy Brey sigue gravitando sobre la nación. El fiasco de su Gobierno culminó con el detalle "heroico" de poner el Poder en manos del amoral que hoy nos gobierna en funciones, todo un peligro para la prosperidad, probablemente también para la convivencia, de los españoles, a quien el gran Mariano elevó de la nada al infinito con su cobarde huida del Congreso en la tarde del 31 de mayo pasado. Ahora, ese sinvergüenza sin escrúpulos tiene muchas posibilidades, con las mismas compañías, con las mismas servidumbres, las mismas esposas en torno a sus muñecas, de ser presidente del Gobierno de España para los próximos 4 años. Este es Mariano: el responsable de que el país esté a punto de jugarse su futuro a cara o cruz el 28 de abril. ¡Muchos en el PP aún siguen haciéndole la ola!
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