El Gobierno está en funciones, pero se supone que está. Vamos, que ahí sigue, como si tal. Sus miembros siguen cobrando cada mes y, de vez en cuando, emerge alguna noticia que recuerda su existencia. Ese violador de la manada de Pamplona, por ejemplo, aligerado de su condena por la ley del sí es sí de Irene Montero. Un año cumplió la norma, más de 1.200 pederastas y agresores sexuales han visto aliviada su condena y casi dos centenares han salido a la calle antes de tiempo. La responsable de la ley se oculta y achucha a su compañera de colores morados, Ione Belarra, a que le reclame un sillón en el nuevo Frankenstein. Nadia Calviño, otra que tal calla, bracea para hacerse con el trono del BEI, mientras le persiguen incómodos fantasmas, como los publicados por este periódico en forma de nepotismo materno-conyugal.
En medio del fragor de la amnistía, el Ejecutivo en pleno se ha borrado. Desde Moncloa se regula el uso de la palabra con obsesiva rigurosidad, casi como en los clubes de fútbol. Sólo los autorizados -y con el libreto bien aprendido- están autorizados a acercarse a un micrófono. La semana pasada pudieron pronunciarse, sin demasiada claridad, algunos miembros del Gabinete desplazados a Bruselas por asuntos de su cartera.
Así Subirats -encargado de Universidades, por si no lo recuerdan- declaró que "hay una negociación abierta para salir del actual aislamiento" ¿Aislado? ¿Han bombardeado el puente de Fraga desde el que Severino el de Labordeta midió su camión?
Hasta Pedro Sánchez se ha encerrado en un hermético sigilo, tan sólo interrumpido por un tímido tuit en la Diada, con un exordio ramplón-"mirar al futuro y seguir avanzando"- fruto quizás de sus fiebres pandémicas
Luego Iceta, farisaico y jesuítico, casi anegado por la tormenta Rubiales, llegó a explicar que "se hará lo necesario y en conciencia" para impulsar 'el reencuentro". ¿Quién se ha separado? ¿Alguien se ha perdido?
Escrivá, que aspira a vicepresidente sustituto de Calviño, llegó a desvelar que "el Gobierno negocia con discreción y con cautela". Lo primero es norma, lo segundo, obvio. Todos los ministros corretean por los pasillos en cuanto avizoran a un periodista con alcachofa, en especial Grande Marlaska, posiblemente el más cobardón del grupo. Incluso la portavoz del Psoe, Pilar Alegría, ministra de Educación en sus ratos libres, tuvo que ceder este lunes la palabra a la vicesecretaria general de su partido, María Jesús Montero, ministra de Hacienda en sus ratos libres, que está sumida en la pomada de hablar con los de Waterloo, lanzaba una advertencia a los sus interlocutores: "Saben perfectamente los límites, saben lo que el Psoe opina de determinados asuntos". Atención, algo se enfría, el calendario se estira, ¿las prisas se congelan?
Este viernes reapareció ante un grupo de empresarios síseñor y el domingo agita su agenda y sale de la cueva para animar a su tropilla, que anda desmoralizada ante el empuje de la vieja guardia del socialismo caoba
Hasta Pedro Sánchez se encerró en un hermético sigilo, tan sólo interrumpido por un tímido tuit en la Diada, con un exordio sumamente pedestre -"mirar al futuro y seguir avanzando"- fruto quizás de sus fiebres pandémicas y los humillantes gestos a los que le obliga el fugitivo del flequillo. Este viernes reapareció ante un grupo de empresarios pastueños, Garamendi el hippie al frente de la untuosa obsequiosidad, y luego le abuchearon en la fashion. No puede pisar la calle. El domingo moviliza su agenda para animar a la tropilla, desmoralizada ante el empuje de la vieja guardia del socialismo caoba. A la izquierda le agradan las purgas, caso de que se celebran en vibrante ceremonia y no a las escondidas y sin ejecución ejemplar, como lo de Redondo, que el propio ajusticiado se enteró por la prensa. Siquiera el caudillo enviaba un motorista.
La irrupción de José María Aznar ha desatado la lengua de algunos silentes. La exhortación del expresidente a una movilización ciudadana en defensa de la Constitución ha propiciado intervenciones disparatadas desde los pupitres ministeriales. Isabel Rodríguez, ridícula en su nimiedad, habló de 'sublevación' y de 'golpismo'. Bolaños, alfeñique hasta en la amenaza, arguyó que la derecha sólo busca "atemorizar a los españoles, como hace siempre". Como tienen prohibido hablar de la amnistía o de los chantajes de Puigdemont, incurren en contorsiones circenses, como la Ribera verde, que tuvo que perderse por los cerros de extremeños y perorar sobre las condiciones escolares de los nenes de Trujillo y alrededores para evitar lo vetado.
En este océano de gargantas reprimidas, justificado oficialmente desde Ferraz por la consigna de que "es el tiempo de Feijóo", hay un silencio que resulta más atronador, al menos desde un planteamiento estrictamente orgánico. La palabra más ausente en este periodo taciturno la de la titular de Justicia, Pilar Llop, que dado el perfil de su cartera y su propia condición de juez, debería ser la primera en manifestarse sobre esta iniciativa gubernamental, explicar muy bien por qué amnistiar a los golpistas entra dentro de los confines de la democracia y la Constitución y por qué habrá que condecorar al corsario huido con el lazo de Isabel la Católica (que era de Tarrasa, como todo el mundo sabe) en cuanto ponga un pie en España.
La única gran batalla librada por Llop al frente de su departamento fue el radical cepillado de la ley de los violadores, que dio lugar a sonoros encontronazos con Irene Montero
Llop, hace apenas nada, se pronunciaba con claridad contra el prófugo, al igual que el resto de sus compañeros del Consejo, al igual que el propio Sánchez. "Dejémonos de paños calientes. El ciudadano Puigdemont debe volver a España y comparecer ante la acción de la Justicia". Ni una declaración ha salido de su boca desde el 23-J. Ni en la constitución del Senado, Cámara de la que fue presidenta, ni en el acto de Sánchez en el Ateneo, al que asistió en primera fila. Ni, desde luego, en la apertura del Año Judicial, donde se la percibió mohína y con gesto de cesante.
La única gran batalla librada por Llop al frente de su departamento fue el radical cepillado de la ley de los violadores, que dio lugar a sonoros encontronazos con Irene Montero quien, finalmente, perdió el pulso, el perfil, el escaño y seguramente su sillón ministerial. Se empleó a fondo Llop contra la pareja de Pabloiglesias, con saña, siguiendo las precisas instrucciones del presidente que quería dolor y sangre. Seis meses después de ser aprobada y aclamada en el Parlamento, la ley fue aliviada de sus pasajes más delirantes y, con la ayuda del PP, volvió a su espacio natural. Nadie se lo agradeció a Llop, quien cuenta con escasos apoyos entre sus compañeros del Consejo y con no demasiadas simpatías entre sus colegas de carrera, a la que quizás volverá.
Que viene el lobo
Se da por hecho que no cotinuará en el Gobierno, caso de Sánchez también lo haga. Al menos eso va susurrando Grande Marlaska, otro de los jueces del equipo Frankenstein, quien la detesta. El propio presidente apenas le ha dispensado un gesto de afecto, un leve mensaje de estima. ¡Que viene el lobo!, clamaba la ministra portavoz en su rueda de prensa semanal, haciendo burletas sobre los augurios que lanza la oposición. Pues el lobo (la amnistía) ya está aquí. Quien no viene sino que se va, es Llop, ('lobo' en catalán) muy hartita de la pandilla basura que le rodea. Eso sí, hasta que tome el portante, no dirá esta boca es mía ni tal amnistía es un profanación. El que se mueve no sale en la foto, en boca cerrada no entran moscas y en la del lobo, tampoco.
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