Ahora viene a resultar que hay más fachas que botellines de cerveza. Y en Cataluña, ni les cuento. Todo lo que no lleve una estelada es franquismo, dictadura, represión. ¿Cómo se combate eso? Reuniéndose en Bélgica. Manda carallo.
“Ya veis como son estos españoles”, decía un conspicuo tertuliano separata, asiduo en programas de los medios del régimen y estómago agradecidísimo, mientras se tomaba un vermú en la mesa de al lado de un servidor. “Andalucía es la prueba. O mandan los socialistas o el fascismo de VOX, PP, Ciudadanos. Son la Falange, ¡Mucho ojo!”, sentenciaba, entre gamba y gamba, con aire de centinela que vislumbra en la lejanía como se aproximan todas las naciones indias en son de guerra. Sus interlocutores, también con la boca llena de marisco y cerveza, estaban francamente indignados ante ese ataque totalitario que supone que cuatrocientas mil personas te voten libremente en unas elecciones perfectamente democráticas.
“Tiene razón Pablo Iglesias – proseguía inasequible el separata gambero - hay que crear una alianza anti fascista y blindarse, negándonos a pactar con partidos anticonstitucionales”. Aquí la curiosidad ha podido más que la natural prudencia que debería presidir mí ya provecta edad y, dirigiéndome hacia el orador principal – y también principal devorador de gambas – le he dicho “Usted perdone, pero VOX puede ser de extrema derecha, pero anticonstitucional, no. Eso, las CUP, Esquerra, el PDeCAT, PNV o Bildu, incluso los de Podemos, ¿no cree?, y nadie dice que no se pueda pactar con ellos”. Las mandíbulas han dejado de masticar automáticamente para adquirir una función pronunciadora y decirme “¡Facha!”.
“Ya, ya, facha, si usted quiere, pero mire, Puigdemont y su movimiento separatista tiene como aliados a los principales partidos fascistas europeos como los separatistas flamencos, la Lega de Matteo Salvini, los de alternativa para Alemania, los de Finlandeses Primero, en fin, que si ser facha es defender la democracia constitucional y no admitir golpes de estado por parte de nadie, ahí verá”. El hombre ha hinchado de pura indignación sus mofletes de manera similar a Dizzie Gillespie cuando tocaba la trompeta. Inútil referirles la calidad cromática de aquellos, teñidos primero de púrpura y luego de bermellón. Congestionado – no sé si por una gamba atravesada o por su ideología regurgitada -, ha insistido “¡Feixista, espanyol, botifler, falangista!”. Me he encogido de hombros, renunciando a explicarle que no es lo mismo ser español que fascista, ni fascista que falangista, ni nada de eso con ser botifler, traidor. El señor en cuestión no precisaba de un interlocutor, sino de un médico. Él ha vuelto a sus gambas y a sus clasificaciones como la de Cuvier y yo he seguido a lo mío, que es reírme por debajo de la nariz de toda esa pandilla de aprovechados que solo saben repetir como loros los mantras que les dictan sus amos.
Ahora todo se reduce a llamar fascista y a demonizar lo que provenga de la derecha, mientras se omite piadosamente todo lo que de terrible tiene la izquierda
Pero es cierto. Ahora todo se reduce a llamar fascista y a demonizar lo que provenga de la derecha, mientras se omite piadosamente todo lo que de terrible tiene la izquierda. Que el comunismo haya sido la monstruosidad histórica evidente que fue no puede decirse, porque, si lo haces, eres facha. Que el socialismo ha sido durante todos los años que ha gobernado en Andalucía un partido corrupto, clientelar y de señoritos, está prohibido y, si lo explicas, eres facha. Si en Cataluña dices que el separatismo es supremacista, racista, sectario, tanto o más corrupto que el PSOE en Andalucía, no tan solo eres fascista, sino que, además, no tienes humanidad ni eres persona.
Si será la cosa, que, cuando comentaba con unos amigos la reunión que han hecho en Bélgica Torra, Puigdemont y otras chicas del montón a ver si se hacen monjas o cabareteras, se me ha ocurrido decir “Estos lo tienen mal, porque en las próximas autonómicas tengo claro que VOX va a entrar en el Parlament”, uno de ellos, socialista, me ha dicho virtuoso y digno “Hombre, esos son unos fascistas. ¡No pasarán!”. Conste que quien se auto afirmaba con palabras tan heroicas como huecas es un modesto señor burgués funcionario del ayuntamiento, padre de dos hijas, tan calvo como yo y con un espíritu heroico similar al de un higo seco.
¿Qué nos está pasando con el fascismo, que lo vemos asomar por cualquier rendija a la primera de cambio? ¿Existe una pandemia fascista y no hay vacunas?
¿Qué nos está pasando con el fascismo, que lo vemos asomar por cualquier rendija a la primera de cambio? ¿Hay tantos fachas como se dice? ¿Existe una pandemia fascista y no hay vacunas? No se sabe. Lo único empírico es que si VOX ha entrado de lleno por la puerta grande en el ruedo político es por demérito de los partidos tradicionales. No es menor el detalle del primer mitin que celebró, precisamente aquí, en Barcelona, con un llenazo hasta la bandera. A la que se presenten en unos comicios autonómicos en Cataluña, los partidos del detente bala anti fascista pueden llevarse una sorpresa morrocotuda. Esos mismos que nunca hacen la menor autocrítica, ni reconocen jamás sus yerros, sus vicios, sus tremendas carencias intelectuales e incluso humanas. VOX se alimenta de su fracaso y, por muchas reuniones que hagan en Bruselas o en Tegucigalpa, las cosas no van a solucionarse ni la formación de Abascal va a desaparecer por ensalmo.
Los llamados partidos progresistas cometen todos el mismo error: ven fachas por encima de sus posibilidades. Habría que decirles que no es el fascismo, sino su propia estupidez, su egoísmo, su incapacidad para cortar los problemas de raíz antes de que pasen a mayores lo que propicia soluciones extremas. Hay algo peor que ser de extrema derecha: ser de extrema estupidez.
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