No quería, pero tampoco tenía otra opción. Se pueden estirar cincuenta o veinte páginas, pero no cinco. O a mí me sobraban ganas de leer o a la novela le faltaban folios. Pero da igual, la realidad es ésa: el libro se acabó. De las novelas del confinamiento, ésta ha sido mejor. Hablo de La marcha Radetzky, de Joseph Roth.
Comencé a leerla hace diez días, entonces no se había prorrogado el estado de alarma y la nueva normalidad era algo que la gente podía llegar a creerse. Hace mucho tiempo que no caía en mis manos un libro tan elegante, puede incluso que desde el Gatopardo de Lampedusa. La de Roth se publicó en 1932 y la del italiano de 1959.
Hay en Roth y su familia Trotta algo más poderoso que el príncipe Salina y el mismo Tancredi, a quien, aún con el paso del tiempo, sigue teniendo imitadores. A diferencia de la Italia del XIX de Lampedusa, el de Roth es un mundo que llega a su fin. Un tiempo que se despide.
Tres generaciones de una misma familia, los Trotta, cartografían el devenir de la monarquía austrohúngara desde la cumbre de su poder hasta el descenso a la guerra que llevaría a su disolución. El abuelo, el padre y el nieto son el visor para constatar una desaparición, desde la máxima heroicidad del abuelo, el valiente de la batalla de Solferino que salva al emperador Francisco José, hasta su nieto, el joven teniente que debe vivir con la larga sombra del abuelo pisándole lo talones- En un mundo sin guerra, el juego, el duelo y la bebida se convierten en su única escapatoria.
Comencé a leerla hace diez días, entonces no se había prorrogado el estado de alarma y la nueva normalidad era algo que la gente podía llegar a creerse
Un leit motiv marca el tempo de una novela que no necesita plazos. Se trata de a marcha Radetzky, que Strauss a finales del XIX y acabó como símbolo del nacionalismo austríaco. En el libro, la marcha militar suena en las ceremonias, tabernas y burdeles de un territorio extienden los nacionalismos y los movimientos revolucionarios. Un lugar que se cae a pedazos. UN estornudo decimonónico.
La familia Trotta es un personaje colosal como los Compson de Faulkner o los Buendía de García Márquez. Es una historia que, como estos días, se expande y ocupa todo el espacio posible. Juntos componen un mundo que absorbe a los demás, como el Coronavirus. A veces me pregunto cuánto del destino de los Trotta se parece al nuestro, habitantes de un tiempo que desapareció, aunque ya ni siquiera seamos capaces de notarlo.
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