El 18 de brumario de Luis Bonaparte, obra escrita por Karl Marx, comienza con la famosa frase: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”.
El tamayazo fue la tragedia que anunció el camino que el Partido Popular emprendió para convertir en tragedia lo que no debería haber sido más que una historia de normalidad democrática en la Comunidad Autónoma de Madrid. Para quienes hayan perdido la memoria o no conozcan la gran tragedia que supuso lo que periodísticamente se bautizó como el tamayazo, recordemos que la votación celebrada el 30 de junio de 2003, en la Asamblea de Madrid, dos parlamentarios del PSOE (María Teresa Sáez y Eduardo Tamayo) impidieron con su abstención en la segunda votación de investidura la elección de Rafael Simancas, candidato socialista, como nuevo presidente de la Comunidad de Madrid. Este caso de transfuguismo acabaría obligando a repetir las elecciones en octubre de ese mismo año, tras las que Esperanza Aguirre (PP) se convirtió en nueva presidenta regional. La democracia quedó tocada por el hecho de que dos parlamentarios se alejaran de la disciplina de voto del partido en el que habían concurrido a las elecciones autonómicas madrileñas. No se pudo demostrar, pero todo el mundo sospechó que la decisión de impedir el triunfo del candidato de su partido tuvo que ver con el precio que alguien pagó para comprar el voto de Tamayo y Sáez.
Un cambio singular
De nuevo, en esta ocasión en la región murciana, ha vuelto a ocurrir la misma historia. Como ya habíamos vivido la tragedia madrileña, ahora hemos vivido la miserable farsa murciana. La tragedia madrileña repetida en forma de farsa murciana. Y hemos asistido a una farsa porque farsantes han sido y son los protagonistas de la historia murciana. Hay que ser muy farsante para firmar un papel comprometiéndose a salir a la escena en plan censor para, a renglón seguido, hacer medio mutis incorporándose a la acción como miembro del gobierno al que se comprometió a eliminar. De censor a consejero. De tragedia a farsa. Y hay que ser un farsante empedernido para meter en el Consejo de Gobierno al trío que traicionó a su partido por algo tan fungible como un lugar al lado y a las órdenes de aquel al que se quiso matar, políticamente hablando.
No quedan desenfocados quienes escribieron el libreto de la farsa murciana. Pretendían que un grupo de actores fracasados ocuparan el centro del escenario como premio a su fracaso. El PSOE, que ganó las elecciones en Murcia, ponía a disposición de Ciudadanos sus 17 diputados para que uno de los seis de Ciudadanos ocupara la presidencia del la Región de Murcia. ¿A cambio de qué? A cambio de que los concejales del Ayuntamiento de la capital murciana votaran en contra del alcalde popular, cuyo partido obtuvo 11 concejales, al que prestaron su apoyo, y votaran a favor del candidato socialista, cuyo partido sacó nueve. El mundo al revés. En la región murciana gobierna el partido que no ganó las elecciones y se pretendía que gobernara el que las perdió, mientras que en la capital gobierna el que las ganó y se quería que gobernara el que las perdió.
En Murcia hay farsa y farsantes. El rey está desnudo y los electores tienen la oportunidad de vestirlo con la túnica de la vergüenza en las próximas elecciones
El rey está desnudo y nadie se atrevía a decírselo. En Murcia hay farsa y farsantes. El rey está desnudo y los electores tienen la oportunidad de vestirlo con la túnica de la vergüenza en las próximas elecciones. Los tres diputados de Ciudadanos que afirman que firmaron la moción de censura contra el rey desnudo por disciplina de partido han sido expulsados del mismo y sería deseable que los ciudadanos les hagan saber de su desnudez. Desnudos de ética. Desnudos de vergüenza. Desnudos de pudor.
La victoria tiene muchos padres, pero la derrota es huérfana. De haber triunfado la moción de censura, sabríamos -por el perímetro del pecho de algunos- quiénes fueron los autores intelectuales de la jugada. Como ha fracasado habrá que estar atentos para descubrir quiénes hacen mutis por el foro ahora que nadie quiere explicar lo inteligente que fueron cuando decidieron pactar con quienes han aireado la indecencia de su conducta.
Debería llegar el día en que lo indiscutible sea indiscutible para unos y otros. Será la única manera de que los sinvergüenzas no encontraran amparo y respaldo en conductas
Y si vergüenza es lo que provoca lo de Murcia, vergüenza es lo que se siente cuando se escucha a tirios y troyanos tratando de justificar lo injustificable. Debería llegar el día en que lo indiscutible sea indiscutible para unos y otros. Será la única manera de que los sinvergüenzas no encontraran amparo y respaldo en conductas que, a todas luces, resultan incalificables. No siendo tan necesario el VAR (Asistencia al Árbitro por Vídeo) en el futbol –total se trata de saber si alguien le dio o no con la mano al balón en su área- ese invento debería imponerse en política para que un visionado neutral permitiera saber, sin lugar a dudas, qué es penalti en el juego democrático o qué es una agresión violenta e intencionada que equivale a la expulsión inmediata del jugador. Si hubiera VAR, algunos en Murcia no podrían seguir jugando el juego de la democracia.
De todo se sacan lecciones. De esta farsa, también: La estabilidad de un país, de una región o de una localidad es directamente proporcional a la mayoría absoluta del partido encargado de gobernar.
Y para que no falte de nada, sorprendió Pablo Iglesias con su anuncio de que abandona la vicepresidencia segunda del gobierno de España para presentarse, por Podemos, a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Llama la atención que, a la vista de esta noticia, la presidenta Ayuso haya cambiado su lema de “socialismo o libertad” por “comunismo o libertad” de lo que se deduce que Ayuso ni sabe qué es socialismo ni qué es comunismo ni qué es libertad. Si leyera el diálogo siguiente entre Fernando de los Ríos y Lenin en 1920, en Moscú, “¿Dónde queda la libertad en Rusia?” preguntó D. Fernando. “¿Libertad para qué?” respondió Lenin. “Libertad para ser libres” replicó D. Fernando. Ese diálogo entre un socialista y un comunista provocó el nacimiento del actual Partido Comunista de España.
De nuevo, Pablo Iglesias vuelve a intentar la división del voto de izquierdas para que, igual que pasó en 2015 con la victoria de Rajoy por la irrupción de Podemos, pueda seguir gobernando el PP en Madrid.
Me alegra ver cómo tras las elecciones catalanas y la anunciada para Madrid, los partidos estén renunciando a esa falacia que se llama “primarias” para elegir a sus candidatos. Y me llama la atención que ni un solo medio haya preguntado por las razones de ese olvido, que yo aplaudo.
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