Que dice Torra que se acabó eso de servir canapés en actos oficiales. Por lo de la huelga de hambre de los cuatro presos separatistas. Nadie del Govern ha decidido sumarse a la misma, sin embargo. Hasta ahí podíamos llegar.
Uno no sabe qué nueva metodología usará el separatismo para alcanzar sus fines. Son campeones, precisemos, en el campo metafísico: referéndums etéreos, investiduras incorpóreas, repúblicas evanescentes. Lo último, la huelga de hambre por ósmosis espiritual. Así lo ha dejado meridianamente claro el President Torra al anunciar, con la solemnidad propia del examinando que asegura que la capital de Bélgica es Belgrado, que no se servirá ningún tipo de comida en actos públicos organizados por la Generalitat. “Así les hacemos llegar – a los presos en huelga de hambre, claro – nuestra solidaridad y les mostramos que no están solos”. Fantástico. Si los creyentes pueden asumir que sus ayunos en favor de la erradicación de la miseria los experimentan los pobres por el cuerpo místico de Cristo, así los separatistas han de entender que sus abstinencias de ahora serán el maná de la independencia mañana y acaso el tapeo del mes que viene.
Claro que Elsa Artadi, consellera de presidencia y más lista que los ratones coloraos, se ha apresurado a salir al paso de algún insensato hiperventilado de los suyos, declarando en rueda de prensa que nadie, ojito, nadie del Consell Executiu pensaba sumarse a la protesta absentista de alimentos. Ah, y que tampoco cabía esperar que los de Bruselas hiciesen nada más que continuar con sus dietas de langosta, mejillones, patatas fritas o, en momentos destacados, el Waterzooi típico de aquellas tierras, ciertamente parcas en minutas suculentas y si harto aburridas en culinaria. En resumen, que, salvo Jordi Sánchez, Jordi Turull, Joaquim Forn y Josep Rull, no hay ni Dios que se apunte a la protesta alimenticia.
Es un terreno en el que líbrenos el Señor entrometernos, porque cada uno es libre de hacerse publicidad como mejor le acomode, aunque tenga yo por prevención pensar que en el PDECAT están intentando clocar a Oriol Junqueras y a Esquerra entre la espada y la pared, forzándole a sumarse a la huelga en aras de esa pretendida unidad, que no es más que sumisión a la bota neoconvergente. Si Junqueras aceptase, ¿sería el primer paso hacia una hipotética lista unitaria en las municipales, donde los herederos del pujolismo temen hundirse? Solo el cielo lo sabe, y será menester dejar al tiempo, que todo lo cura y aclara, despejar esa incógnita.
Lo que no podemos por menos que denunciar es el acoso al canapé por parte de Torra y su panda
Lo que no podemos por menos que denunciar es el acoso al canapé por parte de Torra y su panda. Es tradición entre la canallesca surtirse de croquetas – la gran e injustamente olvidada por el President en su alegato – y canapés en actos tan oficiales como plúmbeos, en ruedas de prensa donde está todo el pescado vendido, en conferencias insoportables hasta para el conferenciante. Si no fuese por esos auxiliares del periodismo, por esos gloriosos hors d’oeuvre, ¿quién haría periodismo político en Cataluña? ¿Qué jefe de redacción tendrá ahora el coraje de enviar a sus subordinados a Palau, sabiendo que no encontrará las acostumbradas mantenencias gastronómicas?
Los canapés que, cuando están bien hechos por manos profesionales y no por corsarios de la gastronomía, rozan lo sublime, son patrimonio de ese ritual típico establecido entre la clase política y los periodistas. Digamos, como aclaración, que tales espoliques del gusto, pues no otra cosa son los canapés, que no tienen más misión que aguzar el paladar para incitarlo a la bebida, son relativamente modernos entre nosotros. El Diccionario de la Real Academia dice que el canapé es aperitivo que consiste en una rebanadilla de pan sobre la que se extienden o colocan otras viandas. Renuncio a explayarme sobre la etimología del término, que proviene del francés, que a su vez proviene del latín.
Ahora bien, ¿ha pensado Torra lo que puede suceder a raíz de su medida draconiana?
Ahora bien, ¿ha pensado Torra lo que puede suceder a raíz de su medida draconiana? Porque de prohibir bebidas nada dice, así que imaginen ustedes a la canallesca hasta las cachas de Jerez – o Ratafía, poniéndonos en lo peor – y sin nada sólido que amortigüe los efluvios alcohólicos. Mucho peor, suponga el President que, a partir de ahora, VOX decide convocar a la prensa en tierras Catalanas prometiendo que no tan solo habrá la tradicional copa de vino español, sino un abundante surtido de tapas: tortilla de patatas, morcilla de Burgos, chorizos de Cantimpalos, jamón de Jabugo, de Trévelez, de Montánchez, de Salamanca, de donde sea, que siempre será bienvenido, y ya no digamos mi admirado y jamás suficientemente ponderado queso manchego, seco, impecable espuela para un aperitivo como Dios manda.
Urge, pues, rectificar el tiro y volver a ofrecer canapés, croquetas, buñuelos, tortillas, aceitunas y, si conviene, que sí que conviene, suculentas tapas de callos, michirones, ensaladilla rusa y ya no digamos mejillones, almejas, anchoas, boquerones, percebes y alguna ostra, que nunca vendrá mal. A usted que gusta tanto de las salchichas del país, Molt Honorable, no puede resultarle ajena esta súplica. Así conseguiría una afluencia más que notable a sus convocatorias, porque sabido es el antiguo refrán “A comer salchichas, a vernos vinera Dios”. O el otro, “Más prefiero una salchicha que cie palabras bien dichas”. Pues eso. Bon profit!
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