El último día de campaña dio la casualidad de que Carlos Herrera entrevistaba al candidato popular y a servidor le tocaba estar en la tertulia. En el turno de preguntas me permití plantearle algo que llevaba en la cabeza hacía días. “¿De verdad cree usted que puede pactar con Sánchez cinco leyes de hondo calado institucional o siquiera que apoye a la lista más votada como se ha comprometido usted?”. Feijoó se despachó con un lacónico “Es que no se lo propongo a Sánchez, se lo propongo al PSOE”. No había tiempo para repreguntar pero me quedé con las ganas de decirle que el PSOE hacía tiempo que no existía y que lo que hay es un partido similar al PRI fundamentado en un caudillismo demagógico con tintes claramente bolivarianos. Tampoco tuve la ocasión de interesarme por la estrategia que había mantenido de menospreciar a Vox a cada oportunidad que se le presentaba siquiera por inteligencia, porque lo de la mayoría absoluta era evidente que existía solo en algunas mentes privilegiadas de Génova.
Compruebo que tras la amarga victoria, en el PP siguen empecinados en negar la realidad que es la que es: el PNV le ha dicho que no a Feijoó – uy, que pacta con Vox que es la extrema derecha, como si fuera mejor pactar con los herederos de ETA -, Junts se frota las manos porque tendría pelendengues que fueran los votos del partido golpista de Puigdemont los que permitieran un gobierno del PP, posibilidad que siquiera por dignidad los populares no deberían ni contemplar, y el PSOE ni está ni se le espera. Pero Feijoó, terne que terne, sigue insistiendo en que todavía es posible salir investido, que hay partido, que puede haber gente en el grupo socialista que sea indisciplinada. Ojalá. Pero todavía no se ha dado cuenta de lo que significa Pedro Sánchez, lo cual es extraño en alguien como el ex presidente de Galicia a quien no tengo ni por inexperto ni por tonto.
Junts se frota las manos porque tendría pelendengues que fueran los votos del partido golpista de Puigdemont los que permitieran un gobierno del PP, posibilidad que siquiera por dignidad los populares no deberían ni contemplar
Puedo comprender que Sánchez no acepte nada que no sea esa realidad convenientemente aderezada por su ejército de cipayos mediáticos que se cuidan, por poner un caso, de hacer unos gráficos en los que la barra del PSOE es mayor que la del PP a pesar de haber ganado este las elecciones. Pero Sánchez hace mucho tiempo que ya no pertenece a este mundo y vive instalado en su ensoñación autocrática, donde el ukase equivale al debate parlamentario y donde a la alta traición la despacha con un simple “cambié de opinión”.
Feijoó no puede caer en esos paraísos artificiales que suelen proporcionar los asesores de los líderes políticos. Porque, una vez se entra en esos terrenos tan atractivos como funestos, la salida se hace difícil. Dejando a un lado si se presentará o no a la investidura, que eso lo decide a fin de cuentas el número de apoyos que tenga él y los que pueda conseguir Sánchez, la cúpula popular debe encerrarse cum clave para reflexionar. Comprobará que pasarse la vida demonizando a Vox y presentando al socialismo como aliado natural y, peor todavía, partido de estado acaba pasando factura. Que el electorado necesita no tan solo que lo convenzan, sino que lo galvanicen y eso no se consigue con el famoso “Mireusté” rajoniano. En definitiva, que si el votante de izquierdas quiere que Sánchez bree a la derechona – ya en tiempos de Guerra era así – el de derechas, español como el primero, opina que el líder del principal partido de la oposición hasta ahora y ya veremos si después no puede ir con sopitas de leche y sonrisa de bautizo. En pocas palabras, el votante popular quiere a Ayuso. Y negar esto es tanto como decir que lo blanco es negro y lo negro es blanco. A partir de ahí, pueden seguir jugando a estrategas de salón, pero quien acaba siempre por pagar los platos rotos somos los españoles. Y no hay derecho. En fin, ustedes sabrán.
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