Dicen que una época de comodidad trae hombres débiles que crean tiempos difíciles. Mi generación se ha encontrado con un incómodo acomodo en esta oscura y decadente parte del ciclo que le ha tocado —y en parte ha derruido—, con la incertidumbre de poder superarla sin que sea un final.
La sociedad moderna no tolera la muerte, la dificultad, ni la complejidad de la vida. La esconde, la ignora y huye de ella como si la vida fuese una eterna adolescencia sin consecuencias. Una sociedad inconsciente y estúpida que aun así se autopercibe empática, mejor. Quizá sea el resultado de haber enviado a la religión a alguna catacumba. Quizá sea el motivo de que en España se hayan denostado los toros y que las matemáticas ahora tengan como objetivo reforzar las capacidades socio-afectivas. Una sociedad sensiblera, débil y estridente que huye de los problemas profundos mientras se estanca en el conflicto superficial. Los verdaderos problemas son cerrados con algún espejismo de momentánea tranquilidad, aunque no de solución. La falta de coraje para enfrentarse con la realidad, o la incapacidad para ser consciente de la misma, provoca una inevitable inquietud en una generación frustrada que rompe y se enfrenta con quien ocupa la élite al ver cómo la aboca a un desastre del que no sabe si podrá salir.
España arrastra problemas profundos, estructurales en un edificio democrático, económico y social derruido. Si la Transición se demostró un proceso minado por la inocencia, las últimas décadas han estado cargados de un infantilismo suicida insoportable.
Dicen que Feijóo es la solución para el PP, pero es difícil defender que sea la solución a los profundos problemas de España cuando la única ideología que ha defendido en su gira es el galleguismo en su versión estatal, el autonomismo. La derecha federal. De todas las cosas preocupantes que dijo en Bilbao este fin de semana, la más clarificadora de su visión de España como una realidad federal fue: “Las identidades no son muros de incomprensión, son puentes entre personas que han nacido en lugares distintos, con sensibilidades distintas o con acentos distintos, y que se unen para hacer algo más grande, un pueblo más plural”. “Vengo de una tierra donde el PP es el partido que se parece más a esa tierra, donde el galleguismo del Partido Popular es la ideología predominante”.
Una ideología de terruño, de división pero con puentes para unir simulaciones de identidad diferenciadas ignorando que España es una Nación preexistente que no necesita unirse porque ya está unida, sino dejar de separarla con ficciones identitarias autonomistas que establecen diferencias culturales con Burgos como si fuese del Lejano Oriente.
Quizá la definitiva transversalidad que busca Feijóo en el PP sea la asunción de su federalismo, del esperpento plurinacional, que él llama autonomismo
Feijóo representa la derecha federal que gestiona las políticas socialistas con perfiles técnicos bajo la denominación de autonomismo. Quizá la definitiva transversalidad que busca Feijóo en el PP tras décadas de gestión a nivel nacional de políticas socialistas sin conseguir sus votos sea la asunción de su federalismo, del esperpento plurinacional, que él llama autonomismo.
En Bilbao hizo un discurso en el que se empeñó en establecer paralelismos entre Galicia y País Vasco como pueblos hermanos y semejantes que hubiese resultado ridículo de no haber sido evidente que se dirigía al PNV, por lo que resultó siniestro: “Tenemos mucha gente gallega que vive en el País Vasco, y admiramos al País Vasco, desde el respeto, desde sus singularidades, pero también desde la armonía y la hermandad”. Probablemente pensando en una futura alianza de investidura con quien facilitó la fatídica Moción de censura.
Este fin de semana es el congreso de Sevilla donde será designado presidente, tras una escenificación de votaciones con un único candidato, sin ponencia política y con Casado como presidente saliente invitado a dar un discurso como si no hubiese pasado nada. Circulen. Consenso y unidad sin explicar en qué. Los medios perdidos darán noticias de nombres, pero no de ideas. Todo tiene ese aroma a farsa, a espectáculo impostado y fingido que representa la vieja política.
Representa la calma para quienes no entienden que no la tendrán hasta que no se defiendan ideas que rompan con el consenso socialista, de los retos de España, de la vulnerabilidad del sistema democrático
Parece que Feijóo es ese espejismo de tranquilidad circunstancial que ignora los problemas de fondo de la Nación. Representa la calma para quienes no entienden que no la tendrán hasta que no se defiendan ideas que rompan con el consenso socialista, de los retos de España, de la vulnerabilidad del sistema democrático, de la dependencia energética, de Defensa y de la destrucción de nuestra economía. Habría que entrar en discusión, en conflicto y anhelan aguas calmadas en apariencia ignorando que no dejan ver el mar de fondo que arrastra todo a su paso.
Pero quizá sea peor, quizá sea consciente de ellos y considere que la solución es mimetizarse para minimizar daños en la demolición. Una España federal que gestione políticas socialistas defendida por la derecha mayoritaria sería el problema normalizado, pero no resuelto.
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