Opinión

Feijóo y el voto de la ruleta rusa

Alberto Núñez Feijoó celebró este fin de semana un acto electoral en Lérida. Concret

Alberto Núñez Feijoó celebró este fin de semana un acto electoral en Lérida. Concretamente fue en Gimenells, un pueblo situado ya muy cerca del límite de la provincia con Huesca, que tiene entre sus gracias el estar rodeado de viñedos por tratarse de la zona, paisajísticamente preciosa,  en la que se producen los vinos de denominación de origen Costers del Segre. Otra de las características que singularizan a esta agradabilísima población es que se trata de uno de los únicos cinco municipios catalanes con alcalde del PP, en este caso un joven pero ya experimentado y valioso (aquí cada día de mili dando la cara por España cuenta el triple) político llamado Dante Pérez Berenguer, que es quien va a encabezar la lista del partido por la provincia de Lérida en las próximas elecciones del 23 de julio.

Como suele hacer siempre en Cataluña, él sabrá por qué, reivindicó su condición de político periférico con lengua propia con el que es mejor no contar para hacer políticas centralistas


Feijoó se dejó, por una vez, de Círculos de Economía y clubs exclusivos de Barcelona y se vino a la Terra Ferma, a la Cataluña profunda, esa de la que el Estado se ha ido retirando para dejar un vacío institucional que fue  rápidamente ocupado por el independentismo. Algo que debería ser habitual, la presencia de los líderes en todo el territorio, es en el caso de estas tierras un acontecimiento tan extraordinario que el mero hecho de que se haya producido ya merece por si solo la redacción de esta columna. Vino el candidato a hablar de agricultura a uno de los sitios donde más y mejor se produce, y lo que dijo sonó bien. Ante una audiencia de personas muy importantes del sector, habló de la gestión del agua y de la necesidad de modernizar los canales de riego y como suele hacer siempre en Cataluña, él sabrá por qué, reivindicó su condición de político periférico con lengua propia con el que es mejor no contar para hacer políticas centralistas. Detrás de él, en la espléndida mañana de julio, un hermoso maizal, cultivo de regadío, con la vista de Girmenells, el  poblado pepero de Ásterix, al fondo.

Lérida es una de las únicas tres provincias de España, junto a Gerona y Guipúzcoa, en que la derecha española no obtiene representación en ninguna de sus marcas


El acto fue un éxito para los organizadores y estoy segura de que los heroicos votantes de la derecha constitucionalista de Lérida también lo agradecieron. Otra cosa es que haya servido para algo, porque estamos hablando de una de las únicas tres provincias de España, junto a Gerona y Guipúzcoa,  en que la derecha española no obtiene representación en ninguna de sus marcas. Lérida perdió su escaño constitucionalista en 2019 para no volverlo a recuperar, porque aquí solo hay sitio para uno, como en el circo romano. Si el voto se divide en dos marcas, el escaño se pierde, y por eso, con la eclosión de Ciudadanos primero y la consolidación de Vox después, el escaño se alejó definitivamente sumiendo al electorado, que ya bastante tiene con aguantar cada día al independentismo avasallador, en la sorda desesperación del que sabe que todo es inútil, que de nada vale su voto, que salvo que todos los votantes constitucionalistas se reúnan en un polideportivo  para decidir si esta vez votan todos a Vox o al PP da igual lo que hagan. Seguirán siendo ciudadanos de segunda en su tierra y sin representación política en Madrid.

No es de extrañar la desmovilización del electorado constitucionalista, que no entiende nada y está deseando que le den la posibilidad de votar a alguien, una sola candidatura, con opciones de salir

Pero vayamos a los números: En las últimas elecciones generales, en la provincia de Gerona el último escaño se lo llevó En Comú Podem con 33.710 votos. Pues bien, la suma de los votos que obtuvieron Ciudadanos, Vox y el PP fue de 49.807, con la particularidad de que el más votado de los tres fue Vox. Ese escaño hubiera sido para la derecha constitucional en vez de para los de Colau. De forma parecida en Lérida,  el último escaño, que fue para el PSOE, costó 29.983 votos, que de nada le hubieran servido a los de Sánchez contra los 31.137 que consiguieron las tres marcas constitucionalistas sumadas. Dos escaños seguros que se dejan perder, una y otra vez, por personalismos y soberbias de los partidos que dicen representarnos. No es de extrañar la desmovilización del electorado, que no entiende nada y está deseando que le den la posibilidad de votar a alguien, una sola candidatura, con opciones de salir.
En estas dos provincias, PP Y Vox deberían haber llegado a un acuerdo  para presentar candidaturas excepcionales de unidad, porque la situación desesperada que vive nuestro país lo exige. Pero no ha sido así. El votante que a pesar de todo decida acercarse a las urnas lo hará como quien juega a la ruleta rusa, esperando haber acertado al escoger por telepatía la misma papeleta que el resto de los votantes constitucionalistas empadronados en su provincia, porque de no ser así volveremos al silencio y a la frustración de no vernos representados por incomparecencia de los representantes.

Tienen que descubrir primero que Cataluña no es el Círculo Ecuestre, sino los pueblos y las ciudades en los que vive la gente real


En esta ocasión, por lo menos en Lérida, el PP tiene un candidato fuerte que puede arrastrar voto y quién sabe, hasta conseguir un escaño. Pero si se presentaran unitariamente ese  escaño estaría asegurado ya antes de empezar la campaña. Y puede que al final sean esos dos escaños los que determinen el Gobierno de la nación. Algún día lo entenderán, pero para entenderlo, tienen que descubrir primero que Cataluña no es el Círculo Ecuestre, sino los pueblos y las ciudades en los que vive la gente real. Y para eso no basta con una sola visita en campaña, sino que se requiere una presencia constante. Solo entonces dejará de ser noticia, como el famoso niño que muerde al perro, que un líder de un partido constitucional visite Lérida.

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