“Tomaré la decisión según lo que me pida mi partido”. Ahora sí, Alberto Núñez Feijóo va a desembarcar finalmente en la sede histórica del PP, esa Génova 13 convertida estos días en rocambolesca 13, Rue del Percebe para los de mi generación, que es la suya. Pero quiere hacerlo a su muy particular modo y manera, sin abandonar al gallego militante que lleva dentro; ya saben, ese que te encuentras en una escalera y no sabrías decir si sube o baja.
En el anterior congreso del PP, en julio 2018, Feijóo amagó hasta la extenuación. Ya casi sobre los tacos de salida en la carrera al sprint con Soraya Sáenz de Santamaría -favorita entonces-, María Dolores de Cospedal y un por entonces imberbe Pablo Casado, anunció que se retiraba. Le entró vértigo -dijo otra cosa, pero le entendimos todo- pero esta vez los Idus de marzo de 2022 le son propicios.
Hoy, el nombre de aquel joven que hace cuatro años envenenó sus sueños, Casado, está abrasado y aunque el lunes el palentino salió vivo del Comité de Dirección, tras un domingo de pasión con 5.000 militantes y simpatizantes pidiendo su cabeza a gritos a las puertas de la sede, y después de nueve horas de embestida a puerta cerrada incluso de los más próximos -Tú también, Bruto, se dirá como el moribundo apuñalado Julio César-, su tiempo se ha acabado. Como acabó el del otro efímero líder popular, Antonio Hernández Mancha, para que aterrizara José María Aznar allá por 1989.
A la espera de que hoy miércoles Casado mantenga una reunión póstuma con los barones, el martes uno de marzo la Junta Directiva Nacional convocará, muy a su pesar, ese congreso extraordinario sin rival que ansía Feijóo. De nada ha servido la actividad telefónica frenética mantenida durante los últimos días por Teodoro García Egea y el vicesecretario territorial, Antonio González Terol, para neutralizar a la desesperada el golpe en el ámbito provincial, allí donde muchos de ellos tienen facturas pendientes al cobro… que se lo digan al líder orensano, Manuel Baltar.
Cuatro años después de echarse atrás frente a Sáenz de Santamaría y al propio Casado, ya no volverán las dudas, las frases de doble sentido en ese rellano de escalera que ha sido la vida política de Feijóo hasta esta semana
No parece que Feijóo vaya a fracasar esta vez. No volverán las dudas, las frases de doble sentido en ese rellano de escalera que ha sido su vida política hasta esta semana. Aunque, estas horas traumáticas para el PP, no puedo evitar una sensación de dejá vu de lo que fue su (no) enfrentamiento con Sáenz de Santamaría; como si ahora pretendiera, también, desalojar a Casado del despacho en la planta séptima que antes ocuparon Manuel Fraga, Antonio Hernández Mancha, José María Aznar y Mariano Rajoy a base de indirectas, nada de empujones, gritos ni mucho menos sangre, que le repugnan; ¿primarias? ni hablar, que las carga el diablo.
Por momentos, su voz suena como la de aquel comisario del chiste del inolvidable Miguel Gila, que rodeaba a los sospechosos con aire circunspecto en la escena del crimen y les susurraba al oído una y otra vez durante horas y horas: “Aquí alguien ha matao a alguieeeen”; así con e elástica y en tono quedo, casi inaudible como el de Feijóo, hasta que el pobre desdichado se hundía desmoralizado y cantaba.
Pero Casado no ha matao a nadie, que se sepa, solo se está suicidando como alternativa para desalojar a Pedro Sánchez de La Moncloa; y aunque el presidente de la Xunta de Galicia ahora tenga prisa por recuperar el tiempo perdido, ningún suicida suele tener para prisa llegar adonde va, que en caso de Pablo Casado será su casa y, probablemente, un puesto bien retribuido en la empresa privada.
Es más, a veces, el suicida duda en el último momento, sobre todo si ve mucho fru-fru de herederos en el balcón de al lado instándole a tomar “una última decisión urgente”, que luego ya veremos cómo nos repartimos la herencia. Justo en ese instante recupera cierta dignidad -o soberbia, llámenlo como quieran- y se revuelve contra su propio destino. No parece que vaya a ser éste el caso, pero veremos cómo muere el todavía líder Casado.
No habrá primarias porque Feijóo únicamente contempla venir a Madrid aclamado por los cuadros del PP, no por los militantes, muchos de los cuales prefieren a Isabel Díaz Ayuso de cartel electoral. Y lo sabe.
Si un Casado humillado y enfurecido hubiera decidido enfrentarse a Feijóo, que ya no lo hará después del linchamiento de las últimas horas a manos de los que un día se le declararon fieles, los planes del presidente de la Xunta se habrían ido al traste porque únicamente contempla venir a Madrid aclamado por los cuadros del PP, que no por los militantes, muchos de los cuales prefieren a Isabel Díaz Ayuso de cartel electoral. Y lo sabe.
Por eso, el factor humano, es lo primero a tener en cuenta por el presidente de la Xunta a la hora de decidirse a coger su segundo AVE político a Madrid en cuatro años; y más después de ver que la gran esperanza blanca de buena parte de la militancia madrileña -y no madrileña-, Ayuso, le ha dejado aparentemente expedita la pista… para que corra o para que se despeñe, que no lo tengo nada claro tras la manifestación del domingo ante la 13, Rue del Percebe con esas 5.000 personas gritando “¡¡Oa, Oa, Oa… Ayuso a La Moncloa!!”.
No, Feijóo nunca hubiera aceptado un Duelo en el Ok Corral que hoy es el PP contra el otro macho-alfa de la principal formación de centro-derecha, mientras la dama contempla el espectáculo subida al carromato y bebiendo zarzaparrilla. Llegados a ese punto, el gallego hubiera cedido el paso y al final habríamos visto en el próximo congreso extraordinario el verdadero duelo que quiere tanto militante irritado después de un año de culebrón: Casado versus Ayuso… Un Pasión de gaviotas en el PP que ya no podrá ser.
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